El tren llegó a Ciego de Ávila proveniente del puerto de Júcaro. El viajero quiso conocer el poblado de apenas 3 mil habitantes. No había mucho que ver sino casas de tablas y techo de guano, en su mayoría; calles anchas, polvorientas. Caminó por la Plaza de Armas. Miró la iglesia construida por su paisano canario Tomás Clavijo. Luego observó, admirado, un fuerte edificado con estilo arabesco, por Salvador Clavijo, hermano de Tomás y luego fue a dormir a la lujosa vivienda de Alejandro Suero Balbín, inmigrante asturiano dedicado al comercio y a la producción agrícola y ganadera.
De noche, Felipe Verdugo se esforzó para escribir la crónica que enviaría al Diario de Tenerife. Meditó unos segundos, antes de redactar: “Ciego de Ávila (…) baja de edificios y alta de porvenir”. Fueron palabras premonitorias aquellas anotadas en enero de 1894.
Preliminar
Una vez finalizada la guerra independentista, en 1898, comenzó la reconstrucción económica de la otrora región de la Trocha militar de Júcaro a Morón. La situación era deprimente como lo menciona Orelvis Castro García, en sus tesis de grado: “Concerniente a la región de la Trocha, el censo de 1899 también es ilustrativo cuando se analiza el área de explotación agrícola, pues de las 15664 caballerías aptas para el cultivo, en Ciego de Ávila y Morón solamente se encontraban cultivadas alrededor de 206 caballerías, divididas en 762 fincas, lo cual arrojaba apenas un 1,3 % de terrenos aprovechados en la agricultura”.
El 27 de septiembre de 1900, un acta del Ayuntamiento avileño expresaba: “todas las fincas de este término fueron destruidas con motivo de la pasada guerra, nada se les cobra por contribución en el presente año, en virtud a la excepción a que tienen derecho.”
La inversión de capitales estadounidenses, ingleses e hispanos-cubanos, posibilitaría el fomento de una gran concentración industrial en el rubro azucarero y la producción agrícola. Se construyeron 15 centrales y en Ceballos y Morón, fomentaron el cultivo de naranjas.
En los pueblos se asentarían emprendedores que contribuyeron a las actividades de servicio mediante bodegas, carnicerías, panaderías, tintorerías, hoteles, posadas, fondas, ferreterías, almacenes, farmacias, entre otros. Como botón de muestra, en este primer artículo, vamos a reseñar lo sucedido en la hostelería en Ciego de Ávila, con el tiempo llamada la Ciudad de los Portales.
A la vera del Ferrocarril Central
El 8 de diciembre de 1902 fue inaugurado el Ferrocarril Central entre La Habana y Santiago de Cuba. Con esta obra Ciego de Ávila recibió, por su ubicación geográfica, el primer impulso para su desarrollo ya que la línea pasaba por el área semiurbana.
Además, la urbe que era la capital del término municipal, se beneficiaría con la creación de los poblados Majagua, Guayacanes, Colorado y Gaspar cerca de las paralelas de hierro.
En 1899, los límites del poblado eran, al norte, la calle Benavides; al sur, Chicho Valdés; al este, Narciso López (precisó el periodista Enrique García, en su Ciego de Ávila. 1955, que esta vía solo tenía urbanizadas, entre Independencia y Chicho Valdés, sus dos líneas). Y, al oeste, la calle Fernando Callejas, con una fabricación en la parte este. Más allá de estos límites: monte, potreros y cañadas.
El ensanchamiento de la urbe se evidenció con nuevos repartos a partir de la venta de solares en 1906, un proceso que alcanzó su ritmo de ejecución más acelerado en la década de 1910. Surgieron entonces Vista Alegre, Los Ángeles, Iriondo, Vista Hermosa, Maidique, Díaz Pardo, La Loma y Clarita. También se ampliaron las calles Chicho Valdés y República. En 1911, el promedio de licencias para construir viviendas fue de más de 200 y en 1919 sobrepasó las 400.
