El médium Eulogio Prieto Santiso residente en Jumagua, Sagua la Grande, partió rumbo a España para participar en el Primer Congreso Internacional Espiritista que se celebraría en Barcelona, en 1888. Era entonces presidente del Centro “El Salvador”. Fue un año tremendo en su vida, pues la casona que poseía este hacendado, comandante del Cuerpo de Voluntarios, se incendió al explotar un barril de pólvora, accidente que provocó, además, quemaduras graves a dos personas.
Inexplicablemente para él, ninguna señal, ninguna revelación, lo puso sobre aviso del peligro que correrían sus allegados.
Eulogio, viajero incansable por diversos países, quien había asumido las doctrinas espiritistas y más se le conoce en la historia cubana por esta faceta que por sus dotes de empresario, fomentaba entonces un balneario de aguas medicinales en una colina ubicada en Amaro, cerca del poblado Rodrigo, perteneciente a la jurisdicción de Sagua la Grande y hoy al municipio Santo Domingo, en Villa Clara.
Las aguas, ricas en hierro y magnesio, eran recomendadas por facultativos para combatir enfermedades del estómago y la anemia. Aunque su uso se conocía desde las primeras décadas del siglo, el verdadero desarrollo inició cuando Prieto Santiso construyó un hotel en 1885.
Eulogio era un personaje interesante, muy culto, colaboró con varios medios de comunicación; entre ellos, Mensajero antillano, editado en España. Electo concejal del Ayuntamiento en las elecciones de Sagua la Grande, en 1878, fue accionista de una asociación bancaria para otorgar crédito territorial en 1890, integró la comisión organizadora del Partido Reformista en Sagua la Grande, en 1893, con el cargo de vocal.
Poseía una de las mayores bibliotecas de la localidad y fundó la Sociedad de Estudios Psicológicos “El Salvador”, a la que donó un terreno en Amaro para construir un edificio destinado a los ancianos desvalidos. Había nacido en España, según documentos compilados por el historiador Antonio Miguel Alcover y Beltrán.
Con todas las comodidades
Un anuncio publicitario, divulgado por el Diario de la Marina en el verano de 1887, decía sobre Amaro:
Allí encontrará el temporadista todas las comodidades apetecibles: un establecimiento bien surtido; hotel con buenas y ventiladas habitaciones y un esmerado trato; y además, hay casas juntas e independientes, cuyos alquileres, como se verá en la tarifa de precios, están al alcance de todas las fortunas.
El establecimiento disponía de transporte para pasajeros y equipajes, en volantas y carretones, garantizaba el correo y para seguridad de los clientes un destacamento de la Guardia Civil protegía el lugar. Cada 25 de mayo comenzaba la temporada turística.
Los precios mensuales de las habitaciones en el hotel eran 51 pesos oro las de primera, y 30 pesos las de segunda. Las ubicadas en la cuartería, de 12 a 75, y las casas de guano cobraban 2 pesos.
El viajero podía trasladarse por ferrocarril hasta Rodrigo, a 4 kilómetros de distancia de Amaro. A principios del siglo XX su fama era mundial. Un cronista del Diario de la Marina que lo visitó en 1907 nos cuenta nuevos detalles:
Del hotel a los manantiales hay que efectuar una pequeña excursión muy conveniente para el enfermo que va a allí a tomar las aguas.
Hállanse estas en una grandiosa gruta natural la que cubren completamente altos y copudos mangos y caimitos impidiendo que los rayos del sol penetren en tan pintoresco parque, uno de los más poéticos del balnerario. En esta gruta es donde se encuentran perfectamente cubiertos los pozos que contienen tan milagrosamente aguas a las cuales viven agradecidas millares de personas. Muy cerca de los pozos existen los baños medicinales que consisten en dos piscinas convenientemente preservadas para el bañista, así como la gran piscina o baño general.
