Al periodista cubano Víctor Muñoz suele recordársele principalmente en las cercanías del Día de las Madres. Y no es para menos. Vitoque, como era conocido por sus allegados, carga desde la eternidad con el mérito de haber sido uno de los promotores de esta hermosa fecha en la Isla.
Desde su columna “Junto al Capitolio”, que publicaba con el seudónimo Attaché en el periódico El Mundo, Muñoz (La Habana, 1873ꟷNueva York, 1922) abogó por instaurar en Cuba una celebración surgida en los Estados Unidos, que ya encontraba eco en el poblado habanero de Santiago de Las Vegas y en otras localidades cubanas.
En un texto titulado “Mi clavel blanco” -por la iniciativa estadounidense de colocarse esa flor en la ropa para congratular a las madres-, cuya publicación algunas fuentes sitúan en 1919 y otras un año después, el periodista escribiría:
“El día de hoy es el segundo domingo de mayo que los americanos consagraron como el Día de las Madres y que muchos cubanos quieren destinar al mismo objetivo. No sé si conseguirán su propósito los señores generosos que, reunidos en el pueblo de Santiago de las Vegas hace semanas, acordaron trabajar para que Cuba instituya este domingo cada año”.
Y opinó: “Cuando se logre llegar a la conclusión del propósito perseguido (…) lograrán (…) que disminuya el número de los malos hijos a nuestro alrededor y con eso habrán prestado un gran servicio a la Patria”.
Pero iría más allá. Tras ser elegido concejal del Ayuntamiento de La Habana, en 1921 propuso la instauración de la fecha, la que se haría oficial en el municipio habanero que impulsó la iniciativa. Varios años después, en 1928, la Cámara de Representantes de la nación aprobaría, con carácter de ley, la celebración del Día de las Madres en Cuba.
Muñoz no llegaría a ver realizado este último sueño. Pero su empeño ha pasado a la historia y por ello esta historia se evoca como un merecido acto de justicia cada segundo domingo de mayo. Incluso, una sala de la conocida Maternidad de Línea, en La Habana, lleva su nombre. Sin embargo, reducir su quehacer únicamente a la promoción del Día de las Madres, es desconocer una de las más notables obras periodísticas de las primeras décadas del siglo XX cubano.
Vitoque, a quien Ciro Bianchi califica como un “periodista proteico e incansable”, hizo carrera en la prensa tras el fin de la guerra de independencia de 1895, a la que se había sumado en una expedición desde la Florida.
Trabajó en publicaciones como El Cubano, La Discusión, El Mundo y La República Cubana, donde alcanzó renombre por sus informaciones y crónicas de deporte ꟷen las que emplearía el seudónimo de Frangipaneꟷ, sus textos de corte humorístico, y sus escritos sobre diversos aspectos de la vida nacional.
De su estilo diría Manuel Sanguily que “revela la facilidad y gracia picaresca” y “en todo caso es claro, fácil, sobre todo preciso, que es lo que más maravilla”. Mientras, Enrique José Varona apuntaría que fue “un hombre de buen humor, que no puso hiel ninguna en sus cuadros policromados de la vida coetánea”.
En El Mundo, en donde había comenzado como traductor de cables y reportero de incendios, se anotaría “un éxito sensacional” con su crónica sobre la toma de posesión de Tomás Estrada Palma como primer presidente de la República en 1902, según apunta Bianchi, y también brillaría como columnista y cronista deportivo.
A la ya mencionada sección “Junto al Capitolio”, desde la que promovió el Día de las Madres y en la que hacía creer a sus lectores que escribía desde Washington ꟷel Capitolio de La Habana aún no se había construidoꟷ, unió la columna “La Semana”, que publicaba en el suplemento dominical El Mundo ilustrado y que fue una de las más leídas de su época.
En la cobertura deportiva sentaría cátedra. Convocado por José Manuel Govín, fundador y director de El Mundo revolucionó la forma de concebir las informaciones beisboleras, desalmidonando con su frescura la rigidez de los leads clásicos, y españolizó el béisbol -por entonces “baseball”- con el uso de términos como “jonrón” y “corrido y bateo” en lugar de los originales en inglés “homerun” y “hit and run”. Además, bautizaría peloteros con epítetos inmortales, como el de “El diamante negro” con el que aún se reverencia a José de la Caridad Méndez y se involucraría directamente en la organización de la Liga profesional cubana.
