Lacerado en el menoscabo de una pared de “La pelota”, en el Vedado, cuelga un retazo de historia, si se quiere, reciente. Afuera ha pasado una década, hubo pasión, azul, ruptura y desvarío, pero dentro, en una imagen de hace diez años, todo sigue igual. Es la tarde del sábado 20 de marzo de 2004 en el estadio Latinoamericano, e Industriales, colgado del brazo de un joven derecho de veinte años recién cumplidos, forzaba el quinto partido de uno de los play off de cuartos de final de la 43 Serie Nacional ante un Sancti Spíritus que la noche anterior creyó haber fulminado a batazos el credo del campeón defensor.
Superado el desafío, eclipsado el miedo, visibles las lágrimas, Deinys Suárez Laguardia (La Habana, 13 de marzo de 1984) ancló rodillas en tierra y posó la mano enguantada sobre la gorra antes de desaparecer de los focos, inundado por la euforia de sus comunes. Ese día tuvo su bautismo de fuego quien por siete años portara el dorsal número cuatro de los azules de la capital. La sinergia entre el ídolo y la afición se alimenta de la definición al límite. En ese sentido, el Latino es más veleidoso que el Bernabéu. Omite nombres y coros solemnes, pero a la larga termina consagrando la repetición exitosa de esfuerzos en lo más íntimo del industrialismo. Ese que añora la intensidad y el señorío de aquel staff de pitcheo de la “era Anglada” como si en ello le fuera algo más que su propia fe.
A pulso de memoria, pareciera aquel Deinys, desde su estampa de caballero en el box, hecho para empeños mayores. Lo suyo era el ruedo, la elegancia en el windup, las tardes-noches de postemporada, de todo o nada. En el Cerro, en el Huelga, en Santiago, en el Capitán San Luis. Siempre rompiendo el hielo, transformando en azul lo insustancial, cuando no quedaba de otra, cuando no había después, cuando el margen entre la risa y el desastre era desquiciar a Cepeda con la curva grande en cuenta completa.
Hace tiempo que lo del “4” azul en los diamantes cubanos es historia. Su suerte fue la de otros tantos de su generación, aquella del Panamericano Juvenil de Camagüey. Allí selló el título para Cuba con relevo perfecto frente a Estados Unidos. Puede que el olvido no tenga método, pero por resquicios transpiran todavía demostraciones de ensueño con encajes de slider y aroma a humo de recta seca.
Nadie corre tras cantos de sirena porque sí. El azul va siempre en cuerpo y alma, hasta que el brazo aguante. Seis años después de su partida, Deinys Suárez, residente en Miami y a punto de cumplir 31 años, accedió a compartir con OnCuba, vía Facebook, algo más que las vivencias del talentoso lanzador que fue.
Casi por azar, mientras se ultiman detalles y horarios, se hacen públicas dos entrevistas a su excompañero Yadel Martí. Desencadenado mi instinto industrialista, asumo que si han repetido con Martí no sería extraño que a alguien se le ocurriera ir por Suárez. Le pongo a sobre aviso. Yo pensé en él primero.
-El que venga se va con la curva.
(Risas) No, curva no, slider. Una de ochenta y tantos. Final – recuerdos, Lazo, Petco Park, 2006.
-Después de tantos años, ¿cómo andan los niveles de azul en sangre?
¡Imagínate! Subiendo todavía (Risas).
-¿Qué te ocupa actualmente?
Ahora trabajo. Ya estoy retirado del béisbol pero sigo vinculado como entrenador de niños en clases privadas de pitcheo. Tengo un equipo de chicos de once años que entreno junto a Leugim Barroso.
-Cuando abandonas Cuba en el parón por el Clásico Mundial de 2009 se te veía lejos de tu mejor forma. ¿Por qué decides irte en ese momento?
O me iba de Cuba o dejaba de lanzar. Empecé la Serie ese último año porque lo otro era quedarme sin hacer nada, con todo lo que eso implicaba. Tenía 25 años y estaba casi tirado al abandono. No solo por mí, te digo, tuve serias molestias en el brazo en mis últimas dos temporadas y muy poca gente, para no ser absoluto, se preocupó porque yo volviera a ser el de antes. En Cuba cuando ya no rindes no importas. Es lo que pienso y no creo que sea Deinys Suárez el único ejemplo.
-¿Influyó en tu decisión el hecho de que Anglada terminara con Industriales?
