Hasta cerca de la calle Línea no hay muchos indicios del cambio: solo rachas de viento y un tráfico más agitado de lo habitual, bajo un sol que no parece de invierno. Pero más allá de esta avenida, el paisaje es otro.
El mar, como tantas otras veces, ha vuelto a saltar con fuerza el malecón de La Habana y avanza tierra arriba, ahogando desagües y arrastrando los desperdicios que encuentra a su paso.
A las 10:00 de la mañana, las aguas ya habían entrado varias cuadras, en algunos puntos más rápido que en otros, y amenazan con llegar a la simbólica frontera de Línea y la Avenida de los Presidentes, donde la policía impide el paso de todos los vehículos.
Mientras, brigadas de trabajadores estatales recogen los depósitos de basura y limpian los desagües que todavía están a su alcance. Desde que se anunció la inundación, dos días atrás, lo han estado haciendo, pero la fuerza del mar y la suciedad endémica de la zona han frustrado parte de sus esfuerzos.
Las marejadas, aunque pronosticadas con antelación, no dejan de alarmar a los vecinos.
“Uno nunca se acostumbra”, comenta Migdalia, quien asegura haber sufrido ya “unas cuantas inundaciones”.
“Anoche no pude dormir pensando en esto”, dice mientras observa con angustia cómo el agua sube desde la calle 3ra hasta 5ta, a los pies de su casa, donde “ya todo está preparado desde ayer, pero nunca se sabe”.
También afirma estar “muy preocupada” Yamilka, que contempla la marea oscura que llega a la esquina de 5ta y C, y promete seguir subiendo rápidamente.
“Por televisión dijeron que las penetraciones más fuertes serían después del mediodía, pero empezaron antes –explica–. Esta tarde no hay quien se mueva por aquí”.
Turistas y estudiantes de la beca universitaria de F y 3ra, parecen coincidir con Yamilka y, mochilas y maletas en mano, escapan raudos de esta parte del Vedado, donde ya no pueden entrar autos y algunos, incluso, han quedado atrapados por la crecida.
Más tranquilo luce Ovidio, para quien “guerra avisada no mata a soldado”.
“No es la primera ni será la última”, dice y cuenta que subió sus colchones y varios equipos hasta la altura máxima a la que otras veces ha subido el agua, y que otros equipos los llevó a un apartamento en los altos en su edificio de la calle C.
“Quienes vivimos por aquí ya tenemos la casa preparada, porque al menos una o dos veces al año se mete el mar”, comenta y explica que muchos de los que habitan en las plantas bajas han levantado muros y preparado vallas para momentos como este.
“No creo que esta vez llegue a ser como cuando [el huracán] Irma, dice. Esa vez sí fue muy fea la cosa.”
“Pero aún así es bien pesado”, le responde un vecino, que acaba de cruzar 3ra con el agua por los tobillos. “El mar se mete en los parqueos y contamina las cisternas” de los edificios, por lo que “hay que tener tanques preparados porque no se sabe cuántos días podemos estar después sin agua”.
“Si yo consiguiera una permuta, me mudara”, dice, convencido.
El día avanza y con él las aguas. Desde varias cuadras de distancia se ven olas de varios metros pasando por encima del malecón, cuya avenida está ya totalmente tapada.
Más temprano, no pocos cubanos y turistas llegaron hasta cerca del muro a filmar y “bañarse”, pero ya sobre las 11:00 AM, los curiosos han ido subiendo en dirección a Línea, empujados por las aguas.
Mientras, los vecinos de las partes más altas, miran hacia abajo expectantes. Algunos conversan en grupo, mueven cosas, e incluso varios niños juegan en medio de la inquietud de sus padres.
“Yo creo que esta vez nos toca –asegura un hombre a la altura de 7ma y E–. Ojalá y baje tan rápido como viene subiendo, porque si no, no sé qué nos vamos a hacer. ¿El mar no podía esperar a que pasara el fin de año?”.