Los vuelos a Cuba en la nueva normalidad

Todos los aeropuertos internacionales cubanos reabrieron sus puertas a los vuelos comerciales a mediados de octubre, a excepción del José Martí de La Habana, que lo hará finalmente el próximo domingo 15 de noviembre.

Foto: Mónica Rivero

Cuba cumple ya un mes en la “nueva normalidad”. Al menos, casi toda la Isla. Desde el pasado 12 de octubre la mayoría de las provincias cubanas entraron oficialmente en ese estatus, que persigue potenciar la economía tras meses de pandemia de coronavirus, aunque sin descuidar la vigilancia epidemiológica y las medidas higiénico-sanitarias para evitar una nueva oleada de la COVID-19.

Solo Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Pinar del Río —que debió retroceder ante un fuerte rebrote de la enfermedad—, se mantienen en la fase de transmisión autóctona limitada; en tanto La Habana, aun cuando ha mostrado indicadores favorables en las últimas semanas, continúa en la fase 3 de la etapa recuperativa, en la que ya muchos de los servicios y actividades han sido restablecidos.

Como parte de esta normalización de la vida en el país, todos los aeropuertos internacionales cubanos reabrieron sus puertas a los vuelos comerciales a mediados de octubre, a excepción del José Martí de La Habana, que lo hará finalmente el próximo domingo 15 de noviembre. Antes, ya habían sido autorizados los de los polos turísticos de los cayos adyacentes a la Isla, los únicos que hasta ese momento ofrecían sus servicios al turismo internacional, aunque en la práctica solo lo hacía el de Jardines del Rey, en la cayería norte del centro de Cuba. Este comenzó sus operaciones regulares en septiembre con vuelos desde Canadá, a los que este mes se sumaron otros procedentes de Rusia.

Para su reapertura, los aeropuertos fueron sometidos a trabajos de reparación y adecuación a las nuevas condiciones epidemiológicas, tras lo cual recibieron la certificación del Ministerio de Salud Pública (Minsap). También establecieron un estricto protocolo sanitario, que incluye una declaración obligatoria de sanidad por parte de los viajeros, la toma de temperatura y la realización de una prueba de PCR a la llegada al país, la desinfección de los equipajes, y el reforzamiento del distanciamiento físico en las áreas interiores y exteriores de las terminales aéreas.

Además, según apuntó el primer ministro cubano Manuel Marrero, al explicar la nueva estrategia de enfrentamiento a la COVID-19 en la Isla, los visitantes extranjeros “irán a sus hoteles y allí serán observados por las autoridades sanitarias. Mientras tanto, los nacionales cumplirán su aislamiento en sus hogares e igualmente recibirán la atención por el sistema primario de Salud”.

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Reinicio paulatino

Tras la autorización para su reapertura y con la aplicación de las medidas de bioseguridad establecidas, los principales aeropuertos cubanos han reiniciado paulatinamente sus operaciones.

El Ignacio Agramonte de Camagüey, por ejemplo, retomó su accionar el pasado 20 de octubre con la llegada de un vuelo desde Cancún, México, de la aerolínea Viva Aerobus, la cual ha aumentado de dos a cuatro sus frecuencias semanales —ahora llega los lunes, martes, viernes y sábados a la terminal camagüeyana— una cifra que planea duplicar en la segunda quincena de este mes. Además, desde el próximo 19 de noviembre la aerolínea Fly AllWays volverá a conectar Camagüey con Surinam cada jueves, según la Agencia Cubana de Noticias, y otros podrían llegar más adelante con el avance de la temporada turística.

Mientras, el aeropuerto Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, —que en los últimos meses se había mantenido operando vuelos no comerciales y humanitarios— también reinició sus labores regulares en la segunda quincena de octubre con viajes desde y hacia varios destinos. InterCaribbean Airways comenzó a conectar a la urbe santiaguera con República Dominicana y Jamaica; Viva Aerobus, con el balneario mexicano de Cancún; Sunrise Airways, con Haití; y desde este 10 de noviembre, Cubana de Aviación lo hace con Madrid todos los martes. Además, el aeropuerto santiaguero también espera más vuelos de países como Surinam, Italia y Canadá, en la medida en que incrementa su accionar.

El Juan Gualberto Gómez, del balneario de Varadero —principal destino de sol y playa de Cuba y uno de los más reconocidos del mundo— ya comenzó también a carburar desde el pasado 25 de octubre, cuando recibió a sus primeros turistas internacionales provenientes del Reino Unido. A partir de entonces, además de los vuelos desde Londres, gestionados por el grupo turístico anglo-alemán TUI, también ha empezado a recibir viajeros desde México, Canadá y Alemania, en este último caso a través de la aerolínea Cóndor, que vuela desde Dusseldorf y Frankfurt. Y es presumible un incremento de sus operaciones con más vuelos desde estos y otros puntos del planeta durante la temporada alta del turismo, en especial de Europa, a menos que la pandemia lo imposibilite. 

