Cuando a José Enrique González Calvo la pandemia de coronavirus lo dejó prácticamente sin trabajo como guía, no dudó en dirigir su mirada hacia el universo digital. Este habanero de 24 años, a quien todos conocen como Pepe, tenía hasta entonces uno de los free tour por la capital cubana mejor avalados en GuruWalk, la plataforma líder de esta modalidad turística, en la que los clientes no pagan de antemano, sino que dan una especie de propina al final del recorrido, a partir de su satisfacción con el mismo.
La intención del joven, a quien ya conocimos en la primera parte de este trabajo, era ofrecer sus servicios por internet, mantenerse activo, aunque fuese virtualmente, en una labor que ―según aseguró a OnCuba― le apasiona, y, claro está, recibir por ello una retribución monetaria que le permitiera recuperar sus finanzas, menguadas durante la pandemia. Pero entonces tropezó con limitaciones tecnológicas y operativas con las que no contaba, algunas de ellas consecuencia del embargo estadounidense a la Isla.
“Por ejemplo, a través de Airbnb existe una opción de experiencias online, como mismo tienen las tienen en directo ―ellos no las llaman tour, acota― y los clientes las pueden reservar a una hora determinada para que uno les exponga del tema que propone, y en principio todo bien. El problema es que Airbnb utiliza el programa Zoom para esas experiencias, y eso es complicado, porque está bloqueado para Cuba ―explica Pepe a OnCuba―. Además, aunque podría usar un VPN, por esa vía el consumo de internet es mucho mayor, y no tengo el servicio de Nauta Hogar; tendría que usar los datos móviles, y así el gasto es muy alto y no da la cuenta, no vale la pena. Supongo que por eso entre las experiencias online de Airbnb no hay ninguna en Cuba, por esa traba del bloqueo.”
Este no es el único obstáculo tecnológico como resultado del embargo que refiere Pepe. El joven ―cuyo free tour tiene como eje la historia y presente de la Revolución Cubana― ha explorado otros caminos, se ha conectado con otros guías, ha interactuado directamente con el equipo de GuruWalk buscando soluciones, pero, a la larga o a la corta, ha vuelto a tropezar con la misma piedra. La no disponibilidad para la Isla de PayPal, la empresa estadounidense líder de los pagos en línea, empleada por muchos de sus potenciales clientes, no es un espejismo para él y para muchos más cubanos que pudieran recibir dinero por esta vía y ser retribuidos sin contratiempos por su trabajo. Y aunque existen “atajos” y alternativas, nunca se sabe dónde podría tenerse un nuevo tropiezo.
Aun así, Pepe no ha dejado de intentarlo, de soñar.
“Mi idea es publicar un tour online. Pudiera hacerlo a través de una sala de Telegram, o de una videollamada en Telegram o Whatsapp, donde incluya hasta ocho personas, y pueda poner un enlace a una billetera electrónica, donde los clientes me dejen lo que consideren. Incluso le he propuesto a GuruWalk crear una plataforma propiamente para tours online, que creo que le convendría a largo plazo porque la misma pandemia ha favorecido ese tipo de servicio”, explica.
“A lo mejor hay alguien que no tiene todo el dinero o el tiempo para viajar a Cuba, pero puede reservar un tour online. Entonces, pudiera conectarse conmigo, para que le hable de mi tema, y al final sigue siendo un free tour, porque esa persona me pagaría por internet lo que crea justo ―añade―. Pero eso es solo una idea, una propuesta, porque hasta ahora en la práctica no he encontrado una alternativa sencilla a los tours en vivo que siempre he hecho.”
El frenazo de Trump
Más allá de su más reciente experiencia personal, Pepe no puede dejar de reconocer el impacto de las sanciones estadounidenses para el turismo en Cuba. En particular, las implementadas por la administración del ya expresidente Donald Trump, las que, en su opinión, han sido “fatales” para quienes laboran en este sector y, en particular, para quienes como él lo hacen de manera privada.