No, a esas alturas yo lanzaba casi por inercia. De hecho, mis últimas dos series fueron pésimas (3-2 en 2007-2008 y 2-5 en 2008-2009).
–¿Y Germán? ¿No intuyó que parte del éxito de su gestión pasaba por recuperar tu brazo?
Germán no intuía ni entendía nada y, al menos con nosotros, no fue un buen entrenador, en ningún sentido. Igual, con o sin Germán ya yo me iba a ir, era una decisión tomada.
–Te fuiste y la gente te perdió la pista. ¿Qué hubo después de eso contigo?
En aquel momento yo salí con Reinier Roll y Maikel Reyes. Meses después me convierto en agente libre y ya en 2010 estuve un par de semanas con los Gigantes del Cibao, en República Dominicana. Nada más. Me mantuve allí hasta que en el 2011 llego a Estados Unidos luego de que me lograran incluir en una carta de invitación.
–¿Y allí qué haces?
Aquí, y con mediación de un gran amigo que era mi abogado, me firman los Mellizos de Minnesota. Jugué con ellos en doble A y triple A, pero se mantenían mis dificultades en el brazo, tenía problemas en el codo. Logré recuperarme algo pero ya no fui el mismo, nunca recuperé mi mejor versión.
-¿Volviste a probar suerte en el béisbol invernal del Caribe?
Si, en la Liga invernal de Puerto Rico, con los Leones de Ponce y los Gigantes de Carolina. Primero mientras pertenecía a los Mellizos y luego en el 2012, después que quedé libre.
-¿Cuándo entiendes que tu brazo no da más y que en esas condiciones sería difícil competir o lanzar en un nivel superior de béisbol?
Precisamente cuando Minnesota me deja libre. Terminé con dolores fuertes en el codo. Personas cercanas a mí me hablaron para que siguiera jugando y no me diera por vencido. Continué intentándolo un tiempo más en ligas independientes e invernales, pero ya luego decidí parar y dedicarme a trabajar.
-¿Cuánto tiempo llevas sin lanzar?
Casi un año. Fui a lanzar a Canadá, allí fui el segundo de los pitchers, pero en una liga nada buena, casi todos canadienses. Cuando llegas a un determinado nivel en tu carrera hay escalones que uno difícilmente baje. Siempre fui muy exigente conmigo y aquello no me convencía, amén de los resultados. Tenía otros objetivos, no los conseguí y ya está.
-Muy joven comienzas de abridor con Industriales y en poco tiempo te conviertes en uno de los mejores lanzadores del país. ¿Cómo influyeron en tu mejoría Elosegui y Julio Romero?
Bueno, lo primero que te diré es que Elosegui no hizo nada por mí. El que se “fajó” por mí fue Julio Romero. En la preparación, me ponía a lanzar cada cuatro días en una cuadrangular en la Ciudad Deportiva. Así mejoró algo mi control.
-¿Y Anglada? ¿Cómo era su relación contigo?
¿Qué te puedo decir de Rey? Al principio, yo era su niño lindo, junto a Yunel Escobar, así nos decían. A él le gustaba mi forma de lanzar, mi agresividad en el box. Como persona es lo máximo, gran amigo, con mucho carácter, por eso hizo lo que hizo con el equipo. Con Rey no habían estelares, ni nombres, jugaba el que mejor estuviera. Si Kendry no rendía en Play Off, banco. Si Scull le pedía descanso y el equipo lo hacía bien con Galarraga en primera, igual. Por eso Industriales volvió a ser campeón después de varios años, porque él llegó e impuso un orden y una disciplina que se habían perdido. Creo que Anglada hizo con el equipo lo que nadie en mucho tiempo.
-Parecía tenerte mucha confianza, te daba la bola en juegos decisivos aun siendo tú muy joven.
No es que los juegos decisivos me los diera a mí, solo me tocaban. Cuando empecé, el pitcheo de Industriales era el mejor de Cuba, y éramos casi todos jóvenes. Ahí no se lanzaba por encima de nadie. Te digo: Yadel (Martí), primer pitcher, Yamel Guevara, Osbek Castillo, Francisley Bueno, Frank Montieth, Arleys Sánchez, Sandy Ojito, Frank Javier Menéndez, luego pasaron otros. Aunque si es cierto que me toco lanzar varios juegos para empatar o pasar de fase en varias postemporadas. De los decisivos, solo fallé en uno, en Santiago en el 2007. Perdimos ese juego y con él el campeonato. Digamos que ahí empezó la debacle de Deinys Suárez. Después de aquello, nada fue igual.
