Aquella tarde calurosa del mes de julio de 2002, entre tragos de mojito, escuché por vez primera fragmentos de esta historia. Mientras contemplaba, desde Cayo Coco, el azul infinito que se perdía en el Canal Viejo de Bahamas, Ángel Tomás González, escritor y corresponsal de El Mundo en Cuba, autor del libro Crónicas para caminantes, me dijo:
—En esas aguas navegaba el yate del príncipe Ruspoli cuando abastecía a submarinos alemanes.
Por unos instantes pensé que era ficción, tal vez el argumento para una novela. Sin embargo, recordé al Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, quien cazó sumergibles de Hitler en el mismo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.
Aunque quedan muchos cabos sueltos para reconstruir la aventura de Camilo Ruspoli, príncipe de Cadriano (1882–1949), jefe de los Camisas Negras del dictador Benito Mussolini en Cuba, es posible adelantar algunas notas sobre este personaje y el fascismo italiano en la mayor de las Antillas.
Flechado por una cubana
En enero de 1920 arribó a La Habana Camilo Ruspoli, en el vapor Governor Cobb, proveniente de Cayo Hueso y se aloja en el lujoso Hotel Inglaterra. El príncipe italiano estaba casado con Margarita Blanc Terry, hija del barón francés Albert Blanc, exministro y senador del Reino de Italia y de Natividad Terry, perteneciente a una familia cubana multimillonaria.
Margarita nació en Madrid, el 7 de mayo de 1884 y se casó en Roma el 29 de abril de 1905 con Camilo Ruspoli, II príncipe de Candriano y príncipe del Sacro Imperio Romano Germánico. Era hijo de Emanuele Francesco, quien fue alcalde de Roma y contribuyó a la unidad nacional de Italia.
Ruspoli venía en funciones de agregado comercial de la Legación de Italia. “Tengo el honor de representar al gobierno de Italia cerca del gobierno de la República de Cuba, para desempeñar la misión de estudiar los medios de acercar ambos países, más aún de lo que actualmente se hallan mediante nuevas redes relaciones comerciales y tal vez dejar preparada la realización de algunos tratados”, expresaba en una entrevista al Diario de Marina, divulgada el 10 de enero de 1920.
Pensaba el diplomático permanecer cinco o seis meses. Develó a la prensa que para fomentar la inmigración de italianos a Cuba prefería el sector de los operarios, de los expertos manufactureros, de artesanos, sobre todo.
Quizá fue una casualidad, o no, pero recién había llegado a La Habana otra figura de la nobleza italiana: el Conde Gaetano Manzoni, director de Asuntos Políticos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia y casado con la cubana Silvia Alfonso. En 1920 Ruspoli era Diputado al Congreso, por la provincia de Avellino. Había sido integrante del ejército como Capitán de Ingenieros y fue condecorado con la Cruz de Guerra.
Hacendado en Ceballos
El príncipe no solo se ocupó durante esos meses de tareas diplomáticas, pues compró una finca citrícola en Ceballos, Ciego de Ávila, perteneciente entonces a la provincia de Camagüey.
Cuando en el mes de julio partió hacia París, en el vapor Espagne, ya era hacendado en la próspera colonia fomentada por estadounidenses. En el mismo barco regresó a fines de noviembre, acompañado de su esposa y de Emanuele, hijo de esta unión. Continuaba como diplomático, aunque poco tiempo permaneció en La Habana. Apenas pudo marchó a la finca para constatar su progreso y otras vez fue a Francia. Volvió a la isla en febrero del año siguiente.
Informaba Emanuele a la prensa en 1929 que la finca tenía un valor de 100 mil dólares. “Cada vez que mi padre y yo tenemos oportunidad visitamos esta propiedad con el objeto de mejorarla en todo lo posible dando las correspondientes instrucciones a los encargados de ella”.
Acerca de su posición ante el Gobierno de Mussolini afirmó al Diario de la Marina, el 5 de febrero de 1929:
Todo buen italiano debe reconocer honradamente que Benito Mussolini es el verdadero salvador de Italia. Él, empleando métodos saludables de reconstrucción nacionalista y armonizando la vieja pugna entre el capital y el trabajo evitó la disolución del Reino que parecía inevitable por las nefandas doctrinas comunistas que iban propagándose aceleradamente en Italia.
