Tres monedas, cuatro tipos de cambio y dos mercados: ése es el caos monetario en el que operan los cubanos en un entorno de inflación, escasez y dolarización. Y el ámbito en el que La Habana quiere poner orden, pese a las dudas de los expertos.
El Gobierno cubano avanzó, dentro de un severo plan de ajuste, que en marzo tomaría medidas para acabar con estas distorsiones, empezando previsiblemente con una devaluación y unificación del tipo de cambio. Sin embargo, aún no se ha anunciado nada concreto.
El ajuste —con fuertes incrementos de precios en combustibles, electricidad, agua y transporte— pretende reducir el déficit fiscal y reactivar una economía sumida en una profunda crisis desde hace tres años por la pandemia, el endurecimiento de las sanciones de EE.UU. y los errores propios.
“La esfera financiera es resultado del desastre económico que hay en el país”, explica a EFE el economista y profesor universitario Omar Everleny, que cree que la economía cubana se encuentra “en su peor momento” y tacha de “inconcebible” que haya dos tipos de cambio oficiales.
El tipo de cambio oficial es de un dólar por 24 pesos para las empresas y de un dólar por 120 pesos para el ciudadano de a pie. En la calle el billete estadounidense se cotiza actualmente a más de 320 pesos tras una depreciación de más 1.000 % en tres años, según el índice del diario independiente El Toque, referente del mercado informal.
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Por un tiempo, debido a restricciones bancarias que limitan las retiradas de efectivo, se estableció un cuarto tipo de cambio entre el peso en mano y el anotado en cuenta. Esa brecha casi ha desaparecido.
Operativa está también la Moneda Libremente Convertible (MLC), una divisa virtual con un valor teórico equivalente al dólar (en la calle es menor) y válida en algunas tiendas estatales. Su uso está declinando, en parte por un proceso de erosión iniciado por el propio Gobierno.
A esto hay que sumar el creciente interés por el dólar y el euro, atesorados por particulares (para emigrar) y empresas (para importar), como destacan Everleny y la economista Tamarys Bahamonde.
Las divisas son, además, un escudo frente a la pérdida de valor de la moneda local por la inflación y la depreciación.
Falta de confianza
El economista Juan Triana ve de fondo un problema de “confianza” en el peso y la política económica del Gobierno y, como los otros tres expertos consultados, se muestra escéptico con la coherencia, calado y repercusiones del plan gubernamental.
Para explicar la situación actual, se retrotraen a la Tarea Ordenamiento, una fallida reforma económica y monetaria de 2021 que no acabó con la dualidad monetaria (el peso convertible fue sustituido por el dólar) y disparó los precios.
Triana considera que una devaluación debería enmarcarse en un programa que abarcase una “transformación productiva”, una reducción de la empresa estatal y la burocracia, y un “programa de ajuste y estabilización macroeconómica”.
Bahamonde cree que el derrumbe de la moneda local es la “fiebre” del paciente y anima a atajar las causas y no sólo los síntomas: “El peso tiene que recuperar su función de dinero”.
Añade que la devaluación parece “necesaria” para reducir distorsiones, pero no cree que los beneficios compensen el impacto “entre las personas que ya están empobrecidas”, por la falta de políticas sociales compensatorias.
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Entre los economistas hay un gran consenso en cuanto al efecto inflacionista de esta medida, que vendría a sumarse al alza de más del 400 % de los combustibles recién aplicada.
Cuba importa el 80 % de lo que consume y apenas exporta, con lo que una devaluación atizaría aún más el fuerte incremento de precios de los últimos años (77,33 % en 2021, 39,07 % en 2022 y 31,34 % en 2023).
El profesor de Economía Mauricio de Miranda argumenta además a EFE que una devaluación sería un “estímulo a la dolarización”.
Triana y Bahamonde creen preferible un régimen de flotación entre bandas y De Miranda aboga por un tipo de cambio “flexible” y “único” determinado “por un mercado institucional, legal y transparente”.
Dónde fijar el nuevo tipo de cambio sería también problemático dada la gran brecha entre el formal y el informal, como también lo sería defender esa nueva cotización, coinciden todos los expertos, porque consideran que el Banco Central de Cuba no tiene la reserva de divisas necesaria.
“El momento está muy difícil para que tengan éxito esas medidas que quieren tomar”, concluye Everleny.