El laberinto del envejecimiento en Cuba

Satisfacer las necesidades de los ancianos en Cuba se hace cada vez más difícil, pero no imposible, ante una crisis que se prolonga.

Foto: Kaloian.

Un médico colega me comentó cierta vez que, si quería tener una muestra de lo que él llamaba “un curso corto de geriatría callejera”, me fuera “a un cajero automático el día del cobro de la jubilación con una libreta” y anotara las conversaciones, tomara fotos de las caras, midiera el tiempo con un cronómetro. “Con eso tienes para dar conferencias una semana sobre la inadaptabilidad del entorno a las necesidades de las personas mayores”, me dijo.Parece una broma, pero es algo serio.

No es mi intención con este texto dar recetas sobre qué hacer para encarar (que no “enfrentar”) la cuestión del envejecimiento y la vejez en Cuba. Solo presento algunas ideas.

La persona mayor “típica” no existe

Personas mayores de 80 años pueden tener capacidades mentales como las de alguien de 50. El ambiente físico y social en que cada cual vive determina, más que la edad, las oportunidades, hábitos y estilos de vida, necesidades y expectativas de los seres humanos. En general, la familia, el ambiente social, la urbanización, la tecnología, internet incluida, y grandes eventos sociales, como la reciente pandemia, influyen en las necesidades y en la respuesta emocional y racional de las personas mayores a la vida cotidiana.

Satisfacer esas necesidades en Cuba se hace cada vez más difícil, si tomamos en cuenta fenómenos como la emigración, la inflación y el cansancio por una situación de crisis que se prolonga.

El fracaso o éxito parcial de muchas propuestas a nivel local o nacional para la situación del envejecimiento poblacional cubano se deriva de que los decisores determinan “lo que es mejor para las personas mayores”, sin haber oído sus pareceres. No tener en cuenta la heterogeneidad de las personas en la tercera edad, ni su parecer, para la elaboración de políticas públicas, reduce la eficacia de las intervenciones.

Diseñar políticas sobre la vejez y el envejecimiento requiere averiguar primero qué es lo que las personas mayores valoran, para dar pasos en dirección a esos valores. Demasiadas veces se implementan medidas para personas mayores sin haberles preguntado qué es lo que desean para sus vidas, asumiendo que la propuesta que definamos será lo mejor para ellas. Esto significa, en otras palabras, que, como decisores, debemos transitar hacia el “hacer con”, en vez de “hacer para”.

Si bien no se pueden crear tantas políticas, planes o intervenciones como opiniones diferentes existen, sí es posible desarrollar la suficiente flexibilidad para que estos programas se adapten a las condiciones y necesidades locales.

Cuidados en Cuba: vivir más, ¿vivir mejor?

Muchas personas mayores realizan las actividades cotidianas con autonomía, aunque sabemos que, a mayor edad, mayor probabilidad de discapacidad. En Cuba, según la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional de 2017, en lo referente a la vida en pareja, a partir de 75 años de edad, el 43 % de los hombres tiene al menos una limitación para mantener una vida plena, y las mujeres llegan a casi al 53 %. 1

Por otra parte, y al mismo tiempo, en Cuba los adultos mayores son ciudadanos políticamente activos: constituyeron más del 40 % de los electores en las elecciones municipales del Poder Popular realizadas en noviembre de 2022, lo cual también es un signo de dos fenómenos concomitantes: el envejecimiento gradual de la población cubana y la emigración masiva de los jóvenes. Representar verdaderamente los intereses ciudadanos de los adultos mayores debería llevar a los gobiernos locales al compromiso de satisfacer sus necesidades en municipios y barrios, primero, y luego a escala nacional.

¿Es posible envejecer bien?

Entrando y saliendo de algunos lugares comunes

Antes argumenté que no existe una “persona mayor típica”. Lo mismo pasa con los problemas atribuidos a la vejez.

Se asume, por ejemplo, que la vida social se reduzca con la edad. Sin embargo, hay miles de ejemplos de personas mayores que son más activas intelectualmente cuando se jubilan por no tener las amarras de la vida laboral. Claro que muchos no son así. Pero definir políticas hacia un envejecimiento saludable requiere liberarse del edadismo, que suele ser en extremo sutil, involuntario e inadvertido.

El edadismo o discriminación por la edad se refiere a los estereotipos resultantes de cómo se piensa, los prejuicios que se sienten, y la discriminación manifiesta en la conducta hacia las personas en función de su edad.

El edadismo, derivado a menudo de la ignorancia, se inicia en la infancia y se refuerza con el tiempo. Los niños interiorizan rápidamente los estereotipos y prejuicios que sus figuras de referencia tienen hacia los mayores. Esta actitud implantada reduce la calidad de vida de los ancianos, aumenta su aislamiento social y su soledad y puede intensificar también el riesgo de violencia y maltrato contra ellas; contribuye, asimismo, a la pobreza y la inseguridad económica de las personas en la vejez y al empobrecimiento económico de los países. Algunos estudios miden el costo del edadismo para un país en cientos de millones de dólares.