El aumento del número de habitantes sería constante. El 4 de abril de 1907 en el Ayuntamiento se informaba que: “(…) este pueblo excede de cuatro mil habitantes, razón que se justifica plenamente no sólo por el exceso de población venida de fuera con motivo de las Empresas industriales y agrícolas que se desarrollan en la Jurisdicción, pues sólo en la cabecera se fomentan actualmente dos centrales azucareros, el Silveira y el Jagüeyal (…)”
Nicho de mercado
El ferrocarril fue muy utilizado por cientos de personas en tránsito que viajaban por negocios o en busca de empleo en los siete centrales que llegó a tener el término municipal (durante la zafra un central podía contratar a seis mil trabajadores), colonias cañeras, fincas ganaderas o dedicadas a cultivos varios, casas comerciales y pequeñas industrias.
Al llegar a la ciudad muchos se alojaban en un hotel o posada para trasladarse luego a los barrios rurales o mientras buscaban una casa de alquiler, situación similar ocurría si pensaban fijar su residencia en la capital del municipio.
Las compañías artísticas después de 1910, cuando abrió sus puertas el teatro Iriondo, fueron clientes estables. Al inaugurarse posteriormente el Principal, el Garden y el Martí creció el número de visitas de estos grupos. Otros usuarios eran quienes frecuentaban la urbe por motivos de esparcimiento o para recibir atención médica. Había, sin dudas, una demanda de habitaciones para arrendar y la aprovecharon.
Según El Pueblo, edición del 6 de junio de 1918, la ciudad tenía más de 15 mil habitantes y más de cien casas en las que se expendía comida (hoteles, fondas, posadas y cantinas). Otro artículo, en 1921, también divulgado por ese medio de prensa, comunicaba la existencia de 88 hoteles con fondas. La cifra incluye las posadas.
De acuerdo con la ubicación dentro del centro urbano, la zona de mayor concentración de los inmuebles destinados al hospedaje estaba entre la calle Independencia y la estación del ferrocarril. Era un espacio privilegiado. En 1921 “(…) entraban diariamente, desde distintos puntos de la Isla y la propia región a la ciudad de Ciego de Ávila, dieciocho trenes colmados de mercancías y pasajeros”, precisa el investigador José Martín Suárez en el texto El patrimonio cultural en la provincia de Ciego de Ávila (Cuba).
Inversionistas e inmuebles
En los fondos documentales del Archivo Histórico Provincial de Ciego de Ávila consta, entre las pioneras del sector de la hostelería, Concepción Calvo Escobar, quien estableció un negocio de hotel y cantina, según acta notarial fechada el 14 de julio de 1905. Creó una sociedad mercantil con un capital de quinientos setenta y siete pesos oro español para ese fin.
La familia Agüero poseía en ese tiempo el hotel Telégrafo, ubicado en la esquina noroeste, en la intersección de las calles Independencia y Maceo. Fue el primero de su modalidad en disfrutar del servicio eléctrico, en 1911. Posteriormente perteneció al hacendado Modesto Rey, luego al español Manuel Ortega. Un incendio destruyó el edificio. Igual ocurrió al hotel Inglaterra, en 1917, situado en la esquina de las calles Independencia y José María Agramonte. En la última vía funcionaban en esa época el Bolaños y el Pasaje, este último era de la empresa Calleja y Hermano.
He podido indagar que varios de los emprendedores eran inmigrantes españoles, con negocios en otras actividades, sobre todo en el comercio, la agricultura y la ganadería. Por ejemplo, Alejandro Suero Balbín, natural de Asturias, banquero, propietario de fincas y quizás de la casa comercial más importante en esa época de la ciudad, junto con otros accionistas, edificó el Sevilla, en 1910, en la Calle de Independencia, a unos metros del Parque Martí.
Con techo de tejas, paredes de mampostería, de dos plantas, poseía columnas de hierro fundido en los portales, fabricadas Sagua la Grande. El inmueble fue remodelado en 1930. En 1942, Camagüey contemporáneo afirmaba que disponía “de más de 75 magníficas habitaciones, cada una de las cuales tiene baño privado, y además, tiene un magnífico restaurante con cabida para más de 200 comensales (…) Pertenecía entonces a una sociedad comanditaria fundada por el gallego Antonio Fernández Prieto, dueño de una cadena hotelera en el país.