-¿Por qué?
Cosas que pasan.
-En ese tiempo hubo rumores que si Frank y tú, que si carnavales después de perder esa final, que habían roto la disciplina. ¿Qué hay de cierto en eso?
No mucho, no hubo carnavales ni nada (Risas). Pero pasaron cosas por las que Rey al día siguiente nos regañó. La verdad, tenía sus razones.
-¿Eso condicionó tu relación con Anglada?
Bueno, aquella fue una relación como se dice, de amor y odio, aunque odio nunca hubo (Risas).
-¿Discrepancias?
Cosas de nosotros. A veces, la juventud te hace perder la perspectiva, más cuando uno es conocido siendo todavía muy joven. De ser su niño lindo pase casi a ser el más majadero, pero tampoco en el mal sentido de la palabra. Mi compromiso con el equipo fue total hasta ese momento, los resultados ahí están. (47-22, 7-4 en play off, del 2004 al 2007, 14 de ellas entre lechadas y participaciones)
-¿Dejaste de hablar con Anglada?
No a ese extremo, pero hubo distancia y eso no me hizo bien. Luego del año que perdimos la final con Santiago, pensé hasta en irme a lanzar a Metros o al Habana. Llegué a hablar incluso con Contino, el del Partido de Ciudad de La Habana, para que mediara, pero no se dio.
-¿Han vuelto a hablar?
Si, una de las veces que él estuvo en Panamá lo llamé y hablamos muchísimo. Me debía una disculpa con él, Rey es un gran tipo, una gente transparente, sinceramente, se lo debía. Después de aquello, también hemos compartido juntos y hasta día de hoy la mejor relación, como siempre debió ser. Los años te hacen ver las cosas diferente, uno reflexiona y sabe que hay cosas del pasado que no estuvieron bien, pero pasado es pasado.
En 2006 tuviste un juego clave contra Santiago, de casi 150 lanzamientos…
Si, en el Latino. Perdíamos 1-2 la final, aquello pintaba mal. Incluso ese juego no me defienden bien y casi exploto, pero no quería que me relevaran. Era yo, yo y yo. Después Tabares pega jonrón y remontamos. A esa hora ya no pudieron conmigo y terminé el partido. Ganamos 5-4. Fue importante esa victoria, por cómo se dio todo. Al día siguiente les gana Odrisamer Despaigne, de relevo, y Frank los remata en el Moncada. Ganarle a Santiago era lo que más se disfrutaba.
-¿Qué sostenía tu pitcheo?
Mi arma, a pesar de que en Cuba tenía buena velocidad, era el slider. Mi velocidad sostenida era de 88 a 92 millas. Algunos me decían que más, que 94 o 95, que eso si lo tiraba yo cuando juvenil, pero la velocidad real es la que sostienes, no una que se escapa a un poco más. De todos modos, cuando uno crece y madura ya se dedica más a sacar out que a pasar con velocidad. Y claro, está el desgaste físico también, que te merma con el tiempo y te obliga a apelar a otras cosas. Además, en Cuba se trabaja mucho y con muy poco descanso. Por eso es que varios lanzadores de mí tiempo que eran prospectos ya terminaron, por el exceso, de ahí las lesiones.
-¿Con qué bateadores pasabas trabajo aquí?
Mi hermano y gran amigo Frederich Cepeda. (Risas) No podía ni verlo. Me daba muchos jonrones, y no precisamente por ser mí amigo. Michel Enríquez era otro que también me conectaba con frecuencia, pero ninguno como Cepeda.
-¿Quién se te daba fácil?
Al que más fácil le lanzaba era a Yoennis Céspedes, eran dos o tres ponches por juego, fijo.
-Enemistades en el béisbol
En Industriales ninguna.
-¿De los contrarios?
No, eso no se dice (Risas). Asume que existían, como en todo, aunque contadas, y tampoco te diría que enemistades, bájale un poco al término.
-¿Pelotazos?
No, menos, tampoco te diré. Mira… – pausa en el chat, Facebook tiene sus códigos – si te digo que no di un pelotazo, te miento, pero fueron los menos. Yo me aceleraba de vez en cuando, sobre todo al principio, cuando todavía me estaba haciendo un nombre, pero normalmente me concentraba bastante. A veces, por ahí me entraba el aquello del pelotazo, la furia, pero muchas veces podía conspirar contra el equipo, y eso va primero. También se te iba con una pausa, una visita. Alguno que otro me camino con el bate, incluso sin que le diera a propósito. Igual, nadie puede decir que Deinys Suárez lo dejó tiempo sin jugar por un pelotazo.
