Puedo decirles que sí, aunque parezca increíble. Y ha ocurrido además, no sólo en otros lugares del mundo, sino también en La Habana.
Los reportes de estos raros objetos que caen a tierra junto con la lluvia datan de tiempos muy antiguos. Por supuesto, no quiere decir que “lluevan” igual que el agua en la lluvia. Pero fuertes circulaciones de vientos como trombas marinas y tornados pueden alcanzar la fuerza suficiente para levantar animales, personas, árboles y casas pequeñas dentro de su circulación. Por supuesto que los más débiles también pueden levantar objetos de menor peso, tales como peces, moluscos, caracoles y hasta sapos por donde pasan.
Tenemos el caso de varias trombas marinas que se originaron en una línea de tormentas prefrontales, antecediendo a un frente frío, en el sudeste del golfo de México el 29 de abril de 1979. Los pescadores definen a la tromba marina como que “la nube baja a tomar agua”. Una tromba marina es muy similar a un tornado. Las principales diferencias son de que se forman en el mar, son más débiles y su formación y desarrollo es algo diferente.
Lo que ocurre es que en la nube con forma de embudo, generada por condensación en el aire que gira a velocidades entre 300 y 500 km/h alrededor de un centro de presiones muy bajas, la baja presión en el centro succiona todo lo que se encuentra debajo, algo así como una aspiradora hace con el polvo y los papeles. En la tromba marina, el agua de mar se eleva como una columna hasta determinada altura dentro del embudo, como si fuera un absorbente con el que se toma un refresco, y junto con la columna de agua van peces, crustáceos, caracoles y otros objetos que se encuentran en el agua. Estos se mantienen suspendidos en lo alto mientras exista la tromba y esa baja presión en su centro los mantenga sin caer.
El día que les comento, el 29 de abril de 1979, una tromba marina generada dentro de la línea de tormentas prefrontales, entró a la línea de costa. La tromba marina se debilitó rápidamente por el rozamiento con la rugosidad de la tierra. Y cuando se fue destruyendo la tromba, no podía ésta ya aguantar lo que tenía suspendido en el aire, y entonces lo dejó caer… sobre La Habana. Ese día los pobladores de la Habana Vieja, observaron sorprendidos cómo con la lluvia, caían también pequeños peces, moluscos y caracoles.
El grillo termómetro
Se ha observado que la frecuencia del canto o “cric cric” que emiten los grillos varía con la temperatura. Con ello, se puede tener un estimado no demasiado exacto, pero sí aproximado, de la temperatura ambiente.
Es bastante difícil evitar escuchar el cric cric con el que estos animalitos intentan atraer a las hembras, ya que sólo los machos “cantan” y con ese propósito, fundamentalmente. Para producir un sonido tan peculiar, estos insectos levantan ligeramente sus alas y las frotan una contra la otra. Este “canto” tiene varias particularidades. Una de ellas es que resulta bastante complicado saber desde dónde viene el molesto sonido. Es que la longitud de onda del cric cric es casi igual a la distancia que separan nuestros oídos,y por ello tan difícil establecer la localización de un grillo.
En los grillos, según aumenta la temperatura ambiente se eleva la frecuencia, o número de veces, en que se produce el cric cric.
El físico y profesor universitario estadounidense Amos Dolbear hizo su descubrimiento tras observar al grillo del árbol nevado (Oecanthus niveus). Sus trabajos fueron publicados en 1987 en The American Naturalist bajo el título de “The Cricket as a Thermometer”, o “El Grillo como Termómetro”, en el cual ofrecía fórmulas para el cálculo.
Según Dolbear, el macho de Oecanthus niveus efectúa 80 cric crics por minuto con temperaturas de 15 grados Celsius. Esta frecuencia sube hasta 120 cric crics o chirridos con temperaturas de 21 grados.
¿Y por qué cantan los grillos más rápidamente cuando hace más calor? En realidad todos los animales de sangre fría, como es el caso del grillo, llevan a cabo sus funciones a mayor velocidad cuando la temperatura del entorno es más elevada. No es un fenómeno biológico, sino químico. Los organismos vivos responden a muchas reacciones químicas y éstas, por lo general, se llevan a cabo más rápidamente a temperaturas más altas.
Así los grillos chirrían con una frecuencia directamente proporcional a la temperatura ambiente. Y conociendo la temperatura en unos momentos dados se pudieron deducir fórmulas para hacer el cálculo. Estas fórmulas son lo suficientemente precisas como para poder conocer la temperatura ambiente casi con la misma precisión que un termómetro de mercurio. En grados Celsius o centígrado, una de las fórmulas más usadas es la siguiente:
Obviamente, el principal escollo a la hora de usar un bicho de estos como termómetro es contar con la suficiente precisión la cantidad de cric crics que emite durante un minuto. Algunos, más perezosos, recomiendan realizar dicha cuenta.
¿Y cómo saber a qué distancia cayó un rayo?
La velocidad con la que se propaga el sonido depende de la naturaleza del gas y de la temperatura. En el caso del aire, que es una mezcla de gases, depende también de la humedad relativa del aire. El sonido en el aire se propaga más rápido con el aumento de la temperatura y ligeramente más rápido con el incremento de la humedad relativa.
La velocidad del sonido en el aire a 0 ºC es de 331.6 metros por segundo (m/s), Si la temperatura aumenta a 20 ºC, la velocidad del sonido sería 344 m/s. Ambos valores fueron obtenidos sin considerar la humedad relativa del aire.
Para acercar lo más posible los datos a las condiciones de Cuba cuando hay cerca una tormenta eléctrica, he realizado el cálculo de la velocidad del sonido de los truenos en el aire, tomando la temperatura en 30 ºC y la humedad relativa en 90 por ciento, con una presión atmosférica normal de 1013.3 hPa. El valor de la velocidad del sonido en el aire con estos datos es de 351.24 m/s. Observen que la diferencia respecto al resultado con 0º C y 20 ºC, y sin tomar en cuenta la humedad relativa, y vemos que es bastante pequeña.
Para calcular la distancia a la que cayó el rayo sólo tenemos que contar los segundos que transcurren entre el relámpago y el sonido que escuchamos del trueno, y esos segundos se multiplican por los 351 metros que avanza el sonido en cada segundo. El resultado es la distancia, en metros, a la que cayó el rayo.
Fácil ¿verdad? Y también mucho más práctico y, sobre todo, más provechoso que ponerse a contar los cric crics de un grillo. Es más provechoso, porque hasta que un rayo no esté a una distancia más lejana que 30 kilómetros de nosotros, no podemos estar totalmente seguros de que no nos va a alcanzar.