No obstante, su labor abarcaría más allá del béisbol, y como ejemplo de ello le propongo un texto suyo sobre una hazaña de Domingo Rosillo, uno de los pioneros de la aviación cubana, aparecido en un folleto de la época a partir de crónicas publicadas previamente sobre el tema. El texto, compilado en el libro Periodistas cubanos de la República, 1902-1958 (Ediciones Temas, 2015), descubre la minuciosidad y pasión del Muñoz cronista, al tiempo que devela ante los lectores de hoy una página poco recordada de la historia nacional.
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La heroica hazaña de Domingo Rosillo
El Ayuntamiento de la Habana había aprobado el presupuesto necesario y consignado las cantidades votadas para el premio de altura y el de Key West-Habana.
Rosillo, decidido a conquistar el record de Key West-Habana, hizo sus preparativos para trasladarse a Key West, a la vecina nación norteamericana; y en efecto embarcaron la máquina y los mecánicos Deogracias y Deon, en unión del aviador y de otros entusiastas amateurs del sport sublime.
La llegada de Rosillo al simpático Cayo como le dicen los tabaqueros cubanos, fue un acontecimiento; ¡un Morane Saulnier en tierra americana y pilotado por un cubano! Esto era un acontecimiento que entusiasmó a los pacíficos habitantes del Cayo.
Todos sabemos por la prensa los agasajos de que fue objeto nuestro compatriota en la tierra del inmortal Washington. Nuestro querido Cónsul, en aquella simpática población, señor J. Carrasco, atendió y facilitó todo lo que pudo los medios para que la estancia del valiente aviador fuera lo más agradable posible en aquella pintoresca ciudad. Fijado el plazo o fecha para batir este importante record, en la playa Norte, donde se había situado el «Hangar», fue Rosillo a probar su máquina y realizó varios vuelos notables, que como en la Habana, desbordaron el entusiasmo de los simpatizadores, que le tributaron merecidas ovaciones.
Tuvo un percance en un aterrizaje: se le rompieron las paletas de la hélice, y esto contrarió mucho a nuestro compatriota.
¡Qué disgustos y qué contrariedades se le presentaron a nuestro hombre-pájaro! ¡Allí sufrió otra prueba dura! La hélice rota, y otro aviador allí, también dispuesto a batir el record; y él quería ser el héroe de la jornada, él quería ser el primero, a ser posible, en atravesar ese espacio azul sobre el proceloso mar que nos separa de la tierra americana.
Agustín Parlá, otro valiente compatriota que también estaba deseando ser el primero en surcar las olas y hender el espacio, era el competidor, nunca el rival, porque se trataba de dos compatriotas, de dos cubanos, de dos hermanos que una sola idea los animaba: el ganar la gloria para la querida patria cubana; pero no por eso se miraron ni un solo instante como rivales.
No acontecía otro tanto con los mecánicos. Deon, de la escuela Morane, de Francia, y el americano de la casa Curtis; los americanos (muy natural y muy humano) querían que el aparato Curtis fuera el que se llevara la gloria, y, por otra parte, los simpatizadores de Rosillo y los tabaqueros cubanos, deseaban, naturalmente, que el Morane —que tenía el nombre de «Habana»— fuera el vencedor, el que se llevara el gato al agua.
Se dividieron en dos bandos: uno a favor del Curtis y otro a favor del Morane.
¡A qué recordar la trastada que le querían hacer a Rosillo! La hélice de repuesto, aquí, en la Habana había quedado. ¡Tal parecía que se iba a conjurar en contra de Rosillo, pues surgieron dificultades, y la hélice no llegaba! Mr.Deon y Deogracias estaban, como Rosillo, febriles de ansiedad; pero aquí había entusiastas amantes del sport, amigos verdaderos del hombre-pájaro que «dieron al César lo que es del César» y la hélice fue para allá… Tan pronto llegó la probaron, se ajustó bien y funcionó el motor perfectamente.
Habían mandado a buscar una a Nueva York, y la demoraron, tardaba. ¡Qué zozobra!…
Por fin llegó el ansiado día… el del vuelo de Key West-Habana. Los mecánicos de Rosillo y un sinnúmero de simpatizadores de éste, dormían y hacían guardia en el «Hangar». ¡Cuidaban la máquina más que a una niña bonita.