Como se sabe, en América Latina y el Caribe, nuestro país es el más envejecido. El año 2022 cerró con 22,3 % de sus habitantes con al menos 60 años. Desde hace un tiempo, hay menos niños que personas mayores: apenas 1000 por cada 1428 mayores. Y la población total de cubanos sigue disminuyendo lentamente: de 11 113 215 en 2021 bajamos a 11 089 511. 2

Según las evidencias, en muchas sociedades las personas mayores son un recurso para sus familias, las comunidades y las economías, cuando los entornos de vida son acogedores y facilitadores. Un informe de la American Association of Retired Persons (AARP) de 2019, afirma que los mayores de 50 años contribuyeron con $8.3 miles de millones a la economía estadounidense y crearon un valor adicional de $745 mil millones, mediante actividades que no son remuneradas, como el voluntariado y el cuidado familiar. 3

Si bien la baja tasa de natalidad, la emigración y la prolongación de la vida reducen el porciento de la fuerza de trabajo en edad laboral, es posible que el costo de la educación se reduzca, y quizás podrá compensar en parte el crecimiento de los costos de pensiones por jubilación. Japón ha comenzado a cerrar escuelas por la disminución de niños matriculados, y las está convirtiendo en centros de interés social comunitario. Cambios como estos ya se han iniciado en Cuba y se avecinan más en un futuro próximo.

Foto: Kaloian.

¿Salidas del laberinto?

Según el Decenio del Envejecimiento Saludable 2020-2030 de la ONU, que Cuba suscribe, habría que cambiar la forma de pensar, sentir y actuar con respecto a la edad y el envejecimiento; las comunidades deberían fomentar las capacidades de los mayores, y prestar atención a los pacientes con enfermedades crónicas.

Se trata de desarrollar y mantener la capacidad funcional que hace posible el bienestar, definida como “ser y hacer lo que es importante para cada cual, a partir de sus capacidades físicas y mentales y su entorno material, social y político en constante interacción.”

En tiempos en que muchos países reclaman legislaciones y programas nacionales, en Cuba contamos con un cuerpo legal que abarca la responsabilidad de los hijos para con sus padres: el Código de las Familias. Implementarlo y convertirlo en políticas y decisiones, ajustadas a los diferentes tipos de familia sigue siendo un desafío, ya que las familias y la cultura cambian respondiendo a incentivos.

La autonomía municipal prevista en la nueva Constitución pudiera permitir algunas oportunidades. Digamos que el municipio solicitara a un emprendedor dueño de una cafetería o restaurante arreglar la acera tres metros a la derecha y a la izquierda de su entrada, poner iluminación nocturna toda la noche frente al establecimiento, y un par de bancos, siguiendo las regulaciones urbanísticas, con los requerimientos de conforto para las personas mayores. En cambio, se le haría una determinada exención de impuestos, de la misma forma que si este mismo emprendedor contribuyera a la alimentación de un comedor perteneciente al Sistema de Atención a la Familia del municipio.

Del mismo modo, se debe pensar en incentivos fiscales para quienes produzcan bienes y servicios para los mayores, como los de cuidados, por ejemplo. Involucrar más al sector privado en esas responsabilidades nos encaminará hacia una deseable Economía social y solidaria.

Respuestas flexibles a las necesidades y preferencias relacionadas con el envejecimiento exigen políticas concertadas y mantenidas que promuevan la inclusión social. Digamos, por ejemplo, colocar anuncios públicos con letras más grandes, o pintar separadores en medio de las avenidas de doble sentido para que las personas las puedan cruzar en dos tiempos. 

Una respuesta políticamente eficaz podría ser la creación de una Asociación de Personas Mayores que dé voz a sus diferentes necesidades, y facilite la formulación de leyes, políticas y normas, además de servir como interlocutor del gobierno, igual que ocurre con los agricultores, los artistas y escritores, algunas comunidades religiosas, los discapacitados, y otros segmentos de población que no alcanzan la quinta parte del total de la población.

La existencia de esta asociación gana más sentido cuando entendemos que la falta de empoderamiento social y ciudadano está en la raíz de muchas desventajas que sufren los mayores, que van desde las largas colas de espera en bancos, bodegas, consultorios, la exclusión digital, hasta la cuestión de la “vulnerabilidad” de que se habla tanto a partir de la pandemia, y que se agravó con el Periodo Especial.

Ese estado vulnerable no solo es de fragilidad física, sino de falta de motivación y de marginación social.

En efecto, la vida diaria de las personas mayores tiene que concebirse integrada a la comunidad, y no aparte de ella, para que la política logre que los adultos mayores sean constructores del modelo socialista que se proyecta. Que los mayores vivan de manera saludable o no afectará nuestro sistema de salud, los esquemas de jubilación, la demanda de cuidados a largo plazo y la vida del conjunto de la sociedad.

