La sequía nuestra de cada día

Foto: Eric Yanes

Foto: Eric Yanes

Mariela está cansada de esperar. Lleva casi dos años lidiando con la sequía.

“Cada vez que oigo una noticia sobre el agua es que las presas no mejoran, que va a llover menos o que las pocas lluvias que han caído no han servido para nada”, dice con desencanto.

Mariela no es meteoróloga, ni ingeniera hidráulica, ni campesina. Es propietaria de una casa de alquiler en el centro histórico de Santiago de Cuba.

“Imagínate mantener el negocio con el agua llegando cada 15 días –comenta resignada. Y eso que en la casa tenemos una cisterna y varios tanques, pero a veces ni así”.

Como Mariela, muchos cubanos viven pendientes de sus reservas de agua día tras día. La sequía que afecta la Isla se extiende desde 2014 y de acuerdo con los especialistas, la situación no promete mejorar.

Trinidad, el agua y la angustia

Estudios realizados por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, el Instituto Nacional de Meteorología, y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, apuntan a una transformación en el patrón de las lluvias provocado por el cambio climático.

En una comparecencia este miércoles en la Televisión Cubana, José Antonio Hernández, director de Uso Racional del Agua de Recursos Hidráulicos, comentó que Cuba, por su condición insular, depende en exclusivo del comportamiento de las lluvias.

De acuerdo con Hernández, el cambio climático provoca que en la región del Caribe llueva cada vez menos, y los diferentes modelos de pronóstico ofrecen este panorama. Además, ha ocurrido un desplazamiento del período lluvioso, han disminuido las precipitaciones en las zonas montañosas y han aumentado en las zonas llanas y costeras; con efectos negativos en la acumulación de agua.

En consecuencia, 2016 fue uno de los cinco años más secos en las tres últimas décadas en Cuba y al cierre de enero 11 provincias mantenían sus embalses por debajo del 50 por ciento de la capacidad de llenado.

Más del 70 por ciento de los municipios del país se encuentran en distintas categorías de sequía hidrológica; de ellos, 52 en una condición severa y 53 en extrema. A esto se une la lógica depresión de las fuentes subterráneas, ante la escasez de precipitaciones.

Sequía en Ciego de Ávila. Foto: Eric Yanes
Muchos embalses cubanos se encuentran deprimidos. Foto: Eric Yanes.

Las provincias más afectadas son las del centro y el oriente cubano, en especial Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Las Tunas, Camagüey, Guantánamo y Santiago de Cuba.

La culpa, sin embargo, no es solo de la naturaleza.

“En Cuba se bota mucha agua –dice Mariela–, aquí mismo en Santiago, para no ir más lejos. No es que no se reparen lo salideros, pero siempre se las arreglan para reaparecer o sale alguno nuevo. Y esa es agua que se pierde, que no la puede aprovechar la gente”.

De hecho, José Antonio Hernández identifica el deterioro de la infraestructura hidráulica como una de las causas principales del sobreconsumo y el derroche de agua en la Isla.

Datos del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos confirman que el volumen anual de pérdidas por este concepto asciende a 784 millones de metros cúbicos; el 45 por ciento del total bombeado, distribuido en un 14 por ciento que se desaprovecha en conductoras, un 12 por ciento en redes de acueducto, y un 19 por ciento en las redes intradomiciliarias.

Para paliar este déficit, afirma Hernández, el gobierno ha realizado importantes inversiones y trabaja en otras de sumas millonarias para la rehabilitación de redes y conductoras. Además, se comienzan a aplicar otros modelos, vinculados con la captación del agua de lluvia y la desalinización del agua de mar a través de plantas montadas para ello.

No obstante, el funcionario insiste en lo complejo del escenario actual y el futuro, y la importancia de crear una cultura del ahorro que ayude a enfrentarlo. Comenta que, según los estudios realizados, se necesitan entre dos y tres años con un comportamiento normal de las precipitaciones para que el país pueda recuperarse de la sequía hidrológica de ahora mismo. O esperar a que un huracán u otro fenómeno meteorológico provoque un acumulado de lluvias que cambie el panorama en pocos días.

Pero nadie quiere un huracán.

“¡Solavaya! –dice Mariela. Ojalá y vuelva a llover como Dios manda sin que tenga que venir un ciclón. Mientras tanto no me quedará más remedio que seguir comprando una pipa de agua para mantener el alquiler. Y usted sabe cómo es que se consigue un pipa, ¿no?”

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