Ni con Dios, ni con el Diablo: con Cuba

Foto: Amílcar Pérez Riverol

Foto: Amílcar Pérez Riverol

¡No es consecuente criticar los errores políticos de los gobiernos de “izquierda” en Latinoamérica y al mismo tiempo simpatizar con Podemos o, siquiera, con algunas de las ideas de su líder Pablo Iglesias!— me grita, más que escribe, un amigo por el chat de Facebook, ahora que ya no podemos sentarnos en El Carmelo, cerveza indocumentada de por medio, a discutir de estos temas.

Otro, no menos vehemente, previo al derbi madrileño de este martes en Champions, me dispara “revísate”, aunque matiza con un “hermano”, que es casi un acto obsceno defender la convivencia del béisbol nativo y del fútbol foráneo, como pasiones nacionales de valor equivalente. Y para completar, ayer un tercer socio me comparte un coctel de videos sobre lo que ha estado aconteciendo con las delegaciones de cubanos —fíjense que no digo delegaciones que representan a Cuba— en los Foros Paralelos a la VII Cumbre de la Américas, en Panamá. Este, además, me exige un posicionamiento a la izquierda o a la derecha, ofreciéndome la nada como centro.

Mis socios son víctimas o abanderados de la vieja filosofía de con Dios o con el Diablo. El conmigo o contra mí. La dictadura del bipolarismo conductual -y mental-, que termina por crear sociedades enteras de código binario. Mis socios no padecen solos. Parte de nuestra sociedad, me refiero tanto a la de intramuros —del Malecón— como de extra, tiene todavía un grave padecimiento de estructuración ideológica bipolar. Y no hablo  solamente  de definiciones políticas, esas que suelen acalorarnos con mayor periodicidad e intensidades. Me refiero a otras igualmente importantes.  Aunque hemos avanzado mucho en los últimos años, seguimos siendo una sociedad de Fresa o Chocolate, allí donde siempre hubo y por supuesto hay, vainilla, coco y hasta naranja-piña. Seguimos siendo una sociedad de negro y blanco, allí donde hubo un Guillén, donde simplemente hay cubanos, seres humanos. Seguimos siendo una sociedad que adora el diagnóstico de oficialistas y mercenarios y que aún peor, hace de ellos los únicos gérmenes responsables de lo que ha engrosado durante años su historia clínica.

Resultan interesantes los límites a los que puede llevarnos la creencia en esta filosofía de “con los indios o con los cowboys”. Una filosofía que es por naturaleza beligerante, que se inflama donde alguien menciona el vocablo conciliación. Por estos días, cuando se sellan pactos de paz, donde la guerra fría da lugar a la diplomacia caliente, los abanderados del bipolarismo cavan con más fuerzas su trinchera, sin darse cuenta que en cada “palazo” esa trinchera toma con más claridad formas de sepulcro. Así como sus ideas y actitudes, formas de cadáver. La biología, esa madre que no entiende de dioses ni diablos, dicta que mientras más diverso sea el abanico genético de una población, mayores opciones tiene de subsistir y tener éxito. Contra la biología, acoto, nada, -ni nadie- puede. Lo dejo ahí. Con sus propias reglas, las sociedades civiles no escapan a esta ley biológica y eso debieron entenderlo hace muchísimo tiempo quienes desde los extremos quisieron imponernos el dipolo. La sociedad cubana toda, más allá de las clasificaciones, va a sobrevivir y lo hará, como lo predice la biología, a pesar de los inadaptados que insistan en hacerla bipolar. La endogamia ideológica, desde el extremo que sea, no tiene futuro en Cuba, ni fuera de ella. No va a sobrevivir.

Así que respondí a mis socios, invitándolos a salir del blanco o negro, a participar de todo el rango de tonalidades que se abre ante nuestra sociedad. Invitándolos a la lucha de evitar que vuelvan a llover huevos o “pin pon fueras”, como marines sobre la cabeza de Martí. Invitándolos a no ser cómplices de los que por estos días en Panamá, desde sus extremos que están a nada de tocarse, desde posturas fundamentalistas, han vuelto a representarse sólo a sí mismos y dejaron fuera a la nación. A no ser soldado en una guerra que quieren mantener unos pocos cuando ha llegado el tiempo en que nos sentamos a dialogar, lo escribo de nuevo, dialogar, sobre —como escribió Silvio Rodríguez— “la paz del futuro”. La peor de las guerras es la que insisten en alimentar aquellos que tienen en ella su razón de ser. Y eso no es la mía, no es la nuestra.

Espero con tremendas ganas el derbi de Madrid de esta semana. Con las mismas con que disfruté la lucha Isla-Ciego de Ávila por el título de la serie nacional.Coincido mucho y, por supuesto, también discrepo con algunas ideas de Pablo Iglesias, mientras sostengo con fuerza la importancia que para el fin de la polarización bipartidista tiene el surgimiento de Podemos. Eso, mientras observo a Raúl Castro y Barack Obama separados por poco más que el espacio de una mesa, y poco menos  de sus historias, que sonríen a la prensa y dialogan, repito, dialogan del futuro.

¿Dónde está Dios y dónde el Diablo? No sé. Yo sólo sé dónde quiero, y no, que esté Cuba.

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