“Los cubanos siempre llegamos tarde a todo”, me dijo una vez un escritor en la esquina de 23 y 12. Los llamados miniquince, recientemente abordados por la publicación digital El Toque, sugieren que por oposición a lo que a veces se asume, no siempre lo que tarda en llegar es bueno. Evidentemente, se está en presencia de la clásica comercialización y sexualización de la niñez, problemática discutida de un tiempo a esta parte en foros y eventos internacionales, sobre todo desde que el Informe Bailey (Gran Bretaña, 2011) codificó ambos términos y concluyó que había que dejar a los niños ser niños y no violentarlos con exposiciones de sexualidad y erotismo tan precipitadas como nocivas para su desarrollo.
Se trata de una práctica incorporada al panorama cubano por varios expertos del lente bajo el ala del trabajo por cuenta propia –otro eufemismo, esta vez para designar la actividad privada–, pero que desconocen o soslayan el hecho de que sus implicaciones salen del campo ético para aterrizar en el legal.
Ahora mismo no estoy seguro de que en la Isla se sepa que en Francia, esa gran cuna de libertades, hace casi una década se desató un debate nacional sobre la sexualización infantil, cuando la revista Vogue Paris Cadeaux (diciembre 2010 / enero 2011) colocó fotos de varias niñas-modelos menores de 8 años correspondientemente maquilladas y en poses francamente sexualizadas. El resultado redundó en la prohibición del modelaje en fotos a menores de 16, así como de los concursos de belleza infantiles, tan estadounidenses como transnacionalizados, con penalidades de dos años de prisión y multa de hasta 30,000 euros a quienes no entren por el aro.
La legislación no constituye en modo alguno resultado del conservadurismo, como han sugerido mercachifles y trujamanes, sino más bien marca una continuidad con impactos imposibles de discutir. Quienes a estas alturas defiendan la pertinencia o “normalidad” de esas fotos, o entren en el juego de trivializarlas, deberían detenerse primero a considerar sus posibles efectos sobre los depredadores sexuales en cualquier tiempo y lugar, dado que la diferenciación con cosas peores, si cabe, se quiebra de tan débil. Esto, por no insistir en la forma en que la hipersexualización de un infante violenta su propia sensibilidad.
En Cuba tampoco se conoce que a fines de diciembre de 1996 la niña-modelo-reina de belleza JonBenét Ramsey, de 6 años, apareció asesinada en el sótano de su casa en Boulder, Colorado. Un verdadero trauma en Estados Unidos, acostumbrados por historia y tradición a cualquier cantidad de sucesos violentos y desgarradores. No se encontraron entonces evidencias de violación, aunque sí abrasiones íntimas, a todas luces obra de un asesino que sigue suelto a pesar de que la policía reabriera el caso en febrero de 2009.
“Habla a lo llano, a lo liso, a lo no intrincado, como muchas veces te he dicho, y verás cómo te vale un pan por ciento” –le dijo una vez un caballero español a su escudero. Al calor de una crisis que no escampa, tanto en la Cuba de los 90 como en la de hoy se han venido refrendando prácticas deleznables, y hasta grotescas, en demasiadas áreas del tejido social. Crisis que, como se sabe, no se explica solo en sí misma porque se relaciona con una peculiar apertura, empezando por el turismo y pasando por la reforma migratoria y los viajes al exterior.
Por solo citar unos escasos ejemplos, en el pasado reciente se han visto niños y niñas bailando “Kimba pa’ que suene” en el patio de una escuela primaria de Centro Habana. Si con el movimiento pélvico no bastara, en su letra figuran cosas como estas:
Kimba pa’ que suene
Mírala cómo se va
Mírala cómo se viene
Kimba pa’ que suene
Eso no te aburre
Eso te entretiene.
(…)
Te vienes tú
Me vengo yo.
También han circulado por las redes sociales pioneros cubanos en pleno perreo, filmados por un padre camagüeyano con un orgullo fuera de toda duda y sobre todo digno de mejor causa. Y con solo googlear niños cubanos reguetón en Internet aparecen videos en los que con un par de entusiastas “dale, dale” se incita a cualquier infante a imitar las maneras de bailarlo.
