Cienfuegos bajo el azote de los bandoleros

Al finalizar la Guerra de los Diez años por doquier crecían las plantaciones cañeras en la región y aumentaba la mano de obra asalariada después de abolida la esclavitud.

Foto: Canva/OC.

Acerca del bandolerismo rural en el siglo XIX existen diversas consideraciones. Hay historiadores que lo califican como una manifestación de rebeldía, de protesta del campesinado ante los grupos de poder. Otros, como un acto de criminalidad con el objetivo de ganarse la vida sin trabajar. La realidad es que los forajidos acechaban en los campos de Cuba y su etapa dorada ocurrió en la década de 1880, después de finalizada la Guerra de los Diez Años.

La región de Cienfuegos en ese período recibió notables inversiones para desarrollar la industria azucarera. En 1888 tenía trece fábricas. Por doquier crecían las plantaciones cañeras y aumentaba la mano de obra asalariada. Finalizaba la esclavitud y los colonos adquirían protagonismo en la economía. Pero también aumentaron las desigualdades sociales.

Bandas armadas recorrieron entonces la campiña para robar en fincas y bateyes, secuestrar y poner en jaque a las autoridades españolas y a los propietarios. Se tejió un mundo de leyendas, miedo y violencia.

El terror de la demarcación

Quizás Benito Noa Palmer fue el bandolero que llevaba más tiempo alzado en Cienfuegos cuando terminó la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Acusado de robo y asalto lo habían condenado a seis años de prisión, en 1863. Pero el 1ro de septiembre logró escapar y, apenas se internó en el monte, ya estaba al frente de una partida para continuar realizando fechorías durante casi cinco lustros.

Natural de Guanajay, volvió a ser capturado, junto a dos de sus hombres, en la provincia de La Habana, después de cometer 18 robos, pistola en mano. Lo condenaron a cadena perpetua, en abril de 1875, porque estaba implicado en un asesinato. Sin embargo, logró escapar otra vez y regresó a la comarca cienfueguera, en 1878. Allí se unió a otro experimentado bandolero: el pardo libre Filomeno Sarduy. No duró mucho la amistad y decidieron separarse. 

Palmer Noa fue sorprendido por la Guardia Civil, en Santa Isabel de Las Lajas, y murió en el encuentro con el escuadrón comandado por el capitán Domingo Lomo, el 29 de noviembre de 1881. La prensa de la época le llamó “el terror de la demarcación”.

Filomeno Sarduy 

¡Cómo dio guerra Filomeno Sarduy! Es desconocida la fecha de su conversión en bandido. A fines de mayo o principios de junio de 1881 apareció en Palmira para entregarse a las autoridades, según el historiador Manuel de Paz. En agosto volvió a declararse fuera de la ley y organizó una veintena de hombres, quienes lo secundaron en sus andanzas. No dio tregua durante cuatro meses.

A mediados de septiembre irrumpió en el poblado de Lomas Grandes donde además de robar, provocó un incendio. De Camarones partió una sección de caballería y otra tropa desde Potrerillo con el fin de enfrentar a la banda, pero esta desapareció. El 17 hubo un choque armado en el ingenio Victoria. Los forajidos se llevaron cinco caballos, armas y municiones. Tres esclavos de la dotación aprovecharon para incorporarse al grupo. En los montes de Güira ocurrió un combate, donde las autoridades sufrieron dos muertos y un herido.  

Preocupado por el aumento de la violencia, el subinspector de la Guardia Civil, brigadier Denis ordenó sumar 500 hombres para exterminar a las bandas que pululaban en la jurisdicción cienfueguera. De acuerdo con la prensa, Sarduy  se apropió en el ingenio Reparador de unos mil pesos, el salario que se pagaría al día siguiente a los trabajadores y también secuestró al mayoral del ingenio Niña. Intentó robar en una finca de Ranchuelo, pero el dueño y su hijo los enfrentaron a balazos causándoles bajas. Asaltó el ingenio Fortuna, con mejor suerte. Asimismo se sospechaba que fue el atacante del poblado de Camarones, y se le acusó de robar armas, caballos, alimentos. 

La estrella de Filomeno comenzó a fallarle, pues fue herido de gravedad el 22 de septiembre mientras descansaba en una casa del potrero de Agustín Guzmán. Allí lo sorprendió el Escuadrón Tiradores de Borbón. La banda resultó diezmada. Pero el cabecilla escapó y, protegido por campesinos, recuperó la salud. Se dice que gestionó infructuosamente presentarse ante las autoridades con la intención de deponer las armas. Luego marchó a Matanzas, nuevamente con una banda organizada y cuando la persecución era muy tenaz, regresó a Cienfuegos. En Monte López, causó un muerto y dos heridos a los Tiradores de María Cristina.

Finalmente, no pudo soportar las constantes batidas, y se presentó a las autoridades que esta vez sí lo aceptaron. Lo desterraron bien lejos, a España, junto a su hermano Ángel y otros seis integrantes de la partida.