En la capital cubana, la residencia del príncipe estaba situada en Avenida del Río Almendares, no. 8.
Una noche, hace siete años, conversaba, en Guardamar del Segura, Alicante, con la escritora cubano-española Helena Vilarelle y de pronto surgió el tema de Ruspoli. Para sorpresa mía su familia no solo lo conoció, sino que tuvo vínculos con él.
“En una de las márgenes del río Almendares, Margarita de Candriano tenía una colonia de niños y jóvenes italianos y allí mi abuelo José Manuel Vilarelle y Busto, natural de Galicia, impartía clases a los mayores mientras mi madre, que era una jovencita de 19 años, se ocupaba de los más pequeños”.
A Emanuele Ruspoli (1906-1929) la muerte, por fiebre tifoidea en París, le impidió volver a Cuba. Según le contaron a Helena sus tías, la familia lo había enviado a Europa para alejarlo de la joven maestra, pues no aceptaron la relación amorosa que afloraba cada vez con más fuerza entre ellos.
El partido fascista
Con el ascenso al poder de Benito Mussolini y sus huestes fascistas en Italia, a finales de 1922, la expansión de ese movimiento político llegaría a Cuba.
De acuerdo con una carta de Emilio D. Cassi, Delegado del Partido Nacional Fascista en la isla, publicada en el Diario de la Marina el 8 de marzo de 1924, la organización no tenía “otra misión en Cuba que aquella de hacer propaganda a la italianidad, de amor y de unión entre los emigrados italianos, de mayores intercambios comerciales entre Cuba e Italia y de estrechar mayormente los lazos que unen a los dos pueblos hermanos”. Sin embargo, el 4 de junio convocaba la recaudación de dinero para comprar aeroplanos con el objetivo de reforzar la escuadra de guerra de la dictadura.
Más sincero fue otro líder, Guido Campilli. En abril de 1933 confesaba: “Nosotros, fieles y disciplinados soldados del ejército fascista, en el día de la conmemoración del XIV aniversario (…) de la fundación del Fascio de Combate, sentimos el orgullo y la responsabilidad de la hora, con la mirada fija en la meta de la potencia de la patria y de la expansión del espíritu fascista en el mundo”.
La sede del partido, en 1926, estaba en Prado y Neptuno, donde radicó antes el Casino Alemán. El ingeniero Stefano Calcavecchia era su presidente en ese año. En 1933 tuvo un nuevo local sito en América Arias, no. 5, altos.
Durante las celebraciones de efemérides nacionales y otros eventos, usaban el atuendo de las Camisas Negras, cuerpo paramilitar creado por Mussolini para neutralizar a sindicatos, huelguistas y la intelectualidad de izquierda que adversaba al fascismo.
Cuando, por ejemplo, visitó La Habana el piloto Marqués Francesco de Pinedo, en marzo de 1927, en su legendario hidroavión Santa María, así lo recibieron los fascistas en la isla:
“Los fascistas uniformados, portando las banderas de Italia y Cuba y otras cuatro italianas con gallardetes de los fascistas de Puerto Rico, República Dominicana y La Habana, se presentaron a las 12 y 30 en la explanada de la Capitanía del Puerto, estando mandados por el también aviador italiano Sr. De Luca. Los fascistas vestían la clásica camiseta negra con gorra de igual color y pantalón blanco, teniendo cada uno sus insignias correspondientes. Hicieron algunas evoluciones en la explanada”, relataba una nota del Diario de la Marina.
Este periódico contribuyó a la propaganda del partido fascio a través de noticias, artículos de opinión, conferencias y discursos de los líderes radicados en la capital cubana. Tal actitud fue premiada con la Cruz de San Mauricio y Lázaro, conferida por el Rey de Italia a José Ignacio Rivero, director del periódico, distinción que recibió en acto solemne el 13 de febrero de 1938.
