Lo que vende una mujer

El personaje en la foto vende a peso la canción. Camina por las calles principales de Camagüey anunciando su oferta loca, y siempre aparece un jodedor con ganas de fastidiar al prójimo que le compra “un tema para su amigo”.

Los temas que canta Apesolacanción suelen ser mexicanos, y como los temas mexicanos (sobre todo cuando no involucran instrumentos musicales) suelen ser una tortura japonesa, la transacción termina siempre en un círculo de gente muerta de risa, acorralando a la vez a la intérprete y su víctima.

Otra señora, en la cola del helado, vende “a cinco pesos el par de aretes para cualquier ocasión, a cinco pesos la toallita y a cinco pesos la esponjita”, que según ella sirven igual para fregar o bañarse.

Lleva una semana entera vendiendo lo mismo, y yo en la acera de enfrente, aturdido, preguntándome cuántas cabronas esponjitas le quedarán. Si fuera una cantidad pagable juro que se las compraría todas, solo por dejar de oír el histérico pregón, que me suena ya tan familiar e incómodo como el tema de presentación del Noticiero.

Las mujeres cubanas de entre 50 y 60 años de edad, por lo general, son mujeres fatigadas.

Posiblemente esa misma que ahora vende esponjitas para fregar, haya fregado antes con una cosa vegetal, parecida a un pepino de paja, que se puso de moda en la década del 90 cuando la industria de tarecos chinos aún no llegaba a aliviarnos la falta general de tarecos.

Fueron años de cargar mucha agua, de limpiar el suelo con el pullover más viejo, y de cocinar en fogones que como el cigarrillo te restaban una semana de vida por cada unidad encendida. En el barrio decían que la desgracia tenía dos nombres: suegra viva y cocina píker…

Las mujeres “maduras sofisticadas”, conocidas en el argot popular como “cuarentonas buenas” o simplemente “tembas mortales”, son rara avis en la ciudad: cuando aparece una de pronto es como si apareciera el Unicornio; luego todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo cuando pasó.

En los hoteles y empresas importantes— donde el plan energético no obliga a desconectar el aire acondicionado a pleno mediodía— las maduras sofisticadas son más comunes. Pero en el resto de los lugares el calor arruga rápido las pieles y hace que el rímel se confunda con lagañas.

Muchos barrios como el mío resaltan por el alto número de mujeres que son amas de casa, madres precoces, o vendedoras ambulantes de esponjitas para fregar de cinco pesos, aunque sus facultades físicas y mentales sirvan para más que hacer cola en la bodega o aturdir a los demás con histéricos pregones.

Salvo algunas excepciones las cubanas luchan para sus hijos acaso más que sus maridos, y una hora diaria de telenovelas no parece ser retribución suficiente.

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