“Cuando empecé a trabajar como guía ya estábamos en 2018 y las sanciones eran más seguidas y más fuertes por parte del gobierno de Trump con relación a los viajes ―rememora―. Recuerdo los mensajes que me enviaron unos viajeros que ya habían reservado mi tour diciendo que cancelaban porque su línea de crucero le había comunicado que ya no podían viajar a Cuba. Fueron dos mensajes así que me mandaron de reservas que ya tenía. Y desde que entró en vigor esa prohibición de los cruceros, pues seguramente perdí la oportunidad de tener otras reservas desde Estados Unidos, que, aunque no era mi mayor mercado ―me reservaban mucho más desde España y Latinoamérica―, esas medidas sí me afectaron indudablemente.”
“Pero no solo a mí ―añade―, a mucha gente esas medidas también la han afectado muchísimo. La mayoría de las casas de renta en Cuba, por ejemplo, están en Airbnb, y el sistema que esta empresa había empezado a usar para el pago a los anfitriones cubanos, a través de las tarjetas AIS, ya no se puede utilizar por las sanciones de Trump a Fincimex. Además, con las restricciones de viajes, las reservas a las casas de renta disminuyeron un montón; muchos taxistas y choferes que movían casi exclusivamente a los estadounidenses se quedaron sin trabajo; muchos restaurantes, que se crearon por el boom de los cruceros, incluso con comida norteamericana, tuvieron que cerrar. Así que ha sido fatal para los que trabajamos en el turismo, y creo que Trump puso esas sanciones sabiendo bien lo que hacía, y eso de que quería ayudar al pueblo era solo de la boca para afuera.”
Un panorama similar retrata Roxana Capote desde Cienfuegos. Esta joven, que como Pepe promueve un recorrido de free tour en la plataforma GuruWalk ―centrado, en su caso, en la cultura y las tradiciones de la urbe cienfueguera― confirma a OnCuba que “antes de las medidas de Trump en Cuba había mucho turismo norteamericano, mucho, y muchas personas se beneficiaban de eso”.
“Aunque en esos tiempos yo no trabajaba directamente como guía, sí estaba vinculada al turismo desde el sector de la cultura, trabajando para galerías, en exposiciones y ventas a turistas, y de alguna manera también me beneficiaba ―afirma―. Antes de las medidas de Trump teníamos muchas ventas, pero después todo eso se acabó. Se afectó mucho el turismo en el país, y en particular en Cienfuegos, adonde llegaban los cruceros norteamericanos. Y muchos de los clientes que teníamos en ese momento no pudieron venir más, e incluso obras que ya habían mandado hacer tuvimos que cancelarlas o guardarlas porque no teníamos forma de hacerlas llegar a los Estados Unidos.”
No obstante, tanto Roxana como Pepe tienen mejores expectativas con el nuevo gobierno estadounidense. En particular, la joven cienfueguera espera, “como creo que espera casi toda Cuba, que con Biden se puedan retomar las relaciones bilaterales y vuelva a haber esa comunicación entre los dos países que hubo en un momento determinado, que creo que fue bastante buena para la gente”.
“Ojalá el turismo pueda ser como antes, cuando había mucha entrada de cruceros al país, con muchos viajeros desde Estados Unidos, y había mucho intercambio entre personas de los dos países. De hecho, una de mis mejores experiencias como guía fue con un profesor de una escuela de Filadelfia, con el que tuve la oportunidad de intercambiar, de compartir conocimientos ―narra―. Él estaba muy interesado en saber sobre Cuba, sobre cómo nos desarrollábamos los jóvenes aquí, cómo era la escuela, qué hacíamos para divertirnos, adónde podíamos ir, si podíamos movernos libremente por el país, porque venía con dudas sobre eso, y cuando conoció cómo eran las cosas aquí, se fue muy complacido. Me dijo que había viajado por muchos países, pero que nunca imaginó que se sentiría tan bien en Cuba, y que, si lo hubiese sabido, hubiese venido antes.”
Prohibir vs. legalizar
Los obstáculos que enfrentan los guías de free tour cubanos no vienen únicamente “de afuera”. A las restricciones a su trabajo que suponen la disminución del turismo por la pandemia y el embargo estadounidense, se suman también otros límites y dificultades “de adentro”. Y entre estas, les preocupa especialmente la prohibición de realizar su actividad de manera privada, a pesar de la ampliación del trabajo por cuenta propia anunciada recientemente, como parte de las reformas económicas que lleva adelante el gobierno de la Isla.
