“Los guajiros nos ponen aquí la caja de mangos en $ 100 y nosotros la vendemos en $ 440, a veces perdemos parte de le mercancía pero es mejor no bajar el precio porque si lo haces ganas lo mismo y trabajas más”, me explica una tarimera en un agromercado de La Habana.
“En realidad muchas veces no nos vale la pena ir a comprar al Trigal (mercado mayorista) porque los camiones de los guajiros nos traen los productos a la puerta misma del agro y a mejor precio, con lo cual ganamos mucho más”, agrega esta mujer que lleva 12 años trabajando en este giro.
Me lo explica con todo detalle porque le digo que estoy interesado en la compra de tarimas para poner gente a trabajar en ellas. Trato de averiguar cuánto dinero puede dar uno de estos puestos de venta pero me explican que depende de la habilidad del que lo lleve.
De todas formas dice que a ella le deja buenas ganancias y asegura que “nadie va a vender una tarima por menos de CUC 1000 y si consigues alquilarla será como mínimo por CUC 10 semanales” pero me aclara que “en ambos casos hay que cuadrar con el administrador”.
La necesidad de “cuadrar” se repite en otro agro visitado, donde el jefe del mercado negro que se mueve en las inmediaciones me confirma que “el administrador es quien te puede decir si hay algo en venta y también hace pasar a tus empleados como sobrinos tuyos”.
Me repiten que es un buen negocio y que en ese agro “hay personas que son dueñas de 4 y 5 tarimas”. Agregan que a los vendedores tendría que pagarles entre $50 y $100 diarios pero que “su búsqueda verdadera mayor está en la misma venta”.
Pienso que me habla de pagarles comisiones pero me explican que se trata de lo que ganan robando a los clientes, “todas las pesas están alteradas pero tienes que tener cuadrado el asunto con el administrador por si se forma bateo”.
Al parecer los administradores se llevan comisión por no ver todas las ilegalidades que ocurren en los agromercados, desde la venta de tarimas hasta el mercado negro de camarones o papas que se oferta en la puerta e incluso dentro del recinto.
Así en la actualidad cuando compramos una libra de tomates estamos pagando el trabajo del campesino, el transporte a la ciudad, la ganancia del dueño de la tarima, el salario del vendedor y las comisiones del administrador del agromercado.
Es un error pensar que el guajiro pone precios muy altos a sus productos, en realidad él y el transportista que los mueve del campo a la ciudad, se llevan juntos apenas una tercera parte de lo que pagamos, el resto va a parar a los bolsillos de los intermediarios.
Fernando
Como siempre buen artículo.
Donde podemos encontrar sus escritos? Despues que dejó de publicar en la BBC (no sé por qué) no encuentro donde leer sus artículos de forma cotidiana. Me puede decir por favor?