V
A partir de 1985 en Cuba tendría lugar lo que se conoce como el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas (PRETN), que tuvo, entre otros, los siguientes rasgos:
- Reversión de las reformas de mercado desarrolladas en la institucionalización en el sistema de dirección y planificación de la economía.
- Crítica y desmantelamiento de los mercados campesinos.
- Regreso a movilizaciones masivas y estímulos morales.
- Vuelta al pensamiento económico de Ernesto Che Guevara como referente.
De bastante corta duración, dígase lo que se diga fue básicamente una manera de posicionarse ante la posible caída del llamado “socialismo real” acudiendo (de nuevo) al expediente nacionalista como fuerza propulsora del proceso. En 1989, en un discurso en Camagüey, Fidel Castro mencionó por primera vez en público la posibilidad de que la URSS desapareciera. Y lo hizo en los siguientes términos: “porque si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aun en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!”. Y un poco más tarde, por las dudas, fue todavía más explícito en su colocación ante los procesos de reformas en la URSS al declarar en 1989: “la perestroika es la mujer de otro hombre y no quiero verme involucrado en eso”.
El PRETN fue, de hecho, un intento de regresar a aquellos orígenes, e inevitablemente, por su naturaleza, traería aparejado un rechazo al “calco y la copia” de los soviéticos durante toda la fase de la institucionalización —y ciertamente no solo en la economía. En 1986, después de la ofensiva contra los ya mencionados agros, Fidel Castro se preguntaba en el teatro Karl Marx: “¿Qué clase de socialismo era el que íbamos a construir nosotros por esos derroteros? ¿Qué ideología era esa? Yo quiero saberlo, ¿y si esos métodos nos conducían a un sistema peor que el del capitalismo, en vez de conducir realmente al socialismo y al comunismo?”. Un año después, en 1987, el periódico Granma publicó en su primera plana un titular que haría rascarse la cabeza a muchos cubanos: “¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!”, frase pronunciada por el mismo Fidel Castro en el acto político conmemorando vigésimo noveno aniversario del 1 de enero de 1959.
Pero estaba llamado a no durar mucho. Debido a sus procesos de reformas, los soviéticos se fueron perdiendo del Morro hasta que llegó diciembre de 1991, la fecha de disolución de la URSS. Para Cuba fue como un mameyazo en medio de la frente que la tiró de golpe al suelo y sin conteo de protección. Los efectos de la crisis en la economía soviética no podían sino manifestarse de manera negativa en los compromisos de enviar mercancías. Al soltarse de las amarras de un férreo poder central, las empresas tiraron directo al mercado mundial y los suministros de materias primas estratégicas y alimentos fallaron en llegar a los muelles de La Habana. Y de petróleo: nada menos que 13 millones de toneladas anuales.
“El volumen del comercio exterior entre Rusia y Cuba en el año 1995”, dice un estudio ruso, “disminuyó 6 veces en comparación con el año 1991, en el año 2003 – 15 veces. Con todo esto, en el año 1994, Rusia por primera vez tuvo un saldo negativo en el intercambio comercial bilateral, y entre los años 2000 al 2004 este fue constante. Prácticamente se suspendió la ayuda a Cuba en la línea de la asistencia técnica”. Esa época, el llamado Periodo Especial, traumático de muchas maneras para la sociedad cubana, dio lugar a que las relaciones interestatales y la influencia rusa entraran en un momento de crisis y retraimiento que se extendería hasta entrado el nuevo siglo.
El viaje de Vladimir Putin a Cuba en 2000 fue un indicador de recomposición. Pero en 2001 se produjo un cortocircuito en las relaciones bilaterales a propósito de la base “Lourdes”, el más potente centro de inteligencia radioelectrónico y radiotécnico ubicado fuera del territorio ruso. Instalada en 1964, dos años después de la Crisis de los Misiles, durante varias décadas la base le había permitido a la URSS, y luego a Rusia, interceptar las comunicaciones de radio, teléfonos y recoger datos de inteligencia por medios radiotécnicos de Estados Unidos.