Para evitar que se agotara el agua de los baños, aunque se rompieran las bombas de los pozos, existía un depósito de reserva. El hotel en esa fecha tenía tres plantas, capacidad para 60 personas y “servicio completo y moderno de inodoros, duchas, alumbrado y cocina”.
Los clientes, además de recibir el tratamiento beneficioso a su salud, tenían la opción de pasear en los alrededores de la llamada “Laguna del Encanto”, muy cerca del balneario y donde los aficionados a la pesca y la caza también practicaban estos deportes.
Otra opción era ir a la Loma del mirador para disfrutar las bellezas del paisaje, a lo lejos podía divisarse La Isabela, Sagua, Sieticito, Sitio Grande y Cifuentes.
El reclamo de Eulogio
Durante el período de ocupación militar estadounidense hubo un proyecto de construir un sanatorio para enfermos de tuberculosis en Amaro, “lugar predilecto por la naturaleza, que a la pureza de sus aires y de su especial dinamismo atmosférico, une lo más necesario para la curación de los tuberculosos: la facilidad de la nutrición, bajo la acción de sus aguas analizadas, como las más puras de la Isla, exentas de todo microorganismo”, afirmaba en una artículo escrito en Sagua la Grande el Dr. Tomás Hernández y publicado por Diario de la Marina el 12 de mayo de 1910.
En ese año, Eulogio Prieto comercializaba en La Habana agua de sus famosos manantiales y le aprobaron una marca propia. Sin embargo, no logró su añorado propósito de mejorar el acceso al lugar. Desde hacía tiempo reclamaba al Gobierno la construcción de una carretera hasta el balneario. Había presentado la solicitud a la Cámara de Representantes, pero no recibió respuesta. La prensa apoyó el reclamo y tampoco la escucharon.
Molesto, el prestigioso periodista y escritor Joaquín Nicolás Aramburo se ocupaba del asunto en el Diario de la Marina, en la edición del 22 de enero de 1910:
Habría de existir un interés político para que se prestara atención al asunto; pocos piensan en los enfermos pobres; aquí donde los ricos no temen dejar de serlo, y los personajes cuentan con recursos para trasladarse a Liberty, si están afectados de los pulmones, a Europa si de otros órganos.
Mientras esto ocurría, la Compañía de ferrocarriles bonificaba con el 50 % el traslado de materiales para quienes quisieran construir en Amaro y rebajaba el costo de los pasajes a los turistas.
Salto espectacular y caída estrepitosa
Eulogio vendió el balneario, con todas sus instalaciones, en septiembre de 1911 a los comerciantes de Sagua la Grande: José María González, Darío Argüelles, Marcelino García y Constantino Argüeyes. Debió sentirse libre de ataduras para dedicarse a su vocación de espiritista consumado y a la pasión de viajar. Los archivos de la prensa nos permiten precisar sus numerosas entradas y salidas de Cuba después de ese año.
Los nuevos dueños celebraron un banquete el día del traspaso de la propiedad, al que asistió el general Raimundo Sánchez Valdivida, director de la Lotería Nacional, Francisco Faura, Jefe de las Sección de aduanas del país, entre otras personalidades.
Una idea innovadora traían los comerciantes: instalarían maquinarias modernas para embotellar agua y multiplicar las ventas. La fama del balneario seguía en ascenso. En agosto de 1912 allí pasó sus vacaciones con la familia el Mayor General Jesús de Monteagudo, jefe de las Fuerzas Armadas de la República, también estuvo la Banda de Música de las Guardia Rural. Fue precisamente en Amaro donde falleció dos años después, el 14 de diciembre de 1914, el general Monteagudo, debido a la afección hepática que padecía.
A fines de 1916 Valentín Burgallo y Compañía se hizo cargo de la explotación de los manantiales, tomados en arrendamiento y en 1917 las aguas de Amaro obtuvieron el Gran Premio y Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Milán, Italia. Todavía estaba pendiente la construcción de la carretera, pero el uso de dos automóviles, dos coches y un camión mejoraron sin dudas el traslado desde Rodrigo.
