Luego de un año de publicaciones semanales, domingo tras domingo, “Tinta añeja” se despide de OnCuba. Al menos por un tiempo. Han sido más de 50 semanas evocando a relevantes figuras del periodismo cubano, homenajeando su quehacer, republicando textos de su autoría como ejemplo de una labor que les mereció en su momento el aplauso de colegas y lectores, y que, sin embargo, en no pocos casos permanece hoy mayormente olvidada.
No sucede así con la figura que he reservado para el cierre de la columna: Enrique de la Osa. Se trata, sin lugar a dudas, de uno de los más grandes periodistas de Cuba, un maestro de la profesión cuyo nombre se sigue pronunciando con respeto en las aulas y las redacciones periodísticas de la Isla, el artífice de una sección paradigmática de la prensa cubana de todos los tiempos: “En Cuba”, de la ya centenaria revista Bohemia.
De la Osa (Alquízar, 1909–La Habana, 1996) no estudió periodismo ni pasó por la universidad, aunque sí cursó el bachillerato en la capital cubana. Su formación fue, por tanto, principalmente autodidacta, forjada en el diarismo de la prensa y, también, en una activa vida pública y política que lo llevó a sumergirse en las luchas revolucionarias de la primera mitad del siglo XX y a disfrutar de la amistad de figuras tan influyentes en aquellos años como Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras y Eduardo Chibás.
Su primer artículo, una semblanza del ideólogo socialista ruso León Trosky, la publicó con solo 17 años en la revista El estudiante. Luego, colaboraría con esta y otras publicaciones como Alma Mater, y fundaría y dirigiría Atuei, cuya postura crítica contra el gobierno de Gerardo Machado le costaría el cierre forzoso tras apenas seis números. Perseguido y encarcelado por la dictadura machadista, debió finalmente exiliarse, aunque no por ello dejó de escribir, y estando en México colaboró con Cuba Libre, publicación creada por el líder comunista cubano Julio Antonio Mella, también exiliado y finalmente asesinado por órdenes de Machado.
Luego, en los años 30, dirigiría Futuro, semanario del Partido Aprista Cubano, y también Patria, y comenzaría a trabajar como corrector de estilo y redactor de El Mundo, uno de los principales periódicos cubanos de la época. De allí daría el salto a la revista Bohemia, un paso fundamental en su carrera y también en la historia del periodismo en Cuba, cristalizado con la sección “En Cuba”, cuya primera edición saldría en el número del 4 de julio de 1943 y que, en opinión de Argelio Santiesteban, permitió a la ya por entonces veterana publicación ―había surgido en 1908― transitar hacia el moderno periodismo político y ser popular lo mismo en Guamuta que en Bogotá y Nueva York.1
Aunque en la creación y mantenimiento de “En Cuba” durante aquellos años republicanos participó un grupo de curtidos y también noveles reporteros ―Carlos Lechuga, Antonio (Tony) de la Osa, Mario García del Cueto, Jacinto Torras, Ángel Augier, Lisandro Otero, Benito Novás, Fulvio Fuentes, Marta Rojas, entre otros―, muchos coinciden en que Enrique, Enriquito para sus amigos y compañeros, fue el alma de aquella revolución periodística; el director de orquesta de una sección que ganó rápidamente el favor de los lectores y que publicó, en opinión de Ciro Bianchi, las páginas más temidas de la prensa nacional. Fue, dice Bianchi, un fenómeno casi único en Latinoamérica, antecesor del periodismo literario y de investigación que luego lanzó al estrellato a la escuela norteamericana.2
Su casa y no la sede de Bohemia, era el comando central de “En Cuba”. Desde allí De la Osa dirigía, orientaba, pedía a los reporteros ángulos y enfoques que permitieran un dibujo abarcador del hecho noticioso. Por sus manos pasaban todos los materiales y testimonios que finalmente se publicaban en la sección; con su experiencia y ojo aguzado los pulía, los condensaba, les daba color. Y aunque por norma ninguno de los textos aparecía firmado, todos llevaban el sello de su oficio.