En un comunicado, la parte cubana reportó haber advertido “un extraño cambio en la política rusa en relación con Lourdes y exigencias injustificables y exageradas de reducir el pago de los servicios”. El Putin que visitara a Cuba un año antes fue el mismo que tomó la decisión de cerrarla de manera unilateral a solicitud de Estados Unidos y en particular del presidente George W. Bush, un incidente que marcó por un tiempo las relaciones bilaterales. Fue como un deja vu: la parte cubana no fue avisada de antemano de la movida, gesto que remedaba la retirada de los cohetes en la década de los 60.
En 2006, sin embargo, se inició una intensificación de la cooperación económica y comercial ruso-cubana después de la visita a La Habana del primer ministro Mijaíl Fradkov en septiembre de ese año. Allí se dieron pasos concretos para resolver/distender los puntos álgidos en las relaciones bilaterales, en primerísimo lugar, la deuda cubana. Ambas partes acordaron entonces restructurarla ante la Federación por los préstamos concedidos antes, por un monto de 166 millones de dólares. También se acordó un nuevo préstamo por hasta 355 millones para financiar los suministros de mercancías, obras y servicios rusos.
Ese acercamiento se seguiría profundizando con visitas de alto nivel. En 2009 Raúl Castro viajó a Rusia, la primera estancia de un presidente cubano en alrededor de veinte años en ese país. En esa misma línea, durante la visita del primer ministro ruso Dimitri Medvedev a Cuba, en enero de 2013, se pudo anunciar la condonación parcial y la restructuración parcial de la deuda durante diez años. De acuerdo con economistas, la deuda cubana con la desaparecida URSS ascendía a unos 35 000 millones de dólares, cifra que La Habana no reconocía en su totalidad, por lo que fue motivo de frecuentes desencuentros. Finalmente en 2014 sobrevino un resultado favorable para los cubanos: el gobierno de Vladimir Putin le perdonó a Cuba el 90% de esa deuda, anuncio hecho por el propio presidente ruso en La Habana como parte de una gira latinoamericana de seis días. A cambio, la contraparte cubana prometió que los 3 500 millones restantes serían invertidos en proyectos conjuntos.
Al año siguiente, en agosto de 2015 Miguel Díaz Canel visitaría Moscú, donde resaltó “los históricos lazos de amistad, de familia y verdadera hermandad entre Cuba y Rusia”. Pero al margen de estas declaraciones, ese mismo año (2015) el gobierno ruso decidió suspender la mayor parte de sus convenios de cooperación con Cuba debido, según trascendidos, “a la inacción de las autoridades de la isla”. De acuerdo con el secretario ejecutivo de la Comisión Intergubernamental Ruso-Cubana de Comercio, Cooperación Económica y Científico- Técnica en ese entonces, Oleg Kucheriáyiv, “de 60 proyectos de cooperación apenas funcionaban diez”. Moscú tomó la decisión de suspender una serie de proyectos conjuntos que ascendían a 1 000 millones de dólares. Y en una reunión de la comisión de asuntos internacionales del Senado ruso, Kucheriáviy dijo que la última sesión de la comisión intergubernamental había sido cancelada por el “silencio” y la “dilación” de la parte cubana.
Pero esos problemas serían negociados ante las marcas de una nueva coyuntura adversa: la pandemia, el embargo/bloqueo y la lentitud/ralentización de las reformas internas, imprescindibles sin embargo para el despegue económico. En 2020 el viceprimer ministro cubano Ricardo Cabrisas viajó a Moscú. En una reunión con la presidenta del Senado ruso, dijo: “el bloqueo de Estados Unidos y la pandemia son dos factores que están repercutiendo en nuestra economía e impactan en nuestras relaciones económicas bilaterales, porque a consecuencia de ello hemos tenido algunos atrasos en este año 2020 para cumplir nuestras obligaciones”.
El 19 de febrero de 2022 se produjo la segunda visita a Cuba del viceprimer ministro ruso, Yuri Borísov, dirigida a “continuar ampliando la colaboración bilateral en todas las esferas”. La delegación rusa tuvo “intercambios sectoriales” con los cubanos en materia de transporte, energía, industria y finanzas, una “muestra del potencial existente para el impulso y profundización de las relaciones”. Borísov se entrevistó con el viceprimer ministro Ricardo Cabrisas, quien “agradeció el permanente apoyo y solidaridad” rusos, en especial la ayuda humanitaria y sanitaria suministrada para enfrentar la pandemia de la COVID-19 en la Isla.
