Siempre la conquista de una meta, lograr un descubrimiento o coronar una proeza han llenado de orgullo a los seres humanos, pero a veces puede conducir a poses exageradas e incluso a la fanfarronería.
A pesar de que Cuba no posee alturas comparables al Everest o al Aconcagua, nuestro Pico Turquino (1,974 metros sobre el nivel del mar) es digno de encomio, y su ascenso por vez primera, entre el 17 y el 18 de abril de 1915, por los suecos Eric L. Ekman y Juan Augusto Nystrom, con el inestimable concurso de los guías criollos Regino Verdecia y Joaquín Rodríguez, constituyó todo un suceso nacional.
Sin embargo, muchos años antes un súbdito inglés se atribuyó este mérito y hasta publicó un folleto donde narraba su hazaña. Su nombre era Frederick W. Ramsden y se propuso, en 1860, organizar una expedición que contó con el auxilio de un práctico indígena y varios cargadores negros.
Ramsden relató en una carta su viaje, bajo el título The ascent of the Turquino, the highest mountain in Cuba, y describió el pico y su altura, la que calculó en 2,256 metros. Allí destapó una botella de champagne para brindar por el éxito y luego introdujo un documento en el envase, donde explicaba y daba fe de su memorable triunfo.
Los que vinieron después jamás encontraron la mencionada botella, pero lo más curioso es que la descripción de la elevación y su entorno no coincide con la realidad, por lo cual no se sabe a ciencia cierta a qué sitio fue a parar aquel día el susodicho alpinista británico.
Otro europeo que lo intentó, en 1904, fue el viajero francés Charles Berchon, miembro de la Sociedad Geográfica de París, quien afirmó que estuvo en una montaña, a la que adjudicaba una altura de 2,525 metros y que, según los entendidos, pudo ser el Pico Cuba, que solamente tiene 1,872 metros. Berchon publicó en Francia, seis años después, el libro A través de Cuba.
Los reconocidos como conquistadores del Turquino, en 1915, fueron más humildes, pues admitieron que hallaron en el lugar los restos de una fogata, lo que les indujo a pensar que alguien había llegado antes que ellos. Se supuso más tarde que la hoguera pudo ser encendida por un ignoto desertor de la Guardia Rural que se ocultaba por esos inaccesibles parajes.
Se dice que este hombre huyó a República Dominicana y que allá publicó unas décimas donde describía, con notable exactitud, el Pico Turquino y su entorno.
En la actualidad se ha hecho frecuente acceder a la mayor cima de Cuba, pero es grato recordar a estos iniciadores, famosos o anónimos, de su conquista.
Fuentes
– Salazar, Alberto: “Lo más alto del Caimán” en Revista Bohemia, 13 de abril de 1990.
– Revista Imago. Año 15. No. 55. Ciego de Ávila, 2010.
– Archivo del autor.