Bajo su liderazgo, “En Cuba” se convirtió en una escuela por su valentía, por su búsqueda constante de la verdad, por sacar a la luz asesinatos y corruptelas políticas, por la integridad de sus periodistas. El soborno de algún miembro del staff era algo impensado y conllevaba la expulsión inmediata; el propio Enrique rechazó, según se cuenta, varios cheques y hasta un maletín de dinero. Pero, más allá de su actitud y honestidad, la sección también marcó pautas por su estilo y factura, por el empleo del lenguaje narrativo, por el uso de la ironía.
Marta Rojas, para quien De la Osa fue su gran maestro en los inicios de su carrera, cuenta que, al comenzar en el equipo de “En Cuba” este le dio las siguientes indicaciones: “Redacta en sustantivo, en mínimo de adjetivo y si ninguno mejor, los que hagan falta yo los pongo cuando haga la edición definitiva de la Nota. Me pones el color de los automóviles, de los trajes, la actitud de las personas; la descripción del lugar, pero nunca si era ‘muy bello’ o ‘muy feo’. Si es feo, di por qué era feo, si es bonito por qué era bonito, si era bonito porque se veían las palmas desde las ventanas, el mar o feo y maloliente si tenía un basurero al lados”.3
El credo de Enrique sobre el quehacer periodístico, que practicara en “En Cuba” y a lo largo de su vida, lo resumiría él mismo al ser preguntado sobre tres cualidades imprescindibles para ejercer la profesión. A ello respondería sin medias tintas: “Olfato para saber dónde está la noticia, sagacidad para obtenerla y audacia para publicarla”.4 En otra ocasión, también interrogado sobre su labor, diría: “Hay que escribir todos los días, aunque sea un párrafo o dos: así se obtiene oficio. Es imprescindible cultura, conocer los problemas económicos, políticos, ideológicos, artísticos. Eso sí, quien no tenga vocación, que no se empeñe y cambie de trabajo”.5
Profesor de la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, De la Osa se mantuvo en Bohemia tras el triunfo de la Revolución Cubana, y dirigió la revista de 1960 hasta 1971. Entre 1963 y 1965, simultaneó ese puesto con el de director del diario Revolución, antecesor del actual diario Granma. En sus últimos años se dedicó a volcar sus riquísimas memorias en libros como Los días y los años, Crónica del año 33 y Sangre y pillaje, y mereció el Premio Nacional “José Martí”, el más importante del gremio periodístico en la Isla, como reconocimiento a su vasta y notable trayectoria.
Como ejemplo de su periodismo le propongo entonces no una de sus antológicas ediciones de “En Cuba”, muchas veces resultado de la creación colectiva, sino uno de los trabajos que publicara en sus inicios en Bohemia, y en los que, curiosamente, escribiera su apellido como “Delahoza”, y no como quedaría estampado para la posteridad. En este texto, publicado el 21 de marzo de 1943, más que el audaz reportero que abordara con profundidad y agudeza la realidad cubana, se revela el periodista de amplias miras, capaz de analizar también el escenario internacional y ofrecerle a sus lectores un valioso e interesante acercamiento a un panorama más allá de la Isla. El periodista completo y preparado para abordar cualquier tema que siempre promovió como modelo y que él mismo ejemplificó con su escritura.
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Costa Rica: una lección de democracia
En Costa Rica, ha dicho el esclarecido escritor peruano Luis Alberto Sánchez, “el culto a la violencia ha cedido el paso al culto a la legalidad”. Durante más de medio siglo, la pequeña y laboriosa república centroamericana ha podido conservar su perfil democrático y su acento político de marcado carácter liberal.
Efectivamente, después de la dictadura ejercida por don Tomás Guardia, desde 1870 hasta 1882, bajo cuyo mando se impulsara la apertura de caminos y vías férreas, y se diera vida a la importante industria cafetalera, muy escasas han sido las pugnas que turbaron el normal desenvolvimiento nacional, no habiendo surgido en el país ningún serio conflicto, de esos que han estremecido tan frecuentemente la vida civil del resto de los pueblos indoamericanos. Salvo el efímero gobierno de Federico Tinoco, quien arribara al poder a través de un golpe de Estado, Costa Rica no ha contemplado otro episodio turbulento en su historia de los últimos tiempos. El caudillismo, la montonera y la agitación tumultuaria que han padecido sus propios vecinos de la América Central son hechos extraños a su desarrollo político-social.