Por su parte, el Frank País de Holguín —por el que llegan los visitantes con reservas en otro importante polo turístico cubano, el de Guardalavaca— comenzó a recibir nuevamente vuelos comerciales el pasado 2 de noviembre con la llegada de un avión de la aerolínea Sunrise Airways, procedente de Haití. Esta conexión aérea tiene tres frecuencias semanales, los lunes, miércoles y viernes, en tanto dos vuelos semanales llegan también ya desde las ciudades canadienses de Toronto y Montreal gracias a la aerolínea Air Transat, y otros pueden incorporarse a corto plazo, al igual que en el aeropuerto Abel Santamaría, de Santa Clara. Este último iniciaba también ya sus operaciones regulares este mes, con la llegada de los primeros turistas del polo Cayo Santa María, al norte de Villa Clara. Entre las aerolíneas esperadas está la canadiense OWG, que volará igualmente a Holguín y Jardines del Rey.

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En todos estos aeropuertos, y también en el de la capital, rigen las mismas normas aduaneras —que no necesariamente son las mismas de las aerolíneas, por lo que deben cotejarse con las de estas—, las cuales están condicionadas ahora por las regulaciones internacionales establecidas a raíz de la pandemia. Por tales motivos, en Cuba está permitida la entrada de dos maletas de hasta 32 kg de peso, además de un equipaje de mano de hasta 10 kg. Además, se mantiene la importación de hasta 10 kg de medicamentos, libres de pago, y de otros productos, con un límite de 1.000 pesos —según los valores de los productos establecidos por la Aduana cubana—, pero en la modalidad de carga no acompañada a través de una agencia de envíos, los que deben despacharse con antelación al viaje.

De excederse las cantidades establecidas, el equipaje o la carga con sobregiro de peso será devuelto al aeropuerto de origen por la aerolínea y en caso de que esta no lo haga en un plazo de un mes, entonces las autoridades aduanales pueden decomisarlo por abandono.

¿Y La Habana?

El anuncio oficial de la reapertura del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana el próximo 15 de noviembre terminó con semanas de especulaciones y rumores. El reinicio de las operaciones regulares del aeródromo habanero, principal puerta de entrada a Cuba y el único que puede recibir vuelos desde Estados Unidos, era una noticia largamente esperada dentro y fuera de la Isla, y dejará atrás una sequía de ocho meses sin operaciones comerciales, tras el cierre de las fronteras cubanas como medida preventiva ante la COVID-19.

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Aunque en teoría, por la fase de la desescalada en que se encuentra la capital cubana desde hace ya un mes, el José Martí hubiese podido estar ya abierto, las autoridades cubanas manejaron este paso con hermetismo y cautela, y optaron por mantener hasta ahora solo los vuelos humanitarios y de carga mientras se realizaban remodelaciones y retoques, y se ultimaban los detalles organizativos. No obstante, desde hace unos días comenzaron a dar señales de que la reapertura no demoraría mucho.

Foto: Mónica Rivero

El propio primer ministro, Manuel Marrero, en un encuentro con turoperadores alemanes a inicios de este mes, aseguró que el aeropuerto habanero entraría en operaciones “en los próximos días”, mientras que medios de prensa y entidades de la aviación confirmaban que sus instalaciones estaban “listas para operar”. Así lo hicieron el lunes la Empresa Cubana de Aeropuertos y Servicios Aeroportuarios (ECASA) y el periodista oficial Bernardo Espinosa, quienes aseveraron que las terminales dos y tres del José Martí de La Habana, estaban ya habilitadas para reabrir sus puertas con los necesarios protocolos de bioseguridad. Ello disparó los rumores sobre su presunta reapertura este miércoles —una notificación (Notam) previa de la Empresa Cubana de Navegación Aérea había fijado el cierre hasta el martes 10—, algo que finalmente no sucedió, hecho en el que pudo haber incidido la cercanía a la Isla de la tormenta tropical Eta.

Días atrás, Julio Alberto Alonso, el director de ECASA, ya había explicado en una reunión del Consejo de Defensa Provincial de La Habana, que las operaciones se iniciarán por la Terminal Tres y luego se incorporarían la Dos y la Uno, esta última dedicada a vuelos nacionales y que, como las otras dos, también “recibió beneficios constructivos”. Entonces dijo que en el aeropuerto habanero se realizaron “intensas remodelaciones” y se adoptaron normas sanitarias que fueron puestas en marcha en los recibimientos de los vuelos humanitarios y sirven de experiencia para la reapertura oficial.