Esta es una punta de la madeja. La función de la familia, y en primer lugar de los padres, no puede consistir, por retomar la evidencia de El Toque, en hacer retratar a una niña maquillada y vestida de rojo con las piernas semiabiertas. No tiene nada de “divertido”. Se trata, cuando menos, de un acto irresponsable.
La otra parte tiene que ver con los fotógrafos, ante todo interesados en el dinero para resolver las tres comidas diarias, y en capitalizar lo más posible. Y por último, pero no menos importante, con la Asamblea Nacional y los órganos de gobierno. La Comisión de Atención a la Niñez, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer, que ha incursionado en temas como el embarazo en la adolescencia y la trata de personas, tiene aquí un asunto pendiente. Sin duda hay que discutirlo para poder producir las herramientas para encararlo, como se ha hecho en países tan distintos como Francia y Rusia.
“Tenemos un problema, busquemos la solución”, concluyó el Informe Bailey.
Antes de que sea ya demasiado tarde y esas fotos de los miniquince lleguen a sonar de otra manera.
No puedo describir lo agradecida que estoy de este artículo, como madre y como ser humano, ojalá tuviera la trascendencia que merece y llegara a la conciencia de tantas madres que participan y se vuelven cómplices de comportamientos tan deplorables para con sus niños…
Hay muchas cosas que copiar del mundo, pero por favor, no cosas como estas. La infancia es una etapa que no se puede quemar y de estas modelos con poses sexualmente provocativas al sexo temprano, el aborto y la familia disfuncional va un corto trecho. De nada vale estar alfabetizado, tener noveno grado y ser muy “curto y apreparado” si no sabemos enseñar a nuestros hijos a caminar por la vida.
Curioso y necesario artículo. Deberían dejarlo varios días en primera plana de OnCuba y permitir que se comparta cuantas veces sea posible. Es indignante este fenómeno. El gobierno debe tomar medidas urgentes al respecto y sancionar penalmente al fotógrafo, a los padres y a todo el que sea necesario. Esto no es menos reprochable que la prostitución, la pornografía o el abuso infantil. Lo más curioso es que, como otros tantos fenómenos de la realidad cubana actual, convivimos con él todos sin que mucho nos importe. Es más hasta a veces nos alegramos con eso: ¡Qué bella la niña! ¡Oye que vestido más lindo! ¡Tremendas fotos Yuly! ¡Tú si suenas! ¡Si vas a hacer un pica-cake me invitas!, etc.
Esa es la generación que nos va a “cuidar” en el futuro, esos son los valores que estamos inculcando, esa es la vulgaridad y vanalidad futura, la estupidez con ropa de marca. Simple: esta es la cosecha de la sociedad “perfecta”, que nos hicieron construir.
Prieto por fin puso una. No solamente la sexualizacion de la niñez si no también la politización de los niños es de los problemas más serios que existen en Cuba y nadie escribe sobre el tema ni lo critica.
A lo mejor al que lo haga lo acusan de “reaccionario”. Cada etapa en el desarrollo de la persona tiene su tiempo, tanto en la sexualidad como en el desarrollo mental. La politización en la niñez termina en la infantilización política del adulto. La sexualizacion de la niñez termina en un verdadero desmadre.
Q lo pongan en el Granma, en el Juventud Rebelde, q vuelvan a repetir en Pasaje a lo desconocido el programa q ya pusieron sobre esto hace unos años, q lo pongan en Cuando una mujer, y por supuesto, q se legisle sobre esto.
¡Bingo! La mejor manera de habar de un artículo como este. Para eso es el buen periodismo, para llamar la atención. Ahora solo falta que los funcionarios cubanos, tan atareados con la economía, busquen soluciones a este problema. Prieto tiene razón. Antes de que sea demasiado tarde.
Dos dedos arriba para este texto! Felicito al autor y a OnCuba por tratar este tema, preocupante en todo sentido.