El 9 de mayo de 1911 quedaba formada la empresa Rueda, García y Compañía, por los gerentes Antonio García y los hermanos de origen español Emeterio y Elías Rueda Fernández que se hizo cargo de los créditos activos y pasivos de Rueda y Hermano. El nuevo emprendimiento se dedicaría a los negocios de víveres, ferretería, hotel y fonda. Cinco años después Rueda y Hermano retomarían la firma comercial anterior y construirían el moderno hotel Rueda, inaugurado en 1920, en la intersección de las calles José María Agramonte e Independencia. De acuerdo con datos aportados por el historiador Ángel Cabrera al periódico Invasor: “Su valor inicial ascendió a los 61 000 pesos moneda oficial y, en su fundación, contó con 72 habitaciones, 36 en el segundo y tercer piso, respectivamente”. En 1931, fue vendido a la Sociedad en Comandita de Antonio Fernández y Melquiades Lamelas González (dueños del Sevilla). Catorce años después, la compañía Mezquita, Hermano y Compañía, de los hermanos Eugenio y Pablo Mezquita Moral, y de su familiar Victoriano Rivas Mezquita, todos de origen español, adquirieron el inmueble.
Otros inmigrantes hispanos, los hermanos Luis y Joaquín Gómez de la Torre, contrataron a su paisano Vicente Rosell Palmer para construir un edificio de dos plantas que fue diseñado por el arquitecto Pastor de Pastor y Martínez de Villa, también procedente de la “madre patria”. Según investigaciones realizadas por Doralis Nuez González y Euclides Álvarez Rodríguez, publicadas en la revista Videncia, en el 2006, la obra se inició en 1920 y concluyó dos años después. Colindante con la calles Joaquín de Agüero y Simón Reyes, en la planta baja abrió sus puertas un amplio salón, y en la alta varias habitaciones más pequeñas.
Aunque los avileños le llamaron Edificio Gómez, prevalecería otra denominación ya que Domingo Alonso, quien poseía el motel El Ariete, en la calle Simón Reyes, al adquirir el salón del nuevo inmueble, para establecer un restaurante y cantina, mantuvo este nombre.
Del Norte de Cuba, ubicado en calle Cuba, esquina a Fernando Callejas. erigido en la década de 1910, se conoce que su primer propietario fue el inmigrante canario Francisco Manuel Prudencio Hernández Pulido; según nos refiere Bárbaro Martínez Hortelano lo vendió en el contexto de la crisis económica de los años 20. Perteneció más tarde a la empresa Manuel González y Sobrinos, quienes también poseían un almacén de víveres. En 1954, era propiedad de Luy Fong y Compañía, dueños del Campoamor. Hernández Pulido, además, tuvo el Plaza, que se hallaba en la calle República No. 128.
En la calle Honorato del Castilllo, donde en la actualidad se encuentra el edificio de doce plantas, fue erigido el hotel Las Delicias, de José María Santos, en la década de 1910.
En 1917, Ángela Hernández, propietaria de varios solares, viviendas y fincas, edificó el Isla de Cuba, en la intersección de las calles Ciego de Ávila y Simón Reyes. Funcionó hasta principios de la década de 1930, luego acogió al Instituto de Segunda Enseñanza y más tarde a la ferretería Casa Castro. Ángela, descendiente de los condes de Villamar, una de las familias más acaudaladas en la época colonial, fue dueña del Teatro Principal.
El Cosmopolita, se hallaba en Chicho Valdés y Fernando Callejas, frente a la línea del ferrocarril. Aunque desconozco la fecha exacta de su inauguración, por una nota publicada en El Pueblo supe que el 4 de octubre de 1929 reabrió sus puertas, después de haber sido reformado.
