Habana desabría

Si hace un tiempo temía que la mala programación de la televisión era en realidad una solapada estrategia para estimular la lectura o incentivar la natalidad, ahora creo que un programa contra la hipertensión arterial podría estar detrás de la desaparición de la sal en ciertos puntos del Vedado habanero, y un poquito más allá…
La posibilidad de una Habana “desabría” me inquietó, y salí a comprobar que tan real era el déficit. Varios bodegueros desmintieron el rumor, asegurándome que las cuotas trimestrales –un kilogramo por cada dos consumidores- fueron vendidas en tiempo y forma, y que esperaban ya la asignación para los meses finales del año.
Uno incluso me dijo que en los puntos de venta liberada, donde el kilogramo sale a cinco pesos, la sal estaba sata, aunque otras fuentes me aseguraron que eso no era tan así, que en Párraga y los Pinos no solo no había sal, sino tampoco fósforos.
Se confirma así aquello de que una cosa dice el cantinero y otra el borracho. Para los bodegueros, la culpa es del consumidor que no se administra, o que espera a quedarse sin sal para salir a conseguir. Y eso puede ser verdad. Pero también hay quien demora en coger la sal porque le queda, y cuando va a buscar la que le tocaba, ya no está…
Claro, esas desapariciones entrañan menos misterios, y tampoco son exclusivas de la sal. “Al menos en la shopi habrá ¿no?”, pregunté con el candor de quienes aún creen que no debería estar en falta algo que se cobra en CUC. Pero en algunos mercados en divisas había sal yodada, y en otros no.
¿Qué se dice del tema? Los funcionarios nada, y la prensa cosas buenas, faltara más.
La televisión de Guantánamo, feudo de la sal en Cuba, recién ponderó el avance triunfal del montaje de un lavador-apilador capaz de preservar al aire libre las 100 mil toneladas de sal común que prevén extraer en 2013 las salinas de Caimanera y Cerro Guayabo. Tal cantidad sobra para abastecer durante más de un año la planta Frank País, donde se refina y envasa la sal que se consume en Cuba.
Además, en Caimanera montaron una planta envasadora que permite procesar hasta una tonelada por turno laboral de ocho horas, en porciones de 100 granos de sal fina de alta calidad, empaquetada en bolsitas de polietileno.
Sin embargo, casi toda la sal que consumimos en La Habana es traída en patanas por mar, y un amigo que navegó para la empresa encargada (Caribe Cargo) me contó que muchas veces las bolsas se filtran y el producto se moja. Lo mismo pasa con el café.
Quizás por eso unas veces la sal es tan fina que parece bicarbonato, y otras viene en pedruscos capaces de rallar una sartén o de partir una muela. Con tales dimensiones, las pizcas se convierten en puñados, y la cuota se va volando, sobre todo sacudiéndose las manos tras salar…
Dicen que la sal ni se bota ni se regala, pero evidentemente se pierde de vez en cuando. Como mismo se han perdido las bayetas de piso, el detergente, la pasta de diente, las íntimas (almohadillas sanitarias) y cualquier otro artículo de primera necesidad, que luego reaparecen, pero más caros… Como para salarle el bolsillo a cualquiera…
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