“Realmente no estoy de acuerdo con la prohibición. Mi papá es profesor de idioma hace 40 años y es guía, también tengo compañeros que son guías, y ahora todos nos preguntamos cómo hacemos. Porque ninguno trabajamos para las agencias estatales ―cuestiona con toda lógica Roxana―. Esas agencias contratan uno o dos guías, cuando más. A veces pasa tiempo y no contratan a nadie, o solo lo hacen cuando tienen muchos servicios, para cubrir un momento determinado y ya, no es que pases a ser plantilla fija. Por eso, muchos guías trabajamos como freelancers. Eso lo sabe todo el mundo en Cuba.”
“Los guías privados nunca estuvimos legales. No es algo de ahora. Y entiendo en parte el por qué ―acota Pepe―. Escuché a la ministra de Trabajo cuando habló en la Mesa Redonda sobre la prohibición, y no es menos cierto que muchas personas se han hecho pasar por guías sin serlo, sin estar preparados para este trabajo, y que lo que hacen es estafar a los viajeros, o venderles cosas, tabacos. Eso indudablemente está mal y, además, da una imagen negativa del país y afecta la labor de quienes la realizan de una manera profesional, o de quienes, como yo, sin ser exactamente profesionales, ya tenemos una experiencia en este trabajo, respetamos lo que hacemos y nos preparamos para hacerlo siempre de la mejor manera. Hasta ahí las autoridades tienen su razón.”
“Sin embargo ―precisa―, la solución no debería ser prohibir. No creo que el nuestro sea un trabajo que vaya a destruir la Revolución, ni considero necesario que solo pueda ejercerse por la vía estatal. Yo entiendo y defiendo que los sectores y puestos estratégicos del país estén en manos del Estado, pero este no es el caso. A fin de cuentas, el trabajo de guía es una actividad extrahotelera. Entonces, choca que por miedo a que alguien haga lo que no debe o por falta de comprensión, lo prohíban. No me parece que ese sea el camino.”
“Yo siempre pongo el ejemplo del chofer, que es alguien que tiene que estar calificado para lo que hace, porque manejar puede ser peligroso y por un error puedes matar a otra persona o puedes matarte a ti mismo ―señala―. No obstante, la solución no ha sido prohibirles manejar a las personas, sino que pasen una escuela de conducción y luego hacerles un examen teórico y un examen práctico. Si no aprueban, no pueden manejar, y si aprueban, entonces están capacitadas para hacerlo. Y eso es lo que yo le pediría a la ministra y a las autoridades cubanas: que creen un mecanismo para validar a los guías privados. El gobierno cubano tiene instituciones que pueden encargarse de eso, de organizar cursos y hacer exámenes. Así funciona en otras partes del mundo y, además, así el Estado puede generar ingresos a través de los impuestos que se nos cobre. E, incluso, podría contratarnos si necesitara de nuestros servicios, como una alianza entre el sector estatal con el no estatal.”
Roxana, desde su experiencia, coincide plenamente con Pepe.
“Es verdad que hay algunas personas que se han aprovechado de este trabajo y explotan de una manera que da vergüenza al turista, pero creo que existen formas de controlar eso sin llegar a la prohibición, y no es justo que paguemos todos por lo que hacen algunos”, opina.
“Muchos guías hemos estado escribiendo a todos lados, pidiendo que, por favor, a todas las personas que no tengan un título que las acredite como guías pues que les hagan un examen ―dice―. Un examen riguroso, como el que hacen en la escuela de turismo. Y hablo con conocimiento, porque yo lo pasé. Tuve que hacer una prueba kilométrica en un aula, escrita, súper difícil, y después una prueba oral, y también otra prueba en el terreno. Para aprobar uno tiene que dominar conocimientos de historia, de política, de cultura, de economía, de primeros auxilios, de idioma, de la vida entera. Si quienes se examinan salen bien, pues bienvenidos sean. Se les da su título y ya se tiene constancia oficial de que son guías bien preparados. Y si desaprueban, pues no pueden ejercer esta labor.”