Foto: Kaloian.

El envejecimiento poblacional presenta grandes desafíos económicos, pero también ofrece oportunidades para crear un modelo sostenible a largo plazo.

Una corriente de pensamiento económico denominada “economía de la felicidad”, orientada al bienestar subjetivo de las personas, tiene como premisa que la riqueza material no es per se un indicador absoluto del bienestar. Esta corriente se basa en que factores como la salud, la educación, el medio ambiente, la igualdad, las relaciones sociales y la participación en actividades comunitarias son clave en el bienestar. También propone diseñar políticas públicas y estrategias empresariales que puedan mejorar la vida, a través de medidas como la promoción de la salud mental, la creación de empleos satisfactorios y el desarrollo de entornos urbanos más amigables y sostenibles.

Dentro de las estrategias para conseguir este protagonismo de los mayores en el diseño de un futuro digno de llamarse socialista se requiere, por ejemplo, fomentar un estilo de vida activo y saludable a lo largo del curso de vida, que ayude aprevenir y controlar la enfermedad y la dependencia hacia los años finales de la existencia, con el consiguiente aumento de la esperanza de vida saludable y la disminución de los costos en salud. El envejecimiento no es caro, lo caro es la discapacidad y la dependencia.

Las personas mayores pueden ser una fuente valiosa de experiencia y conocimientos aprovechables en beneficio de la comunidad y la economía. Digamos, por ejemplo, en la creación de programas de tutoría y capacitación para jóvenes y adultos en determinados sectores profesionales o de oficios, y de oportunidades y modalidades de trabajo para mayores que deseen seguir trabajando después de jubilarse del empleo formal.

Fomentar el emprendimiento y la participación económica de las personas mayores puede ayudar a crear empleo y generar ingresos, así como a desarrollar soluciones innovadoras para el problema de los cuidados, que incorporen el uso de tecnología y la atención centrada en el hogar más que en instituciones, lo que reduciría los costos y mejoraría la calidad del cuidado.

El fomento de la recontratación post-jubilación es una forma de complementar los bajos niveles de pensiones a jubilados. Debe facilitarse y promoverse, en lugar de mantener trabas, como hacen algunos organismos e instituciones, en contra del espíritu y la letra del Decreto Ley 36, modificativo de la Ley 105 de Seguridad Social. Dicho cuerpo legal establece, entre otras cosas, que los subsidios y pensiones pueden alcanzar hasta el 90 % del salario promedio del trabajador, así como que pensionados reincorporados al trabajo activo puedan acumular salario y pensiones.

En definitiva, los cambios laborales que conllevan las innovaciones tecnológicas contribuirán al aumento de la producción con menos personas, por no hablar de los impactos acelerados de la inteligencia artificial en el trabajo.

La inversión que hagamos hoy en materia de envejecimiento y vejez establecerá cómo envejecerán los jóvenes de hoy.  En la actualidad, es un desafío, pero ofrece el espacio para crear una sociedad más inclusiva y solidaria en el futuro. Aprender de la sabiduría y experiencia de las personas mayores, así como edificar nuestra tradición de cuidado y respeto por los mayores, permitiría no solo fomentar una cultura de envejecimiento activo y saludable, sino un nuevo sentido de la vida en colectivo, afectado por la prolongada crisis social iniciada con el Periodo Especial.

Las maneras diferentes de transitar por la vida ya comenzaron: la trayectoria clásica lineal de aprender, trabajar y jubilarse no será la del futuro visible. Ya existen nuevos patrones de trabajo remunerado, tiempo libre para aprender de manera informal, o para el ocio y la recreación, asociaciones intergeneracionales, oportunidades de tutoría y participación, y muchísimo más.

Lograrlo no se limita a formular una “Tarea Envejecimiento”. Así como pasa con la emigración, la baja tasa de natalidad, la participación de los jóvenes, y otros asuntos, se trata de dejar de ver la cuestión como problema, para concebirla como oportunidad hacia un horizonte de sociedad realmente inclusiva y diversa para todos, y de políticas que la garanticen.

 


Notas: 

1 ONEI-CEPDE. Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional 2017 (ENEP2017). La Habana: Oficina Nacional de Estadísticas e Información; 2019. [acceso 23/05/2020]. Disponible en: http://www.onei.gob.cu/sites/default/files/0.enep-2017_documento_completo.pdf

2 ONEI-CEPDE: Indicadores demográficos de Cuba y sus territorios. 2022 [acceso 18/06/2023] Disponible en: http://www.onei.gob.cu/node/13815

3 AARP 2019:  Invertir en el poder adquisitivo de los adultos mayores. [acceso 21/07/2023]. Disponible aquí

 

 

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