-¿Quiénes te encararon?
De los que recuerdo, Benavides, en Santiago, lo estaba mayoreando y en una de esas él asumió que se la había tirado. Yero también, de Sancti Spíritus, lo hacía bastante, solo había que rozarlo (Risas). Pero mira, a Cepeda le di bastante porque a veces optaba por el recurso de apretar y cerrarlo. Ya te decía, era llevarlo tenso o jonrón y así y todo me bateaba, un fenómeno.
-¿Y Yuliesky (Gurriel)? ¿Cómo era tu relación con él? Venían juntos de los juveniles
Muy buena mi relación con Yuliesky. Lo conocía desde la categoría 15-16. Lo máximo también, como atleta y como persona.
-Dime del Clásico. No tuviste casi participación pero qué recuerdas de aquellos días.
Fue uno de mis mejores momentos, por todo lo que se vivió allí. Sobre que no tuve actuación y que las dos que tuve fueron malísimas, es verdad. Salí contra Puerto Rico en el tercer juego, el del nocaut, con las bases llenas, Perdíamos por cuatro o cinco. Entro, doy base y me sacan con la misma. Ah, un detalle: al que me releva (Yosvani Pérez) le dan varios hits seguidos y lo dejan, así eran las cosas. Luego, el día de mi cumpleaños, abro el octavo perdiendo por varias carreras contra Dominicana, saco un out, me dan un hit, y me vuelven a sacar. Dichoso fui que estuve en ese equipo porque a mí nunca se me llevó bien con los equipos Cuba y, hasta el 2007, resultados de sobra tenía para eso. A partir del clásico comenzó a correr la bola de que Deinys Suárez era “pendejo”, tanto en la calle como en la Comisión Nacional. Igual, lo importante es que Cuba hizo un buen papel. Me tocó apoyar desde el banco, para que todos lo hicieran bien, como al final lo hicieron, como lo hizo Yadel.
-¿Cómo asumiste esas críticas?
Lo que venía de la Comisión Nacional no me importaba, lo más duro es que esas cosas salgan de la afición, sobre todo la de Industriales. No por las críticas, la crítica es normal, sino por los términos. Yo solo trataba de hacer mi trabajo lo mejor posible. Gané mucho con Industriales, también perdí, así es el deporte. Fueron varios años a un buen nivel. Ganamos tres campeonatos y fuimos subcampeones en una ocasión. Menos el año del récord de victorias (2002-2003), en los demás aporté mucho al equipo. Hicimos felices a mucha gente, el Latino se repletaba, la afición tenía fe en nosotros. Me quedo con eso. En la selección nacional fue diferente, fui un solo año al equipo grande y mucha gente me marcó por lo del Clásico, pero siempre me preparaba para hacerlo mejor que la vez anterior, es lo que me tocaba como atleta.
-Pasado el Clásico Mundial, en la final del Preolímpico de La Habana contra Estados Unidos, habías estado bien y te tocaba por la rotación. Pudiste haber lanzado, en el Latino, con tu público, pero, incluso ya clasificados, se deciden por Palma. ¿Qué hubo con eso?
Palma abrió con tres días. ¡Vaya ni con cuatro! Salió en el primer inning por bases por bolas. Así es el team Cuba, no es tanta la presión por jugar allí como por saber que contigo no se cuenta. O sea, en aquel tiempo, no se ahora, lo hacías mal y estabas condenado, no veías más el sol aunque ganaras 12 o 13 juegos por temporada. Ejemplos hay de sobra que no lo hacían bien una o dos veces en el Cuba y fuera, ya está. Luego te “ponchan” el cartelito de “pendejo”. Mira el caso de Joan Carlos Pedroso, o del mismo Ciro Silvino, subestimado y mejor por mucho que la mayoría de los lanzadores que iban al equipo Cuba en ese tiempo.
-Precisamente, de los lanzadores de esa época: ¿Quiénes eran tus referentes?
Vera, el propio Ciro Silvino y Yovani Aragón. Me fijaba mucho en Ciro y en Vera, aunque de los dos me quedo con Vera.
-Otro que parecía hecho para triunfar en cualquier lugar.