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Una paz pública, sin paralelo en todo este lado del Continente, y una absoluta honestidad en la regencia de la administración, han tipificado la existencia costarricense. Lejos estamos de afirmar, sin embargo, que la perfección política ha imperado en el país y que un estado económico superior ha estado vigente. Costa Rica no ha podido evadir los desequilibrios inherentes al sistema social presente, agudizados en una nación de economía primaria, dependiente para su desarrollo del capital foráneo, en la cual toda la faena de utilidad popular que se ha realizado ha sido producto del instinto y no de un programa y de un plan anteladamente confeccionado. La mayor parte de sus mandatarios se ha destacado por su honradez en el manejo de los fondos públicos ―caso sorprendente en el clima de nuestra América― y por su decidido propósito de resolver las contradicciones nacionales, mediante el empleo de armas cívicas, prohibiendo el uso de la fuerza; pero, regularmente, han carecido de una articulación programática para enfrentarse a los problemas céntricos de las mayorías, cuya solución hubieron de procurar por el empréstito de la banca francesa, británica o estadounidense. Erróneamente se trataba de remediar la pobreza y la miseria de las clases medias y trabajadoras concertando préstamos en el extranjero o haciendo concesiones a compañías forasteras.
Para beneficio de Costa Rica esa política finalizó con el gobierno de Ricardo Jiménez, cuya gestión al frente del estado fue duramente censurada por sus opositores y por elementos prestigiosos de la República, adscritos a partidos de distinta filiación. Se le atacó por haber aumentado la deuda exterior, por permitir la depreciación de la moneda hasta su mínimo, como resultado de la libertad de cambio establecida, que sólo favoreció al grupo de capitalistas que monopolizaba las exportaciones por el déficit presupuestario que dejara y por su indiferencia para abordar y resolver el problema social agravado durante su tercer período de gobernante, no obstante los buenos precios alcanzados por el café, el cacao, el plátano, las maderas y otros productos.
No bastaba con respetar las casi tradicionales libertades que había disfrutado siempre la ciudadanía y con administrar, con pulcritud, los dineros del erario, declaraban figuras de relieve como Vicente Sáenz, Salvador Mendieta, Mario Banche y el liberal ex–Presidente de la nación don Cleto González Viquez: “hay que procurar –expresaba este último— una situación económica de bienestar que alcance a todos, que dé compensación justa al productor de la riqueza agrícola, pero que garantice a su colaborador más inmediato, el peón, su derecho a vivir con salarios que le permitan una alimentación adecuada a sus faenas y así, como hombres mejor nutridos, puedan los trabajadores darle mayor rendimiento a su esfuerzo. Teniendo nuestras clases laboriosas sus medios de vida asegurados, el comercio florecerá y, por consiguiente, el fisco”. Él y todos los hombres responsables reclamaban la adopción de una política que prestara mayor atención a la cuestión social y a los asuntos relacionados con la economía y las finanzas, los cuales constituyen los puntos neurálgicos del país.
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Las primeras palabras del Presidente don León Cortés, sucesor de Jiménez, en su mensaje al Congreso al jurar el cargo, aseguraban el cumplimiento de esa nueva orientación política: “mi Gobierno, dijo, abordará todos los problemas que afectan la cuestión social, mejorando cuanto sea posible la situación de las clases obreras y de los trabajadores del campo… Haré una cuidadosa revisión de los salarios, que deben ajustarse con espíritu de equidad a las diversas zonas donde las actividades se desarrollan, consultando el efecto en el resto de la vida y las condiciones climáticas que puedan significar deterioro para la salud, así como otros factores sociales y económicos, a fin de guardar siempre un adecuado equilibrio entre las fuerzas todas que propenden a la riqueza nacional… Las alteraciones en el valor de nuestra moneda producen graves quebrantos ante los cuales el Estado no puede permanecer indiferente”.
