Modelo Occidental. Pistoletazo de salida, parto asistido, nacimiento, primera foto, amor, música de Mozart para estimular el cerebro y formar niños genios, leche vitaminada para no amamantar, clases de piano, de dibujo, de ballet y hasta de bicicleta. 5 años, ya es tiempo para los idiomas. Inglés ya ni se cuenta. Necesitamos algo más exótico. Francés suena bien, alemán es buena idea, que es el idioma de los grandes de la Unión Europea. Los que realmente quieren llegar lejos eligen chino, el gran gigante asiático que se va comiendo el mundo como Pacman y es el complemento circunstancial de lugar de todas las oraciones que empiezan con “Made in…”. La carrera para el “futuro” empieza desde la lactancia. Ese futuro se divisa lejano, pero parece robusto. Vamos saltando las vallas del videojuego de la vida escolar, primaria, secundaria, bachillerato / preuniversitario / high school y se acerca casi el fin, la tan esperada Universidad (música triunfal de fondo).
La Universidad entra en escena en medio de fiestas, celebraciones, abrazos de los padres y grandes discursos en Facebook que divulgan el gran triunfo y sus detalles. Carrera que se ha elegido, ciudad de acogida, menciones especiales de agradecimientos y la promesa de un futuro de oro. Cuando pisas tu facultad por primera vez el estómago te anuncia que ya estás llegando al final del videojuego, en donde salvas a la princesa y se elevan unos globos a medio inflar en señal de triunfo. En tu juego lo que pasa es que te gradúas en una ceremonia de iniciación a ese “futuro” idílico por el que te has levantado temprano desde que eras un niño. Cuando recoges el diploma en medio de ovaciones y gorros voladores un flash de las cámaras se cuela en tus ojos y surte el mismo efecto en ti que el que tiene en los epilépticos. Te deja en stand by y por un instante escapas del salón azul elegido para el esperado evento. Te lleva atrás y recuerdas la primera clase de piano, las de idiomas, tu madre diciéndote cuál sería el próximo paso, la próxima valla a saltar en el videojuego.
Tú te sentías poderoso, lo estabas haciendo bien y superabas con estrella roja cada uno de los obstáculos. Tu vista era tan pequeña como tu número de pie, seguro habrá excepciones, lo digo por los miopes y por los patones, pero volviendo al tema que me preocupa, nuestra vista era corta y aun estábamos en la tubería de agua que desemboca en el mar enorme. Nos sentíamos protegidos, lo teníamos todo bajo control y no había miedo del futuro porque las notas nos hacían sentir Premio Nobel.
Regresas de tu estado de inconciencia provocado por el flash de la cámara de tu padre, no sabías que eras alérgico a los fotones de luz, hay tantas cosas que no sabías de ti… Sales temblando de la sala azul y de tu vida de estudiante.
La tubería de agua en la que estabas felizmente sumergido y en la que solo había una dirección posible te escupe al océano que te recibe furioso, tal y como te lo contó Ernest Hemingway, pero no le creíste, para ti todo sería más fácil, Ernest seguramente no tuvo clases de piano, esa es la clave. El agua está fría, pero esperas no ahogarte. Hay infinitas ofertas de trabajo, pero no logras alcanzarlas. El mar está lleno de peces, pero no son para ti. Quieres volver a la tubería, donde todo era más fácil y parecías apto para todo. Nadie te enseñó a decidir entre tantos caminos ni cómo caerles bien a tus compañeros de trabajo que parecen espermatozoides luchando por llegar antes a la meta. Al final las clases de piano no eran tan importantes, a mis hijos los meto en natación.
Una interesante descripcion de la realidad….
Genial. Es increíble cómo nos dedicamos a fastidiarnos la vida por un “futuro prometedor”. Tal parece que competimos en una carrera de velocidad hacia la muerte. Menos mal que soy de los que siempre prefirió nadar. Es mucho más lento que correr. Sudas menos y te relajas más.
Cual es la moraleja de este articulo?
No entendi casi nada del sentido del artículo, pero me parece genial que tanta belleza según el modelo occidental este escribiendo para la revista y que lo siga haciendo. Al final las clases de piano son importantes, al igual que la natación, a mis hijos los metería en los que ellos quieran, pero siempre explicandoles que hay que disfrutar el camino y no solamente la meta. Al final todos salimos de un espermatozoide y de un ovulo, y de ambos hay que estar orgullosos y seguir su ejemplo.