Pocas personas se dedican hoy en Cuba a investigar paisajes de miles de años atrás, lo que fue este terreno en el pasado, su flora, su fauna, el misterio oculto de los primeros habitantes, cuando seguramente no éramos todavía un amasijo de tierra flotando solitaria en el mar.
“Macropaleontólogos prácticamente no hay, esos que estudian los fósiles grandes son muy escasos; en los últimos 25 años el Museo de Historia Natural es de los pocos que ha mantenido esta ciencia”, dice a OnCuba el Doctor en Ciencias Reinaldo Rojas, geólogo- paleontólogo del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba.
Y aunque en la actualidad existen algunos jóvenes dedicándose a la Paleontología de vertebrados, todavía resultan pocos para el experto: “En el caso de los invertebrados casi no tenemos científicos que se dediquen al tema; la comunidad es muy pequeña, una decena de personas”.
Reinaldo es el único con experiencia en el archipiélago cubano que estudia los organismos de gran tamaño sin columna vertebral. Hasta él han llegado niños interesados en los dinosaurios, aunque estos no existieron en el territorio nacional. El estado actual de la ciencia que lo apasiona es una preocupación constante, pues solo existen algunas referencias en libros de texto de primaria y secundaria, después desaparecen las referencias en el proceso educativo. Ni siquiera Biología o Geología alcanzan el nivel de especialización que se requiere para el estudio de los fósiles.
Pero, ¿qué hace un paleontólogo en Cuba? Descubrir tiburones, helechos, tortugas en las rocas del substrato geológico…y mucho más.
Donde una persona sin entrenamiento en la ciencia de los mundos antiguos vería solo roca, el experto en la materia identifica un organismo del pasado. Al estudiar ese animal o planta que supuestamente existió se reconstruyen contextos, circunstancias de vida; pero el investigador debe reunir imparcialidad suficiente para no cruzar la línea y ponerse luego a inventar.
“Si te das cuenta de que estás en una determinación taxonómica dada de la cual no tienes referencias en la biodiversidad actual, debes ir a la objetividad de una descripción científica apropiada, buscar obligatoriamente todas las fuentes y referencias mundiales para entonces decidir si estás ante un taxón nuevo que merece describirse”, explica Rojas, quien reconoce múltiples procesos en la coloración de la piedra, en sus capas de cientos de décadas por milímetro de grosor y hasta en el sonido que provoca esta al chocar con el suelo.
A partir de una asociación fósil conoce cómo murió determinado ejemplar, la cantidad y variedad de organismos a su alrededor, si vivió en época de ciclones, tormentas o sequías, incluso, desde un referente vivo y mediante analogías, puede precisar su historia.
“El asunto está en leer procesos a partir de los caracteres identificados, argumenta el especialista, ver las secuencias o la polaridad del desarrollo de esos procesos y construir hipótesis o historias naturales de un organismo y de la asociación donde está. Nos podemos guiar por el entusiasmo y crear teorías fantasiosas, débiles; pero uno intenta ser siempre su propio árbitro y eliminar la subjetividad; a la hora de interpretar es el problema, todo depende de la preparación del sujeto”.
En las heridas de la Tierra, es decir, en túneles, canales, canteras, o en una montaña, los paleontólogos hallan material para su trabajo. Por medio del mapa geológico saben dónde buscar y qué especies posiblemente aparezcan.
Muchos confunden los fósiles con piezas arqueológicas y en otros casos, estas escapan por las fronteras marítimas o aéreas sin que se identifiquen y sean devueltas. El patrimonio paleontológico del país está en riesgo. “En ninguna ley está la figura fósil reconocida, ni yacimiento fósil o sitio paleontológico, es decir, un poco se regula desde la arqueología, esto es un error pues son ciencias muy diferentes y por tanto la paleontología y su objeto de estudio quedan expuestos a cualquier devenir, incluyendo el expolio.”
Ignorar por desconocimiento u olvido facilita la pérdida de antiguas muestras geográficas. Por medio de esos registros se ha reconstruido la historia de la Tierra, y particularmente del nacimiento y evolución de nuestra isla y sus habitantes. Se revelan procesos de fosilización que nos permiten ser testigos de la evolución biológica y de los ambientes que nos antecedieron. Una manera científica de conocer de dónde venimos para visualizar mejor hacia donde vamos.