Sabemos que en 1932 asumió el cargo de Secretario del Fascio en Cuba Guido Campilli, quien vivía desde hacía seis años en la Isla y fue esposo de la cubana Meché Roig y Fernández, a cuya boda asistió como testigo, en 1934, el alcalde de La Habana Miguel Mariano Gómez.
Líder del Fascio
El 27 de enero de 1936 el Fascio en Cuba celebró sus elecciones, pero anularon el resultado debido a un tumulto; al parecer había lucha por el poder. Un Directorio Provisional quedó al frente de la organización. La partida hacia Italia de Campilli en abril debió afectar aún más la unidad. Ruspoli, a partir de entonces, va a desempeñarse como líder de los ultranacionalistas italianos. Ellos tenían en el palacete Casa Italia, ubicado en Prado 44, su cuartel general para reuniones políticas y festejos.
El 27 de mayo de 1936 un artículo del Diario de la Marina, titulado “Conmemorada por el fascio la entrada de Italia en la guerra”, relataba la celebración, presidida por el embajador de esa nación en Cuba y por Ruspoli, en su carácter de Secretario del fascio. La organización tenía un Directorio integrado por el capitán Eguenio Fornasier, veterano de la Primera Guerra Mundial, doctor Paolo Nicolai, doctor Fedele Sacco y Domingo D’Angelo. Además crearon la Secretaría del Fascio Femenino.
Ruspoli presidía la Sociedad de Asistencia Italiana que socorrió a sus paisanos radicados en La Habana con dificultades económicas, en especial a los niños. Existía también en la década de 1930 el Instituto de Cultura Italiana Víctor Manuel III, dirigido por el Dr. Paolo Nicolai, que organizaba un curso escolar, bajo la tutela del profesor Mariano Grassi y ciclos de conferencias, con un fuerte contenido ideológico a favor de fascismo.
En una charla ofrecida en febrero de 1937, Nicolai no tuvo reparos en confesar:
Porque es bien que se sepa señores que para nosotros, los italianos de Mussolini, no hay sofismas ni sutiles distinciones. Para nosotros solo existe una Cultura y es precisamente la que recaba su razón de ser del maravilloso caudal de fuerzas morales y materiales que constituyen la Italia fascista.
La invasión italiana a Etiopía en 1935 recibió, como es de imaginar, el respaldo del partido Fascio en La Habana. Al piloto, periodista y profesor, participante en el conflicto, Vittorio Beonio Brocchieri le tributaron un magnífico homenaje cuando visitó la capital cubana en 1937 y al conmemorar la fundación de Roma, el 21 de abril de ese año, Ruspoli no desaprovechó la ocasión para decir en su discurso: “(…) si el imperio es hoy una palpable realidad débese en gran parte a los cien mil obreros que, en las inhospitalarias tierras de Etiopía, allanaron las vías de la conquista, llevando el pico en una mano y el rifle en la otra”.
Bajo el mandato de Ruspoli, la Casa Italia alcanzó su mayor esplendor, inauguraron el 7 de marzo de 1938 un salón de espectáculos:
“Inspirándose en las subjetivas pinturas e inscripciones murales que lo decoran y hacen del mismo un simbólico rincón de la Nueva Italia”, en al acto fundacional el Príncipe “recordó a los presentes que el fascismo no es solamente una doctrina sino una práctica de vida en que la austeridad de propósitos se acompaña siempre de una sana alegría”.
Si analizamos la presidencia del evento integrada por los embajadores de Alemania, España, Italia y República Dominicana, Elicio Argüelles, Presidente del Comité Nacionalista Español, Alejandro Villanueva, Inspector General de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), grupo fascista español, comprendemos las relaciones y redes que se iban consolidando en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, en la mayor de las Antillas.
Nuevas misiones en tiempos de guerra
El desempeño de Ruspoli como vocero del fascismo superó las fronteras cubanas ya que en 1939 el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia lo comisionó para visitar las Organizaciones de trabajo, deportes y de asistencia de colectividades italianas en las Antillas y Centroamérica. El 5 de mayo regresó a La Habana, después de haber recorrido varios países, en compañía de su esposa.
La entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el 8 de diciembre de 1941, reorientó los planes militares de Alemania. Al día siguiente fueron levantadas las restricciones para el uso de submarinos frente a las costas norteamericanas. Las aguas del Golfo de México, el Caribe y el Norte del Atlántico comenzaron a ser surcadas por submarinos enviados por el alto mando hitleriano para espiar y hundir barcos que transportaban mercancías o petróleo. También “sembraron” agentes. En La Habana, por ejemplo, el más conocido fue Heinz August Kunning, a quien fusilaron las autoridades cubanas en 1942.
Cuba se había sumado al conflicto el 9 de diciembre de 1941. Las sospechas sobre Ruspoli, como contrabandista de petróleo, datan del año anterior cuando el delegado de la Capitanía del Puerto en la Chorrera informó que Nenemoosha, yate del príncipe, llegó a su atracadero en el Almendares y bajó 24 tanques de combustible y, de ellos, cuatro vacíos. Por esta causa le fue abierto un expediente en la Sección Especiales de la Aduana, en agosto. Él poseía otro yate llamado Azaíz.
La historia de si abasteció a los submarinos alemanes no resulta improbable debido a la libertad con que navegaba, sus recursos económicos, probada ideología y la misión encomendada por el Gobierno italiano, aunque el marinero José Maldonado Díaz, quien navegó durante diez años con él, no mencionó el asunto en su testimonio a Adalberto Afonso Fernández. Claro, de ser cierto, tampoco era para vanagloriarse de ese pasado.
En busca de nuevas informaciones pregunté en abril de 2014 al historiador Maximino Gómez Álvarez, radicado en España y entonces Vicepresidente de la Asociación para la Investigación y Difusión de la Historia Naval de Cuba, quien ya falleció.
Él me respondió en una comunicación fechada el día 4, que en la finca de Ceballos “(…) fueron entrenados los Camisas Negras por el General Golowchenko (antiguo oficial zarista). Una de las veces que investigué en el National Archive and Record Administration me fue imposible consultar todo el expediente de Ruspoli; tenía más de 2 mil folios solo en informes del FBI y MI6. Ruspoli era un personaje complejo, estaba de lleno en todo y no aparecía en casi nada”.
Gómez Álvarez consideraba que era una leyenda el desempeño de Ruspoli en el abasto a los submarinos, aunque reconocía el vínculo del líder fascista con espías alemanes: “es cierto que en los Canarreos y Jardines de la Reina navegó junto a Degemberg; era la época en que el agente vivía en la Hacienda Santa Bárbara en Isla de Pinos con Frau Bertha”. Y en un foro de debate, en diciembre de 2012, aportó un dato muy interesante: “(…) después de entrevistar personalmente al excomandante de la flota submarina alemana Alfred Eick, este me indicó algunos datos concernientes a la labor de la flota italiana en las proximidades de Cuba, lo que me fue corroborado por Oswlad Kulick, exjefe de comunicaciones del “Aviso Grille”, que fuera yate personal del Führer Adolf Hitler. En mis indagaciones encontré testimonios del hundimiento de una patana, utilizada en el transporte de cabotaje, que fuera hundida por un submarino italiano al este de la bahía de La Habana”.
Sin duda, quedan muchas pistas a seguir. Una de ella la encontramos en la crónica “El mulo muerto” de Ciro Bianchi, publicada en Juventud Rebelde. Refiriéndose a Manuel Benítez, jefe de la Policía Nacional a partir de 1941, apunta:
Mucho se ha especulado acerca de su complicidad con la quinta columna nazi en Cuba. Al menos fue incapaz de neutralizar la red que conformaban más de 400 hombres, algunos de ellos figuras muy notables del deporte y la radio, que todos los fines de semana robaba grandes cantidades de combustible de los depósitos de la Shell, en La Habana, y las transportaba, en camiones de una lechería, a Camagüey, donde submarinos alemanes permanecían camuflados en la cayería norte. Resulta, desde luego, bastante ingenuo inculpar a un solo hombre, que, por importante que fuera, no debió ser más que una de las piezas de un gran engranaje. En las altas esferas del gobierno batistiano de la época no eran pocos los que simpatizaban con Hitler y su política.