De acuerdo con el comunicado oficial, el gobierno cubano mostró su “solidaridad ante las constantes campañas de desinformación y guerra propagandística” de Estados Unidos y su oposición a “las sanciones unilaterales e injustas” de Occidente a Moscú. También se pronunció en contra de la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hacia las fronteras rusas.
Pocas jornadas más tarde, el 23 de febrero de 2022, un día antes de la invasión a Ucrania, el presidente de la Duma, Viacheslav Borodin, comenzó una visita oficial. En efecto, desde principios de 2020 Cuba había dejado de pagar una vez más y había pedido revisar las condiciones, por lo que el gobierno ruso acordó posponer el plazo, pero con el pago de unos 11 millones de dólares adicionales. Por acuerdo de la Duma, la fecha de ese pago quedó dilatada para el año 2027.
Rusia aprueba una prórroga hasta 2027 del pago de los créditos otorgados a Cuba
En la arena internacional, la posición cubana ante la invasión rusa a Ucrania estuvo fuertemente marcada por la pulsión entre la condición de aliado estratégico y la defensa de la soberanía de los países pequeños. Una verdadera cuerda floja diplomática planteada por primera vez durante la invasión a Checoslovaquia en 1968.
Si bien el gobierno cubano responsabilizó a Occidente por crear las condiciones que condujeron a la crisis al ignorar las advertencias rusas sobre la expansión de la OTAN, lo cierto es que no respaldó la invasión en la Asamblea General de la ONU, que la condenó por un margen 141 votos en contra y 34 abstenciones (hubo solo 5 votos a favor). La representación cubana subrayó en ese foro la “inobservancia de los principios legales y las normas internacionales” por parte de Rusia. Y enfatizó: “Cuba suscribe y apoya con fuerza esos principios y normas, que son, en particular para los países pequeños, una referencia fundamental para combatir la hegemonía, el abuso de poder y la injusticia”. Finalmente, reiteró el llamado a una solución negociada del conflicto “que garantice la seguridad y la soberanía de todos y aborde las preocupaciones humanitarias legítimas…. Cuba siempre defenderá la paz y se opondrá inequívocamente al uso o amenaza del uso de la fuerza contra cualquier Estado”.
A otro nivel, el panorama es distinto. Los apoyos a la invasión rusa a Ucrania están fuertemente enraizados en la relación aquí sumariamente esbozada y en ese renganche. Y además en una nostalgia soviética que se percibe claramente cuando se accede a ciertos emisores en las redes sociales, generacionalmente ubicados en los 60-70 años de edad y muchas veces egresados de universidades e institutos de la URSS. Esos apoyos comienzan por validar la nomenclatura rusa oficial de la invasión (“operación militar especial”) y las informaciones sobre el curso de la guerra procedentes de fuentes oficiales/oficiosas, una de ellas RT, una de las dos emisoras no cubanas a las que el público tiene acceso en sus receptores de TV (la otra es TeleSur).
Y discurren también por la socialización de una idea profundamente equivocada: lejos de ser un conflicto geopolítico de Rusia con la OTAN, la invasión a Ucrania es una suerte de segunda Gran Guerra Patria. Dicho en otros términos, con esto se valida el constructo oficial ruso de que se trata de una lucha contra un gobierno al que se califica de “nazi” a partir de la presencia en ese país del Batallón Azov, una especie metonimia que se utiliza en lo político para lograr apoyo de los corazones y las mentes a un acto de fuerza contra un país que se declaró independiente el 24 de agosto de 1991, cualesquiera sean sus problemas internos.
Al final del día, Rusia es uno de los diez primeros socios comerciales de Cuba. Y también una suerte de paraguas reciclado y ajustado ante un orden mundial crecientemente adverso. Un problema, en breve, de realpolitk, aunque no exento de viejas afinidades electivas que andan por ahí.
Tremendo trabajo. Gracias a OnCuba y al autor. Que se repita en otros temas!