“Entonces, lo que estamos sugiriendo es que se hagan esos exámenes a los que no tienen el título y que se nos permita trabajar a quienes ya tenemos el título y experiencia en este trabajo. Que se abra la posibilidad para todos de trabajar como guías de manera independiente, pero legal, porque sí, yo pasé el examen de guía, pero si me cogen en la calle sin un carnet de cuentapropista me pueden poner una multa y quizá hasta quitarme el título. Y eso puede resolverse si nos habilitan como trabajadores por cuenta propia, si permiten que tengamos nuestro carnet y paguemos impuestos como los demás cuentapropistas del país. Y si alguno hace algo ilícito o si se aprovecha de los turistas, pues que sea sancionado, pero ¿por qué para los demás no puede existir la posibilidad de trabajar legalmente?”, se pregunta.
¿Y el futuro?
A pesar de los pesares, de la pandemia y de los obstáculos internos y externos, Roxana y Pepe prefieren mirar el futuro con optimismo. El disfrute de su labor como guías de free tour, las retribuciones ―no solo económicas, sino también profesionales y personales― que esta actividad les aporta, les hace mantener las puertas abiertas, a la espera de que en un momento no muy lejano puedan volver a recorrer las calles de su ciudad con nuevos viajeros.
“Ser guía es algo que disfruto mucho, que hago porque me gusta, y no pienso dejarlo de hacerlo cuando pueda regresar el turismo a Cuba y vuelva a tener reservas ―asegura Roxana―. Me encanta compartir la cultura, en particular la de mi ciudad, mi país, nuestras tradiciones, y me gusta intercambiar con otras personas de otras culturas, y como mi trabajo en el marketing digital también es independiente, entonces yo soy mi propia jefa y puedo organizar mis horarios para hacer ambas cosas. No pienso tener problemas con eso.”
“Ojalá y podamos controlar la pandemia y contar con la vacuna pronto acá en Cuba, para que haya seguridad para los viajes, y el turismo pueda ser como lo fue antes del coronavirus y las medidas de Trump”, añade.
Pepe, por su parte, está convencido de que deroguen o no la prohibición que pesa hoy sobre los guías privados, estos van a seguir existiendo en la Isla. “Van a seguir aprovechando los vacíos legales, usando otras licencias como la de gestor de alojamiento o, incluso, la de fotógrafo. Al final, de una forma u otra, la gente va a buscar la manera de seguir haciendo este trabajo en la sombra, cuando se recupere el turismo, y lo peor es que seguirá habiendo personas haciéndose pasar por guías, porque no habría un mecanismo para validarlos y seguirá el mismo círculo vicioso. Así que espero que esto se rectifique y se encuentren alternativas que nos beneficien a todos, a los guías y también al país.”
Sus expectativas, dice el joven habanero, son muchas, tanto de que la nueva administración estadounidense “afloje las restricciones a los viajes que apretó el gobierno anterior”, como de que, según ha leído en algunos artículos sobre el tema, “ocurra como una explosión turística, como la de una botella de champán, cuando la situación sanitaria pueda mejorar finalmente”.
Mientras ello sucede, Pepe sigue buscando opciones para mantenerse activo en dentro del free tour, porque, asevera, “me gusta mucho ser guía, enseñar la historia de mi país, desmentir los mitos con que llegan muchas personas a Cuba”.
“Disfruto conocer gente. Le he podido hacer tours a personas muy diferentes, con concepciones muy distintas entre ellas, y este trabajo me ha hecho crecer como persona, me ha ayudado a abrir mi mente, me ha permitido conocer otras realidades, y, a la vez, me ha hecho estudiar, buscar maneras de hacer mejor lo que hago, de que mi tour sea más ameno y entretenido ―concluye―. Creo que en este trabajo es fundamental disfrutar lo que se hace y si se piensa solo en el dinero nunca va a quedar bien. Para mí es importante convertir al cliente en un amigo, propiciar una experiencia más humana y más directa. Por eso, soy un enamorado de este trabajo y no me veo ahora mismo haciendo otra cosa.”