¡Viva Rosillo! ¡Gloria a Cuba! Cuba triunfa en el aire. Rosillo, el héroe del día
En la historia de grandes acontecimientos habaneros dos fechas luminosas y regocijantes se ha marcado: la de la entrada del barco escuela «Nautilus» y el espectáculo de honda y sana alegría, de regocijo del espíritu que nos ha proporcionado Rosillo, surcando majestuoso el litoral, después de haber batido el record Key West-Habana. Esto escribía el importante diario Cuba y proseguía diciendo: esta alegría que todos los habitantes de nuestra capital han manifestado de manera elocuente, son el mejor homenaje que podía apetecer Rosillo, después de sus sinsabores por la ruptura de la famosa hélice que ya había logrado cautivar por completo la atención de todos los habitantes, intrigados porque no quedase sin batir el récord, que intentó Mr. McCudy.
A las 6 y 9 se recibía en la estación de telegrafía sin hilos el siguiente aerograma: «Key West. Mayo. Habana. —General Freyre de Andrade.—Salgo 5 y 30 am (hora Key West)».
A las 6 y 10, hora de la Habana, que viene siendo las 5 y 44, hora de Key West, avisó la estación central que Rosillo había salido rumbo a la Habana, habiendo cruzado por encima de la estación naval. En ese aerograma se mencionaba el joven Parlá.
Consciente Domingo Rosillo de la colosal empresa que iba a realizar, su voluntad firme, inviolable, su serena mano, sin pensar en la inmensidad que ante él tenía, fija la mirada en el contador de revoluciones y en la brújula y en su mente un solo nombre: Cuba, ante una inmensa multitud que lo ovacionaba, delirante, a pesar del fuerte viento que reinaba, se situó en su máquina, saludó a la multitud y los mecánicos hicieron funcionar el motor. Funcionó éste, y Rosillo dando un ¡Viva Cuba libre! con su diestra saludó a la enorme muchedumbre que en el simpático y hospitalario Cayo laboran y elevándose ligero con su Morane, hundió el espacio y haciendo rumbo a la Habana, se elevó pasando por encima del faro de Sand Key, desapareció ante los asombrados ojos de aquellos compatriotas que estaban deseándole un feliz arribo a la patria cubana.
Rosillo tradujo en hechos los deseos de todo un pueblo y pensando que de él dependía en aquel momento la gloria de la patria cubana, a pesar de los ruegos de aquella comisión que le demostraba el peligro que iba a correr él, el coloso aviador cubano, con la sencillez de un niño y el silencio de un gigante les mostró el radiograma que del observatorio ldel colegio de Belén le enviaba el virtuoso sacerdote de la ciencia, respetado Padre Gutiérrez Lanza que en expresivo y lacónico mensaje le decía: «Tiempo hermoso. Éxito». Como si dijera: Dios te bendiga.
Y como si hubiera sido este mensaje la varita simbólica de mágica virtud del mago venerado, no vaciló un instante y se lanzó al espacio, a la conquista de la gloria para su amada Cuba. Surcó el éter brotando de sus labios en un arranque de patrio ardor, y en su mente y en el santuario de su espíritu las mágicas palabras que en épocas gloriosas para nuestra historia patria hacían brillar a los fulgores del brillante sol millares de espadas libertarias, que electrizadas por el sagrado grito de ¡Viva Cuba libre! lanzaba a los hermanos patriotas cubanos, al fragor de los combates, para legarnos la patria que hoy disfrutamos, libre, soberana y progresista.
Así, nuestro compatriota Domingo Rosillo, pronunció sus mágicas palabras, que encendieron el fuego sacro del amor patrio, con entonación firme marcó ese ignoto espacio que como el Canal y tremendo Golfo mexicano tiene intensas, terribles corrientes aéreas que a no ser colosos como Rosillo o Parlá, hubiera retrocedido.
