Un horizonte para nuestra isla: Palabras a Eusebio

“En su sacrificio humilde, en la entrega tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, Eusebio Leal, como en tantas otras cosas, es donde está su huella“, dijo Fina García-Marruz sobre el Historiador de la Ciudad.

Eusebio Leal. Foto: Kaloian.

Eusebio Leal. Foto: Kaloian.

Queridos amigos*:

Deseo agradecer a todos el haber llegado a este encuentro a una hora tan temprana. Sin más preámbulo, voy a compartir aquí una breve semblanza que escribió Fina sobre Eusebio. Tal vez algunos de ustedes la conozcan.

“Lo encontré un día en La Habana Vieja, con la mirada agudísima cansada y el gesto triste, momentáneamente vuelto hacia sí mismo. La obra que el tiempo destruía implacable, la que él con laboreo diario trataba de restaurar, era malentendida, atacada por enemigos estériles, a quienes por años había tenido que combatir, no por cuidado de su propia persona, sino por lealtad callada a la ciudad amadísima. En su sacrificio humilde, en la entrega tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, Eusebio Leal, como en tantas otras cosas, es donde está su huella. Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras“.

Si alguien dudara que hemos sido formados a imagen y semejanza de un Creador, es decir, que somos todos creadores también, eche un vistazo a este jardín, lea los nombres grabados en las tumbas, y vea cómo la muerte al fin nos obliga a firmar nuestra obra, revelando que, conscientes o inconscientes, éramos creadores de nuestro propio quehacer.

Si alguien se preguntara dónde encontrar su quehacer en el mundo —cómo reconocerlo o inventarlo— una sencilla respuesta está inscrita en el umbral de la Casa Eusebio Leal: “la mano ejecuta lo que el corazón manda”.

Nuestros ojos suelen resignarse a olvidar. Pues ser creadores significa también que estamos hechos para olvidar: el olvido es necesario para que todo pueda ser creado de nuevo, y para que una buena costumbre no corrompa al mundo, Sin embargo, como dice el Corán, “el corazón no desmiente lo que ha visto”. El corazón recuerda y afirma tenazmente lo que ha visto. Por ello el corazón no hace ni puede hacer otra cosa que dar testimonio, con actos, o con palabras que sean actos.

La voz arrasadora de lo que el corazón ha visto destruye el mito paralizante de la idoneidad. No hacemos cosas porque estemos capacitados para ello. Sabemos bien que no estamos a la altura de lo que es justo y necesario hacer. Lo hacemos porque no hay, y tal vez nunca habrá, suficientes manos para ejecutar lo que el corazón manda. Esa es la grande motivación, el llamamiento que acalla nuestras dudas y nos lleva a perseverar en nuestro quehacer, a intentar superarnos, lo mismo con viento a favor que en contra.

La tumba de un cubano ilustre de nuestro tiempo, uno que tantas obras hermosas culminó, y otras muchas más soñó largamente sin lograr materializarlas, no es lugar para venir con palabras que sean sólo palabras. Tengo por naturaleza aversión a las palabras que no se convierten en actos, o que no son actos ellas mismas, y, por otra parte, ¿quién de nosotros no está harto de vivir bajo un torrente funesto de palabras pronunciadas en virtud de falsos o vanos compromisos?

Reconociendo nuestra insuficiencia, y al mismo tiempo la necesidad y la belleza inexorable de nuestra circunstancia y nuestra tarea común, me atreveré a decirles lo siguiente:

“Venid, amigos míos, no es demasiado tarde para crear un mundo nuevo, así tengamos que navegar en su busca más allá del horizonte. Grandes han sido las pérdidas, pero mucho también lo que aún nos queda. Y aunque no seamos hoy aquella fuerza que antaño pudo estremecer cielos y tierra, somos resueltamente lo que somos: un templo de corazones heroicos, desgastados por el tiempo y la fatalidad, pero fuertes en nuestro empeño de luchar, de buscar, de encontrar, y no rendirnos”.

Estas palabras de Ulises a sus compañeros de viaje en un poema de Tennyson, ¿no es lo mismo que Eusebio, día tras día, nos ha dicho? Por expandir el horizonte de nuestra isla, por alentarnos con su ejemplo a defenderla, a enriquecerla, y a disfrutarla, demos las gracias a nuestro Eusebio Leal. Con palabras, actos, y la vida entera. Cuba lo merece.

 

* Palabras de José Adrián Vitier, director de la Casa Vitier García-Marruz, ante la tumba del Historiador de la Ciudad Eusebio Leal, en el marco del evento Evocación de Fina en la Casa Eusebio Leal Spengler, el 7 de febrero de 2023.

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