Consecuente con sus afirmaciones sobre estos y otros problemas de fundamenta interés y de urgente solución para el pueblo costarricense, el nuevo Primer Magistrado hubo de actuar durante sus cuatro años de gobierno. Cuando entrega el poder, en 1940, al actual mandatario, don Rafael Ángel Calderón Guardia, el balance que arroja su obra es favorable en todos los aspectos para la progresista república centroamericana.
Pero lo que acometiera y llevara a cabo, con cierta timidez todavía, el Presidente Cortés, lo pone en práctica con energía y clara visión política el presente Jefe del Ejecutivo. Ratifica Calderón Guardia los métodos liberales, el respeto al libre juego de las instituciones democráticas y la honestidad administrativa que han hecho de Costa Rica un ejemplo para el mundo americano. Se aparta del secular dejar hacer, grato al viejo liberalismo, y realiza una acción socializadora (…) Una de las leyes germinadas bajo su programa público, que ha derivado incontables beneficios para el pueblo, que viene a garantizarle al empleado y al obrero un futuro libre de sufrimientos y miserias.
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El Presidente Calderón Guardia ha alineado a Costa Rica en el grupo de las Naciones Unidas que se enfrentan hoy al cesarismo totalitario. Desde el instante mismo en que Estados Unidos fuera atacado, arteramente, por los japoneses en Pearl Harbor, se solidarizó con el gobierno y pueblo norteamericanos y declaró la guerra al Eje. Reprimió inmediatamente la acción de la Quinta Columna, no obstante la importancia que dentro de la economía nacional tenían los alemanes, los cuales controlaban más de la quinta parte de la producción cafetalera, que constituye la primera industria del país. Ordenó la incautación de dos vapores mercantes que se encontraban en el puerto de Punta Arenas, en la costa del Pacífico, cuyos capitanes los incendiaron. Posteriormente, el Gobierno decretó la expulsión de los 121 oficiales y tripulantes de ambos barcos, así como del propagandista nazi y máximo dirigente de los espías, Karl Bayer.
Por el contrario de lo que ocurre en otras naciones del Continente, en donde la población se encuentra a merced de especuladores y agiotistas, que medran a la sombra del estado de guerra en la República hermana, las disposiciones oficiales contra estos explotadores se cumplen inexorablemente. En su reciente visita a nuestra Isla, el Presidente Calderón Guardia declaró a los periodistas que su Gobierno considera que la delegación injustificada de los artículos de primera necesidad es un modo de ejercer el sabotaje, supone una ayuda al enemigo, pues crea la desmoralización en el pueblo y debilita el espíritu de sacrificio.
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En el orden educacional, la Ley de Enseñanza Común ha construido un pueblo en donde los maestros son considerablemente más numerosos que los soldados. Escuelas y no cuarteles es el lema que ha engrandecido a la República, y ha eliminado la posibilidad del militarismo y el predominio de la barbarie caudillística.
¡Y luego de alcanzar este señero estado democrático y de superación en sus lados cultural, económico y social, una postura ante los problemas del exterior, coincidente con su amor a la libertad y a la dignidad plena del hombre!
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Notas
1 Argelio Santiesteban: “Una injusticia rayana en la vileza”, publicado en el sitio digital Cubahora, el 27 de octubre de 2016.
2 Ciro Bianchi: “Enrique”, publicado en el sitio digital del periódico Juventud Rebelde, el 29 de abril de 2017.
3 Marta Rojas: “La escuela que fue para mí la sección ‘En Cuba’ de Bohemia”, publicado en el número 366 de la revista La Jiribilla, mayo de 2008.
4 Pedro Antonio García: “Bohemia: periodismo cubano de lujo”, publicado en el sitio digital Cubahora, el 10 de mayo de 2014.
5 Víctor Joaquín Ortega: “Enrique de la Osa sigue combatiendo”, publicado en el sitio digital Cubaperiodistas, el 8 de noviembre de 2017.