Sin embargo, la nota del Instituto de Aeronáutica Civil publicada este martes solo afirma que “se ha decidido reiniciar las operaciones aéreas comerciales, regulares y chárter en el Aeropuerto Internacional José Martí” y no detalla qué terminales comenzarán a operar “el próximo 15 de noviembre a las 00 horas”. Ante esta duda, OnCuba se comunicó con la pizarra informativa del aeródromo habanero, la que confirmó que en principio abriría la Terminal Tres, la cual acogería de momento los vuelos internacionales, y la Dos se sumaría más adelante. La Uno, por su parte, comenzará sus labores el próximo lunes, con el reinicio de las conexiones entre La Habana y las ciudades orientales de Santiago de Cuba y Holguín, en tanto se mantienen la de la capital cubana y la Isla de la Juventud.

Pero más allá de las terminales que ahora reabran, son numerosas las aerolíneas que esperaban la noticia para comenzar a volar a La Habana, lo mismo desde Europa y América Latina que de Canadá y Estados Unidos, donde reside una nutrida comunidad de emigrados de la Isla. Por ello, se habían mantenido al tanto de las notificaciones oficiales, sin cerrar la puerta a las informaciones extraoficiales, y no pocas habían comenzado a vender boletos a Cuba, teniendo que reprogramar varias veces sus vuelos. Este es el caso de las estadounidenses American Airlines y JetBlue que han ido posponiendo sus viajes en espera de la voz oficial de arrancada. Mientras, otras como las españolas Iberia y Evelop, la francesa Air France y la panameña Copa Airlines, ya han ido anunciado sus operaciones a la capital cubana a partir de la fecha señalada y explicando a sus clientes las indicaciones que deben seguir para volar a la Isla.   

Protocolos sanitarios y el PCR de la discordia

Como parte del protocolo establecido para su entrada en funcionamiento, los aeropuertos cubanos —incluyendo el de La Habana— han establecido un grupo de normas de bioseguridad, basadas en las indicaciones del gobierno y el Minsap, así como en las recomendaciones del grupo de trabajo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), según explicaron recientemente autoridades de la Isla en una reunión virtual sobre recuperación aeronáutica en los estados de Norte, Centroamérica y el Caribe.

La intención de estas disposiciones, de acuerdo con la nota oficial sobre la reapertura del Aeropuerto Internacional José Martí, es “garantizar la salud y la vida de sus nacionales, así como de los extranjeros que nos visiten, ratificándose como un destino seguro, cuyos resultados en materia de enfrentamiento a la pandemia son reconocidos a nivel internacional”.

Entre las medidas adoptadas se cuentan el uso obligatorio de las mascarillas o nasobucos para viajeros, acompañantes, empleados —quienes también utilizan otros medios de protección en dependencia de su labor— y otras personas presentes en las terminales aéreas, así como mantener el distanciamiento físico requerido en las diferentes áreas e instalaciones de las mismas. También la desinfección y limpieza de manos, equipajes, cargas, aeronaves y superficies, la y la evaluación médica y el control de temperatura de los viajeros y trabajadores, quienes de presentar más de 37 grados u otra sintomatología sospechosa serán trasladados a una sala de asilamiento temporal y luego a una institución de salud.  

Además, solo los pasajeros podrán entrar al interior del aeropuerto, a menos que necesiten de un acompañante por alguna discapacidad, mientras que los familiares o allegados que acudan a despedirlos o recibirlos deberán permanecer, en una cantidad reducida, en los portales y zonas exteriores. Las áreas para el estacionamiento de los autos y taxis también están reguladas.

Como ya se ha explicado, todos los viajeros que arriben a Cuba deben presentar una declaración obligatoria de salud y se les realizará una prueba de PCR para la detección del coronavirus SARS-CoV-2. Esta última ha sido la manzana de la discordia debido a su posible cobro por parte de las autoridades cubanas. Aunque inicialmente no fue dada una comunicación oficial al respecto, agencias de viaje y medios alternativos divulgaron que estas pruebas serían gratuitas para turistas y cubanos residentes en la Isla, mientras que los cubanos residentes en el exterior tendrían que pagar 50 dólares estadounidenses (USD) por ella, mediante tarjetas magnéticas, lo que generó críticas y controversias en las redes sociales.

Sin embargo, en la medida en que los aeropuertos cubanos fueron reabriendo, medios de prensa estatales publicaron, como parte de informaciones asociadas con el reinicio de las operaciones aéreas y los protocolos sanitarios aplicados, que los test diagnósticos eran gratuitos para todos los viajeros como una manera de “brindarles seguridad”. Incluso un reporte de hace apenas tres días sobre los vuelos internacionales en la terminal aérea de Camagüey tras el paso de la tormenta tropical Eta así lo reiteraba.