Pero triunfó en Cuba, que también vale. Te digo que en Cuba ha habido muchos con condiciones para triunfar en la MLB. Ya para llegar y triunfar influyen otras cosas.
-¿Te mantienes al tanto de la Serie Nacional?
La verdad es que no, no la sigo, no tengo tiempo. Me entero de cosas pero casi todo me llega a través de las redes sociales.
-¿Cómo es tu relación con los peloteros de tu época que aún juegan? Tabares, Mayeta, Rudy, Frank. ¿Tienes contacto con ellos?
Con los que están jugando todavía en Cuba no tengo mucha relación ni comunicación. Menos Frank, todos con los que andaba en Industriales están aquí, Francisley, Despaigne, Maicel, Arleys, que anda por Venezuela, Osbek, Yadel. Estamos casi todos aquí y nos reunimos, compartimos y recordamos siempre esos buenos momentos del béisbol.
-¿Qué te pareció el triunfo de Cuba en la Serie del Caribe?
Espectacular la forma en que se ganó. Increíble, pero se lo ganaron en dos grandes juegos. Me sorprendió, por el mal arranque.
-Sin mencionar a los establecidos. ¿Qué jugadores te llamaron más la atención de los que fueron a San Juan?
Héctor Mendoza, Liván Moinelo, Luis Yander La O, el campo corto Valdés (Luis Alberto) y Norge Luis Ruiz, que creo que ahora mismo, de los que he visto, es el mejor lanzador de Cuba.
-Entra más o menos en el estilo de pitcheo que tú tenías. ¿Qué le ves?
Sí, puede ser, pero fuera de eso, es muy bueno. Se ve agresivo en el box, eso siempre suma, aunque eso también va con el carácter de cada cual. Recuerdo que, en ese sentido, yo era similar, me gustaba retar a los bateadores… (Risas). Ya te decía, son cosas de la juventud que con el tiempo uno las va dejando, pero Ruiz está muy bien.
-Fue casi un descubrimiento de Aragón.
No lo dudo, Aragón sabe muchísimo.
-¿Qué opinas de las posibilidades de Yasmany Tomás esta temporada en Arizona?
Le sobran condiciones y tiene tiempo para desarrollarse, es muy joven. Démosle una proyección de al menos uno o dos años para explotar. Ojalá le vaya bien porque talento le sobra. Ojalá incluso que haga lo mismo que Puig y Abreu que en su primer año rindieron, aunque no es sencillo. Pero él va a batear, estoy seguro.
-Sobre el regreso a Cuba ¿Qué te queda aquí? ¿Para cuándo es el permiso?
Es lo que más anhelo. Aquí solo tengo un tío y una prima. Mi niña, mi mamá, mi hermano y mis sobrinos están todos allá. Ya van seis años sin verlos y, según las leyes, me faltan dos más.
-Resumiendo, sobre tu carrera, pudiste tener mejor suerte pero cumpliste par de sueños…
De lo que no logré en Cuba me queda no haber ido a la Olimpiada de Atenas, estaba muy bien en ese momento y no me llevaron. Y lo mejor es que la gente te recuerde, que me vean y sepan que soy Deinys Suárez, el pitcher de Industriales, y me comenten sobre aquellos tiempos, sobre tal juego o más cual jugada. Eso gratifica y es, al final, algo que te sostiene, aunque ya no juegue.
-Por último, las sensaciones, el Latino, la afición, Industriales.
Mira, aunque hubiese llegado a la MLB, lo que viví con Industriales nunca hubiese tenido comparación, todo eso fue único.
-¿Algún pendiente?
El día que regrese a Cuba quisiera entrar al Latino, a la lomita una vez más.
Tremendo picher nos dio mucha alegria en el latino azul hasta la muerte felicidades
Muy bien Armando Javier, mucho mejor esta entrevista que la del otro día a Yadel Martí. Hace tiempo que no sabía nada de Deinys Suarez, pero no olvido que el y otros tantos nos regalaron muchos buenos momentos. Que bien enterarse de cosas que uno desconoce y que también forman parte de la vida del atleta. Tanto talento perdido en nuestro país no puede estar equivocado. Bien On Cuba, marcando la pauta. Saludos
Soy un fiel aficionado d los azules , vi lanzar a deinis , Y siempre se ganó su puesto como titular dentro d los leones d la capital d todos los cubanos
Best baseball pitcher of all times, and awesome friend!
Maravilloso, que buenos tiempos aquellos