Amaro tenía 150 casas, Oficina de Correos, puesto de la Guardia Rural y telefonía pública. Iban construyéndose confortables chalets, rodeados de jardines. La gente de dinero de Sagua la Grande invertía allí. Era un buen lugar para veranear y pasar los fines de semana.
Aumentaban sus atractivos: “Amaro en busca de salud y expansión nos permitirá apreciar lo bueno que en Cuba tenemos. Antes la gente humilde era únicamente la que iba Amaro a curarse, ahora van de toda la Isla personas de todas las condiciones y regresan encantadas del panorama, de la estancia en el hotel, de los efectos que las aguas les causan, saturados de aire puro y de aguas puras, aguas que se reparten por toda la isla y se exportan al extranjero en donde alcanzan grandes recompensas en exposiciones y concursos”, enfatizaba el 20 de mayo de 1917 el Diario de la Marina.
En 1918 en Sagua la Grande fue constituida una sociedad anónima denominada “Manantiales de Amaro” presidida por el comerciante y hacendado Beriguistaín de esa ciudad, con un capital de 400 000 pesos. Esta empresa compró la propiedad.
El libro de Cuba, publicado en 1925 bajo la dirección artística y literaria de Emilio Roig de Leuchsenring, resaltaba la importancia de las aguas minerales villaclareñas, como producto exportable y para el consumo nacional:
“La Industria de Aguas Minerales, tan desarrollada en estos últimos tiempos en todos los países civilizados de la tierra, tiene la provincia de Santa Clara hermosos exponentes y contribuye decisivamente con la pureza de sus productos y sus bondades naturales, al mantenimiento de la salud pública y el aumento y prestigio de nuestro nombre las aguas de “Amaro”, “Lobatón”, “San Juan de Letrán”, “Ciego Montero”, etc, etc, artísticas e higiénicamente embotelladas, son en grandes cantidades exportadas para el consumo mundial, a tal extremo, que las renombradas “Evian”, “Apollinaris”, “Mondariz”, etc, etc, se han ido debilitando en su prestigio único, ante los resultados portentosos e inesperados de las nuestras. La provincia de Santa Clara ha sido especialmente bendita por Dios.”
Después de 1959 Amaro perdió su esplendor. Un incendio destruyó el hotel, los chalets fueron deteriorándose con el paso del tiempo y por la desidia humana. En la actualidad sigue aprovechándose el agua mineral en la embotelladora “Alberto Jaureguí”, aunque no en los manantiales antiguos. Esta industria recibió una remodelación a partir del 2009 y dispone de máquinas y equipos procedentes de Italia y China.
El valor primigenio de Amaro ha sobrevivido. Tal vez surja un nuevo Eulogio Prieto Santiso, que, sin ser médium, logre resucitar la belleza y utilidad para la salud de aquel poblado, donde los baños del espiritista hicieron historia.
Fuentes:
Alcover Beltrán, Antonio Miguel. Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción. Imprentas La Historia y El Correo Español: Sagua la Grande, Cuba, 1905.
Machado Consuegra, Litzay: Estrategia de Exportación para el Agua Natural Embotellada “Amaro”, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.
Leusechsering, Emilio Roig de. El libro de Cuba. Primera Edición. Editorial Artes Gráficas: La Habana, Cuba, 1925.
Diario de la Marina
El Fígaro
La Correspondencia de España: diario universal de noticias
La Luz del Porvenir: semanario espiritista
La Oceanía Española
Revista de Estudios Psicológicos, octubre de 1888.
Testimonio de Evelio Enrique Cruz Domínguez
https://sagualagrande-cuba.blogspot.com/
Wow, interesante historia que no conocía. Gracias por compartir y ayudar en el conocimiento de la Historia de Cuba sin develar.