Envuelto entre densas nubes, ante un pueblo frenético que lo vitoreaba y aplaudía, apareció Domingo Rosillo en su potente Morane, majestuoso, triunfador…
¡Leer a Domingo Rosillo! Sí; pues él con su magistral y arriesgado vuelo, ha sido el héroe que ha logrado una página más de gloria a nuestra.patria, y por su colosal esfuerzo hizo que la radiografía y el cable llevaran a los más recónditos pueblos y humanidades del planeta, el nombre de Cuba, que cual hermana cariñosa anunciaba a sus hermanas progresistas un nuevo descubrimiento y su concurso para la sublime obra del progreso mundial.
Cábele a Domingo Rosillo la fortuna de que su pueblo ha sabido interpretar y corresponder a su amor sacro por la patria del inmortal apóstol José Martí que demostró en su raudo y extraordinario vuelo Key West-Habana inaugurando una nueva vía, para conservación de los planes que persigue la ciencia y el sublime sport, gloria de nuestro siglo.
Le siguió Agustín Parlá, el valiente y simpático Parlá, que también fue héroe, aunque no tan afortunado como Rosillo, por la avería que sufrió su máquina.
Hasta aquí he cumplido con el propósito de hacer algo en favor del simpático hombre pájaro, del valiente y simpático aviador. Ahora él que se las entienda con los amables lectores que han tenido la paciencia de seguir mis apreciaciones.
En El Mundo, edición dominical del domingo 14 de mayo de 1913, decía yo que:
Rosillo estuvo a punto de perecer antes de dar cima a la magna empresa que realizó al cabo por su perseverancia y decisión. Llegó a la Habana sin combustible ya, viendo la muerte cara a cara porque su máquina no tenía flotadores y sin haber divisado en todo el trayecto más< embarcación que «El Hatuey» desde que dejó atrás, a 25 millas, al «Peoria», el buque de guerra americano, colocado allí para auxiliarle.
El viento le daba de costado, haciéndole consumir más gasolina de la que calculó y mientras su indicador le decía que se iba acabando, recorría con la mirada el inmenso espacio azul que se extendía a sus pies, sin distinguir algo que pudiera servir para impedirle entrar el mundo misterioso de lo inconocible.
La Historia habla de grandes heroísmos, de tremendas horas de angustia, pero es difícil que ninguna de éstos pueda superar, siquiera igualar al que atravesó nuestro compatriota en la mañana de ayer.
Los hombres, la humanidad debe sentirse orgullosa, al reconocer el triunfo del hombre en una lucha así, como esta de ayer, en la que no tiene más armas que la propia energía, luchando contra un elemento traidor y teniendo debajo grande, tan grande como el radio de su vista, como el de su imaginación, otro elemento francamente hostil.
Para formarse una idea de lo que deben haber sido las imprevisiones de ese hombre, tan reducido de cuerpo como grande de espíritu que triunfó ayer, es preciso oír las descripciones de sus terribles angustias.
Yo no quiero decir cómo me apretó el corazón ese horrible relato, porque el detalle no le importa al público, pero trataré de trasladar a éste las palabras del que tuvo la suerte de ser héroe donde pudo resultar mártir.
—¡Ha llegado sin una gota de gasolina en el depósito de su máquina!—dijeron los que presenciaron su llegada a Columbia —aterrizando sin que su motor se moviese.
Esas manifestaciones que traían en los labios cuantos regresaban de abrazar al aviador, me hicieron buscar una entrevista con él, y no tardé en encontrarle; le encontré con la valija de correspondencia de que fue portador.
—Ya usted ve —me dijo —estoy repartiendo las cartas que traje, me faltan muchas y entre ellas una del Cónsul cubano en Cayo Hueso, para el Secretario de Estado, señor Sanguily. Todavía no he podido ver a mi familia, a pesar de que son las siete de la noche.
—Yo quiero sus impresiones de esta mañana para los lectores de El Mundo; excúseme que le moleste, a pesar de su cansancio; es una cuestión de servicio público.
—Mis impresiones de hoy: ¿Usted ha oído hablar de la tempestad bajo un cráneo?
—Algo. Y el intrépido aviador me hizo el relato que entonces publiqué en El Mundo, y que transcribo aquí porque él mejor que yo hará un gusto a los lectores de este folleto.
Este articulo es sumamente interesante, y me gustaria ayudar al conocimiento de este cubano, para mi un muy querido hermano, en su honor la Logia masonica de guanabo lleva su nombre, para orgullo y prestigio de la masoneria cubana