Pero la información oficial sobre la próxima reapertura del aeropuerto habanero ha vuelto a cambiar la bola. En ella se afirma que “según lo dispuesto por las autoridades de Salud Pública, a partir de esta fecha (15 de noviembre), se ha previsto el cobro de una tarifa sanitaria, con el objetivo de cubrir los costos de los protocolos implementados”. La nota, sin embargo, no especifica a cuánto ascenderá esta tarifa ni qué servicios incluye. Tampoco quienes deberán pagarla —si todos los viajeros o solo los no residentes en el país—, ni cómo se efectuará este pago, ni si esta medida aplica solo para el aeropuerto de La Habana o será extensiva a todas las terminales aéreas cubanas.

Hasta el momento, estas interrogantes no han sido aclaradas públicamente, ni por los medios de prensa oficiales ni por las autoridades e instituciones competentes, lo que a solo días de la entrada en vigor de esta disposición mantiene un manto de incertidumbre sobre el tema. Por ello, OnCuba se comunicó con la Corporación de la Aviación Cubana S.A. (CACSA) —que engloba a las diferentes empresas estatales del sector aéreo—, donde aún no tenían una respuesta sobre este particular, y también con el aeropuerto José Martí, cuyo departamento de Salud Pública dijo no tener todavía especificaciones al respecto, las cuales están a cargo de la empresa Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos —con la que intentamos contactar infructuosamente— y deben estar públicas antes de la reapertura del aeródromo este domingo.

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Riesgos y responsabilidades

Pero el protocolo sanitario para los viajeros que llegan a Cuba desde el exterior no finaliza en las terminales aéreas. A su llegada a la Isla, estos deben especificar el sitio al que se dirigen —hotel, casa de renta, casa de familiares o amigos— y allí deben mantenerse aislados hasta tanto se conozca el resultado de la muestra nasofaríngea que le fue practicada en el aeropuerto, e incluso más.

De acuerdo con las autoridades cubanas, esta previsto que este resultado esté a las 24 o 48 horas de realizado el test diagnóstico, pero el aislamiento debe extenderse al menos a los cinco días posteriores al arribo, en los que los viajeros deberán prescindir de fiestas, reuniones familiares u otros eventos sociales y mantenerse en sus hoteles o domicilios, donde serán chequeados periódicamente desde la atención primaria de salud. De ser positiva su prueba de PCR, serán ingresados y sus contactos aislados, sometidos también a un test diagnóstico y mantenidos en vigilancia hasta tanto el resultado confirme o descarte su infección con el SARS-CoV-2.

Por todo lo anterior, el gobierno cubano ha llamado a mantener una vigilancia estricta sobre los viajeros y a explicarle minuciosamente a estos sobre los riesgos de una actitud irresponsable, tanto para su salud como para la de las personas con las que tengan contacto tras su llegada al país. En el caso específico de la capital, y ante el volumen de operaciones que comenzará a tener nuevamente el aeropuerto José Martí, las autoridades habaneras han catalogado la etapa que se inicia este domingo como “un desafío”, el cual consideran solo podrá ganarse “con un sistema de control minucioso y permanente de los viajeros”.

No se trata en lo absoluto de una apreciación ociosa. Para que se tenga una idea, en los primeros diez días de noviembre, Cuba reportó 494 casos positivos de la COVID-19, de los cuales 86 fueron importados, es decir, tuvieron su fuente de infección en el extranjero, lo que representa un no despreciable 17,4%. Pero si se suman los 58 contagios detectados al cierre de este miércoles, estas cifras suben a 552 y 112, lo que eleva el porcentaje de casos importados en este mes por encima del 20%. Y es altamente presumible que esos registros se incrementen una vez que reinicie sus operaciones comerciales el aeródromo habanero, lo que no solo preocupa a las autoridades sino también a parte de la población.

La reapertura del Aeropuerto Internacional José Martí será, por tanto, una prueba de fuego para Cuba, en momentos en que gran parte de su territorio vive ya la “nueva normalidad” y los casos de COVID-19 muestran una meseta, aun cuando el riesgo de rebrotes sigue presente, como lo demuestra lo sucedido en las últimas semanas en Pinar del Río. La realidad dirá entonces cómo el retorno de los vuelos regulares a La Habana pudiera incidir o no en este escenario, y cuán eficaces serán en este nuevo escalón los protocolos sanitarios de la Isla, los mismos que hasta ahora han permitido mantener mayormente a raya la enfermedad.

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