Foto:Canva/OC.
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El más afortunado

Al coronel Dulanto,  jefe de la Comandancia de Cienfuegos, le informaron que en la calle Cortés de la ciudad se ocultaba el célebre bandido Núñez, cuya pista seguía infructuosamente. Ordenó de inmediato al sargento Juan Rovira capturar al prófugo de la ley. A Núñez lo acusaban de asaltar tiendas en la zona de Lomas Grandes, en Jabacoa, ingenios azucareros como el Teresa, del secuestro de mayoral Donato González, cerca de Ciego Montero, y del alcalde del barrio de La Sierra, entre otros actos delictivos. Cuando percibía que estaba demasiado “caliente” el territorio cienfueguero huía con sus compinches a los montes de Matanzas. 

Mientras un destacamento de la Guardia Civil ocupaba la entrada de la vivienda, el sargento, con el soldado Cándido Mestre, penetró en la guarida de Núñez, quien descansaba en un cuarto. Acostumbrado al sueño ligero o tal vez avisado por algún vecino trató de abrirse paso con el revólver empuñado. Se abalanzó sobre el soldado y en el forcejeo un disparo de fusil hirió de gravedad al bandolero.

Rovira ayudó a su subordinado y también entró a apoyar la detención del destacamento que vigilaba en el portal. 

El periódico La correspondencia de España, en su edición del 1ro de junio de  1887, informaba: 

“En el reconocimiento de la casa se recogió el rifle del bandolero, cargado, 123 cápsulas, el revólver, machete, una cartera, bandolera, reloj, sortijas, fotografías y varios papeles. Este criminal se encontraba sujeto a la jurisdicción militar como bandido en cuadrilla, incendiario, por infinidad de delitos cometidos la mayor parte de ellos en el año de 1884 y como resistencia a la Guardia Civil dos o tres veces: se fugó de la cárcel de Colón y era el bandolero que campeó con más fortuna en la provincia de Santa Clara, siendo conocida su partida con el nombre de Núñez y Espinosa, habiéndose este separado recientemente para unirse a Matagás”.

Núñez falleció en el hospital.

A veces sucedía un enfrentamiento entre la Guardia Civil y los bandoleros sin que se supiera la identidad de estos últimos. Por ejemplo, a principios de enero de 1881 la prensa reflejaba la acción ocurrida en Camarones, donde perdieron la vida siete malhechores de una partida de 12. Días más tarde los sobrevivientes se vengaron al asesinar a machetazos a un guardia que custodiaba el ingenio La Estrella. 

En este período sobresalieron otros bandoleros: Pío Arias, Ordoñez, Hilario Barnuevo, José Tortosa, Feliciano Maujo y Cueto, y José Álvarez Arteaga, “Matagás”, sin dudas el más célebre que, en ocasiones, operaba en la jurisdicción cienfueguera, aunque su zona predilecta era la de Matanzas.

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iQué vergüenza!

La supervivencia de los bandoleros, no solo se explica por sus habilidades y conocimientos del terreno, sino también por el apoyo recibido. La investigadora Danielly López Pérez, en su tesis “El Bandolerismo en la Región Central de  Cuba (1878-1895)” refiere que: 

“Para conseguir sus metas, el bandolero necesita de una red de aliados que lo encubren desde una posición determinada: de un lado los poderosos, que lo utilizan o protegen para reforzar un cacicazgo local o para evitar perjuicios personales o de sus propiedades; y, del otro, los humildes, identificados con él o víctimas de sus amenazas si lo llegasen a delatar”.

A lo anterior, hay que agregar la influencia del desorden y la corrupción que imperaba.

Como decía el Diario de la Marina: 

“Los malhechores no sólo afligen en el campo, en las sábanas, en los bosques, en los caminos reales y vecinales: tienen también sus anexos, orgías y saturnales en las villas y poblados, en las que campan por sus respetos y gastan el fruto de sus depredaciones. Verdad es que no conocemos más que sus efectos, pero activas unas y pasivas otras en el ejercicio de su punible profesión, estas de rateros y de confidentes aquellas, de ladrones y bandoleros, se sirven mutuamente para cometer sus fechorías a la clara luz del mediodía o en las sombras de la noche iQué vergüenza!”


Fuentes: 

La Unión Democrática.

El Diario de la Marina.

Imilcy Balboa Navarro: “Entre lo real y lo imaginario. El bandolerismo rural en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX” en Contrastes: Revista de historia moderna, n. 12, Murcia, 2001-2003.

Manuel De Paz Sánchez, Fernández Fernández, José, Novegil López, Nelson: El bandolerismo en Cuba (1800-1933): presencia canaria y protesta rural. Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1994.

José Joaquín Gallego Jiménez: “El bandolerismo en la provincia de Santa Clara de Cuba y su represión durante el gobierno del Capitán General Camilo García de Polavieja (1890-1892)”, tesis de grado, Sevilla, 2019.

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