Una ciudad insomne

Santiagueros pernoctando en un parque durante los temblores de enero de 2016. Foto: José Roberto Loo

Santiagueros pernoctando en un parque durante los temblores de enero de 2016. Foto: José Roberto Loo.

Estoy hecho leña. Se me han juntado los días, las horas. Después de la primera sacudida del domingo, de la pared danzante, del grito a mi padre, solo he dormido a retazos. Mi mente lucha contra el sueño; pero mi cuerpo se cae. La madrugada ha sido el horario estrella de los temblores.

Hemos tirado un colchón debajo de la enredadera, a la entrada de la casa; pero lo hemos recogido. Mis huesos se lo sienten. Medio Santiago, de todas las edades,  ha dormido en plazas, plazuelas, bancos, descampados.

Vivo pegado a la tierra. Detrás de mi casa hay una decena de edificios. Una palabra acude siempre en estos trances. Se grita con fervor o se murmura casi sin despegar los labios: ¡Misericordia!

Misericordia se llama el libro de la doctora Olga Portuondo, historiadora de Santiago de Cuba,  que recoge los desastres naturales que han afectado a la ciudad.  Esta es una ciudad sísmica. Cada siglo ha tenido lo suyo. Y a estas alturas, 1932 parece la prehistoria.

Foto: José Roberto Loo
Foto: José Roberto Loo

El sismo más recio de tiempos recientes fue el 20 de marzo de 2010, con 5,5 de intensidad en la primera sacudida y una réplica fuerte. Las dos veces tuve que correr por mi vida. Prefiero no tocar esos recuerdos.

Los santiagueros tenemos un doctorado en terremotos. Cada segundo dentro de un temblor, equivale a un siglo. Es una sensación inexplicable, al límite. Desde que nací escucho que vendrá “uno grande”; pero aquí seguimos, tenazmente, subiendo y bajando  las empinadas calles.

Foto: José Roberto Loo
Foto: José Roberto Loo

En mi casa hay una lámpara de lágrimas de cristal en el centro de la sala. Las he visto bailar, las he visto caer poco a poco. Se ha convertido en un símbolo, en mi sismógrafo particular. Quedaba una sola lágrima que esta vez se ha ido.

Cuando escribo estas líneas no se han reportado víctimas ni daños materiales significativos. Las autoridades están atentas, la gente también. Me han escrito desde medio mundo; pero ando disparado. Hoy pasó una rastra que hizo vibrar el suelo. Salí corriendo, fue algo automático. Mi vecina, por fin, tuvo razones para reír.

Foto: José Roberto Loo
Foto: José Roberto Loo

No escribo desde la evocación ni desde la distancia. Estoy dentro. He perdido la cuenta de los temblores registrados desde el domingo, han sido latigazos. Esta noche dormiré en mi cama. Y yo que apenas sé rezar, estoy rezando.

La vida sigue.

Foto: José Roberto Loo
Foto: José Roberto Loo

 

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