El folleto Ciego de Ávila. 1955, registra como los hoteles más importantes en ese año al Rueda, el Sevilla, Las Palmas, Islas Canarias, Nueva Isla (Joaquín de Agüero y Maceo), Europa (Carretera Central y Simón Reyes), San Carlos (Carretera Central), Gran Vía, Plaza, El Gallo, Norte de Cuba, Campoamor (República 225) y el Cosmopolita.
Entre las posadas más notables se hallaban Habana, de Sánchez y Munuera, en calle José María Agramonte, y Norte, de Juan Díaz García, en Ciego de Ávila y Simón Reyes. Resultaría oportuno un estudio en particular acerca de estos negocios, algunos de ellos, lo sabemos por tradición oral, pertenecieron a inmigrantes chinos.
Epílogo
El paso de la Carretera Central, obra terminada en 1930, afectó el nivel ocupacional de los hoteles situados cerca de la terminal del ferrocarril, como consecuencia, algunos tuvieron que cambiar su objeto social o fueron vendidos. Hubo empresarios, en cambio, que aprovecharon la nueva oportunidad para fabricar inmuebles al lado de la avenida. Un proceso que se extendió hasta 1957, cuando fue edificado el Santiago-Habana, en Carretera Central y Honorato Castillo, inaugurado el 6 de abril.
Las micro y pequeñas empresas, dedicadas a la hostelería en Ciego de Ávila en el período 1905-1958, se fomentaron en una ciudad que estaba en pleno crecimiento económico, demográfico y urbanístico y demandaba, dentro de sus servicios más urgentes, el hospedaje. En las fichas biográficas de los propietarios se aprecia los nexos familiares, que algunos tuvieron dos hoteles y la presencia dinámica de inversionistas extranjeros, en especial de españoles.
En futuras investigaciones convendría precisar el papel desempeñado por el sector financiero, mediante préstamos, en el fomento de la hostelería porque existieron varias entidades durante la etapa: la Casa Balbín, la Casa Pérez, el Banco Nacional de Cuba, The Royal Bank of Canada, el Banco Español de la Isla de Cuba, Banco Núñez, Banco Continental Cubano, Banco Agrícola e Industrial, entre otras.
La construcción de hoteles, viviendas e inmuebles dedicados a comercios y otros emprendimientos impulsaría la creación de micro y pequeñas empresas en el sector industrial, tema que reseñaremos en un nuevo artículo la próxima semana.
Fuentes:
Antonio Ortega Ruiz (ed. lit.): El patrimonio cultural en la provincia de Ciego de Ávila (Cuba): análisis y propuestas de ida y vuelta, Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, España, 2020.
Enrique García Pérez: Ciego de Ávila, 1955, Ciego de Ávila, Imprenta “La Avileña”.
Inaidy García Morell: “El crecimiento de la ciudad de Ciego de Ávila durante las primeras décadas del presente siglo”, tesis de grado, 1998.
Orelvis Castro García: “La trocha: azúcar y población (1902-1931). Un estudio de caso: el central Cunagua”, tesis de grado, Universidad de La Habana, 2001.
Diario de Tenerife
Adalberto Afonso: Mis investigaciones y algo más, Palibrio, 2011, t. 1.
El Pueblo
Invasor
Cuba en Europa
Diario de la Marina
Fondos documentales del Museo Provincial Histórico de Ciego de Ávila Coronel Simón Reyes Hernández y del Archivo Histórico Provincia Brigadier José Gómez Cardoso.
Archivo y testimonios de Bárbaro Martínez Hortelano.
Silverio Almanza Candelario: “Efemérides avileñas”, trabajo inédito.
Hola.
No sé a quién dirigirme para esta pregunta.
En el Capítulo “Tejares, Ebanistería, Comercio de Muebles y de materiales de construccion” mencionan a J. Tomás y José Romero que trabajaban el mármol José Romero es mi bisabuelo. Les agradecería enormemente si pueden darme alguna información sobre él. El, mi bisabuela y mi abuela fallecieron alrededor de 1925 de tuberculosis. Creo que lo menciona Teresa Moarquech en su tesis de grado.
Hace años que estoy buscando información sobre él.
Muchas gracias.