Rubiales y sus “permisos”

El beso del presidente de la Real Federación Española de Fútbol a una de las campeonas del mundo durante la premiación se inserta en la siempre inconclusa discusión sobre violencia de género.

Captura de pantalla del momento en que Luis Rubiales, presidente de la RFEF besa de improviso a la delantera Jennifer Hermoso. A la izquierda, la infanta Sofía.

Captura de video del momento en que Luis Rubiales, presidente de la RFEF besa de improviso a la delantera Jennifer Hermoso. A la izquierda, la infanta Sofía.

Solo un titular ha competido con la victoria de España en el Mundial de fútbol femenino en estos días: el escándalo por el beso en la boca que le plantó sorpresivamente el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) a una de las campeonas durante la ceremonia de premiación.

Luis Rubiales (Gran Canaria, 1977), antes y después de abrazar estrechamente a todas las integrantes del equipo de su país, agarró a Jenni Hermoso (Madrid, 1990) por la cabeza y la besó en los labios.

Mientras se jugaba la final entre España e Inglaterra, las cámaras captaron, además, a un Rubiales agarrándose los genitales en señal de victoria. Lo hizo desde las gradas, en la fila que compartía con la reina de España, una de sus hijas y el presidente de la FIFA. Las imágenes se viralizaron pocas horas después de que lo hiciera el video del beso.

En medio del escándalo, que en poco tiempo trascendió las fronteras españolas y europeas, a Rubiales lo entrevistó la cadena de radio Cope. Rubiales dejó claro que no solo no veía nada inadecuado y menos incorrecto en haber besado a Hermoso, sino que pensaba que quienes lo criticaban eran idiotas, estúpidos, gilipollas, pringaos, tontos…

Horas después publicó un video de disculpas, o disculpas a medias: “Aquí no se entendía, lo veíamos [como] algo natural, normal, pero fuera [de la delegación] parece que se ha formado un revuelo (…) Aquí dentro nadie le daba la más mínima importancia, pero fuera sí que se la han dado…”.

Rubiales, además, no parece tener noción exacta de lo sucedido: “Lo que ha ocurrido entre una jugadora y yo”; cuando se trata de lo que él le hizo a una jugadora. O cuando habla de que fue “sin mala fe por ninguna de las dos partes”, cuando ella no vio venir el beso ni tuvo apenas margen para reaccionar.

“Si desde fuera [de la delegación] se ha visto de otra manera —continúa— seguramente tendrán sus motivos”. Dice el presidente de la Federación como quien, de hecho, ignora esos motivos.

Es un misterio a sus ojos el porqué del rechazo de tantos a sus acciones. No parece apto para comprender que no debía, de ninguna manera, darle rienda al impulso de besar en la boca a una jugadora. Por el contrario, lo hizo precisamente porque sentía que podía hacerlo, y salir ileso. Y lo sentía porque por mucho tiempo las cosas han funcionado así.

Estos exabruptos que atropellan cualquier noción de consentimiento son comunes a muchos hombres, con y sin la posición de poder de Rubiales: no entienden que no pueden acceder a su antojo al cuerpo de una mujer.

La cultura dominante concibe el cuerpo femenino como territorio de libre acceso, sin que ella tenga voz o voto, sin que sea sujeto sino objeto. “Si quiero, le digo” o “la toco” o “la beso” o “la penetro”… todo un repertorio de permisos que se atribuye el macho. Un permiso que para ellos antecede y está por encima de la voluntad y el derecho de la mujer que tengan delante.

En palabras de Rubiales, su beso fue plantado “de manera muy espontánea”. En eso es sincero. Está convencido de que lo que hizo fue natural, normal. Está convencido de que es legítimo y le asiste el derecho a hacerlo. Para él el problema, en todo caso, lo tienen quienes no lo ven así.

“No me ha gustado. Pero, ¿qué hago yo?”, se quejó entre risas la futbolista a propósito del hecho, en una transmisión directa desde el vestuario después de la premiación; en la que también se ve a un siempre divertido Rubiales bromear con que irán a Ibiza a casarse “Jenni y Luis”.