Hasta tal punto, agregamos, que existió el Partido Nazi Cubano y el Partido Fascista Nacional, autorizados por el Registro Especial de Asociaciones del Gobierno provincial de La Habana.
El zarpazo hitleriano no cesaba. La Operación Tierra Nueva, efectuada en febrero de 1942 en el área del Caribe por submarinos alemanes causó el hundimiento de 18 barcos petroleros y 23 buques comerciales, además de averiar otros 11. También bombardearon refinerías.
Prisión y muerte
En Cuba era cada vez más evidente la actuación de los aliados de Hitler, el 2 de febrero el semanario España Popular denunciaba que en la isla: “los falangistas organizan la creación de Comités pro-generalísimo (…) que son o serán, realmente organizaciones subversivas, quintacolumnistas, centros de espionaje”.
Y le llegó la hora al Príncipe. El 23 de abril de 1942 el Diario de la Marina informaba en una nota escueta, y con distancia:
Detención de un príncipe italiano en Cuba. Ha sido detenido y encarcelado como extranjero peligroso el príncipe italiano Camilo Ruspoli, la policía la acusa de ser uno de los directores del fascismo en América, vivía desde hace años en Cuba donde posee muchas propiedades. El príncipe tiene una colección de yates de los que la policía se ha incautado.
De acuerdo con el testimonio de Tomás Terry, en entrevista que le realizó en 1975 el investigador Adalberto Afonso Fernández, Camilo Ruspoli fue “(…) recluido en una clínica de 10 y 21 en el Vedado por la que pagaban unos $600.00 mensuales. Cuando lo detuvieron, primero lo recluyeron en el Dpto. del Director del Castillo del Príncipe. Dicho Director puso a su servicio a dos reclusos. Luego lo trasladaron para la mencionada clínica donde sólo lo visitaban su esposa, su cocinera Nina (italiana) y Tomás”. Así que no la pasó tan mal como otros. Recordemos a los centenares de inmigrantes japoneses que, solo por su origen, los enviaron presos a Isla de Pinos.
El 4 de septiembre de 1949 falleció Ruspoli en su residencia habanera. Los editores del Diario de la Marina, publicaron una nota que elogiaba al príncipe, resaltaba que su muerte causó “una pena profundísima en nuestra sociedad (…) había conquistado, con gran merecimiento, la más elevada consideración en los círculos sociales cubanos (…). Gran señor que ocultaba su elevadísimo abolengo tras un carácter llano, cordial, de atrayente simpatía, se distinguió por su filantropía y caridad cristianas, a cuyas virtudes unió una incansable dedicación al trabajo”.
El cronista también reseñó algunos datos biográficos, pero olvidó olímpicamente el pasado fascista y mucho menos habló de la prisión del hombre de Mussolini en Cuba.
Fuentes:
Adalberto Afonso: Mis investigaciones y algo más, Palibrio, 2011, t. 3.
Archivo de Bárbaro Ricardo Martínez Hortelano.
Archivo del Museo Provincial de Historia Coronel Simón Reyes, Ciego de Ávila.
Bohemia
Cubadebate
Diario de la Marina
España Popular
Granma
Juventud Rebelde
Testimonio del historiador Maximino Gómez Álvarez
www.cronicamaritima.es
www.u-historia.com
www.forosegundaguerra.com
Pues tal vez en las andanzas de ese personaje en Cuba, y particularmente en Ciego de Avila, esta la razon por la que un poblado cercano a la capital de esa provincia se llame asi, Ruspoli.
Así es Omar. El poblado avileño tiene ese nombre porque esos terrenos pertenecieron a Camilo Ruspoli. Gracias por comentar. Saludos.
Exelente, mira que este Ruspoli le dio un nombre a un lugar de la tierra colorada de Caballos. Me encantó. Felicidades buen artículo.
muy buen articulo sobre todo me aclara muchas dudas ,pues soy avileño y desde pequeño solia ir a esa localidad con mi padre y me hablaba sobre ruspoli y su historia ,algo desconocida incluso por sus propios pobladores . muchas gracias
Gracias por este regalo sobre la historia de Cuba. Interesante trabajo José.