Más tarde la Federación publicaría un mensaje de Hermoso, en el que pide no darle “más vueltas” al asunto. Según Relevo, tanto Rubiales como el entrenador Jorge Vilda le habrían pedido a la delantera participar junto al presidente de la RFEF en el video de las controvertidas disculpas; ambos sin éxito.

En las últimas 48 horas han reaccionado políticos y otras autoridades españolas. El presidente Pedro Sánchez dijo a la prensa que las disculpas no eran suficiente; Irene Montero, ministra de Igualdad, calificó el acto como “violencia sexual”; la vicepresidenta Yolanda Díaz pidió la dimisión de Rubiales, lo mismo que la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional: “Su ejemplo debe ser impecable. Su irresponsabilidad e indecencia nos avergüenza”, dijo la organización en un comunicado.

El Ministro de Cultura y Deporte, Miguel Iceta, calificó el comportamiento como “inaceptable” y pidió al presidente de la RFEF “explicaciones y excusas”; el Partido Popular (PP) pide que el beso no consentido no se quede en una simple polémica. Cuca Gamarra, portavoz del PP en el Congreso, dijo que “tiene que haber consecuencias”.

Desde la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol se presentó la primera denuncia ante el Consejo Superior de Deportes: “Se trata de un acto sexista intolerable”. Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la violencia de género dijo que se trata de un delito perseguible.

Sánchez aclaró que el cese del presidente de la Real Federación de Fútbol de España, que es una entidad privada, no depende del Gobierno. “Es elegido y destituido por sus asociados”. En torno a Rubiales esta es la enésima polémica. Sin embargo, es la primera que alcanza resonancia internacional, y eso podría cambiar su suerte. De momento, la RFEF convocó “con carácter de urgencia” a una Asamblea General Extraordinaria para el viernes 25 de agosto.

Mientras los hechos se precipitan, para el mundo ya ha sido un síntoma poderoso que el gran momento de la selección ganadora del fútbol femenino sea eclipsado por un macho “fuera del terreno y fuera de sí”, como lo describió Manuel Jabois en El País.

Se trata, además, de un equipo que ha estado batiendo récords de audiencia en las televisiones de su país (la despedida de la Eurocopa femenina de 2022 reunió a más de 2,4 millones de espectadores, o 23,3 % de la audiencia; y 45,4 % de cuota de pantalla en la semifinal mundial entre España y Suecia, con más de 4 millones de telespectadores, para la mayor audiencia en un Mundial de fútbol femenino en España).

Todo evento de fútbol femenino es a la vez un acontecimiento político. Como en tantos otros escenarios, las mujeres avanzamos cuesta arriba: hay escasa representación de deportes femeninos en los medios de comunicación; cargamos el lastre de los estereotipos, el sexismo y la sexualización; faltan referentes en la actividad y es particularmente difícil conseguir patrocinios.

Bajo el ruido del escándalo mediático, las campeonas españolas recibirán un premio de 110 millones de dólares, mucho menos que lo que recibieron sus pares hombres en Qatar 2022; 440 millones de dólares.

En 2020 las futbolistas españolas se declararon en huelga por la situación de desigualdad, agravio y falta de reconocimiento por parte de clubes y cargos federativos. El episodio concluyó con la Resolución del 11 de agosto de 2020, de la Dirección General de Trabajo, para las futbolistas de clubes de primera división femenina de fútbol; un marco legal para regular jornadas de trabajo, salarios, vacaciones y bajas por enfermedad o maternidad; además de derechos de imagen, medidas de conciliación familiar. Además, protocolos de acoso.

El desafuero de Rubiales y el manejo que ha hecho de las consecuencias de sus actos, al correr el foco hacia quienes lo señalan y victimizarse por los efectos de una supuesta reacción pública exagerada, ha servido para mostrar, de nuevo, cómo persiste la cultura de la violación.

Estamos aún muy lejos de una experiencia protagonizada por mujeres en la que nadie intente robarles el centro de atención, el derecho a ser dueñas del relato. Y estamos lejos, también, de tener la certeza de que, ante un beso o cualquier otra cosa que nos caiga de pronto sin siquiera verla venir, sí tenemos qué hacer.

 

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