Mi padre, Eliseo Diego, como he contado en otras ocasiones, vivió los primeros nueve años de su vida en una hermosa quinta habanera, en Villa Berta, Arroyo Naranjo. Su padre construyó la casa y sembró todos los árboles de aquel maravilloso jardín. En 1929, al quebrar el negocio de mi abuelo, tuvieron que alquilar la finca y mudarse para la ciudad.
Años más tarde, en 1953, ya casado, regresó a Villa Berta con mi abuela, mi madre y con nosotros tres, muy pequeñitos. La quinta era acogedora y se convirtió en lugar de encuentros de familiares y amigos.
Todos los domingos, desde muy temprano, empezaban a llegar a nuestra casa los tíos y los primos, los vecinitos del barrio, los amigos de mis padres. Entre todas estas “personas mayores”, algún que otro domingo, nos visitaba una inglesa: se llamaba Mary Stanley Low.
En las fotos de nuestros cumpleaños aparece Mary con sus tres hijas. Yo la recuerdo como una persona muy seria, reservada, conversando siempre con mi abuela Berta y con mi padre en inglés.
En la década del 60, Stanley Low se marchó del país con su esposo, Armando Machado, y sus niñas, y no volví a saber de ellos hasta muchos años después, en que tuve la dicha de reencontrarme con sus hijas.
Pero fue en 1994, al morir mi padre, y cuando comencé a ordenar sus documentos y su papelería, que empecé a desentrañar el “misterio” de aquella extraña británica que nos visitaba con frecuencia.
Encontré cartas suyas y unas traducciones que había hecho al inglés de poemas de mi padre. Supe que Mary Stanley Low había impartido clases de este idioma en el Community House, junto con papá, y en los Centros Especiales de Inglés que dirigía mi abuela Berta; supe, también, que había sido poeta, que vivió más de veinte años en nuestro país y que era ciudadana cubana; que tuvo una vida interesantísima, durante los años de la Guerra Civil española (2), cuando estaba casada con su primer esposo, el también cubano Juan Breá, muy vinculados ambos al movimiento surrealista español.
Me encontré dos libros de poemas suyos, excelentes, uno de ellos escrito en los tres idiomas que conocía a la perfección: inglés, francés y español, con portada de José Mijares. Los firmaba como Mary Low. Escribió sobre Julio César, y su libro, In Caesar’s Shadow, se encontraba cuidadosamente colocado en uno de los estantes de la biblioteca de mi padre.
Graziella Pogolotti la menciona en varias ocasiones en su libro Dinosauria soy (Ediciones UNIÓN, La Habana, 2011), pues desarrolló una intensa vida social y cultural en Cuba. Fue amiga de Wifredo Lam, y uno de sus libros de poesía, Alquimia del recuerdo, está ilustrado por él, con tres dibujos, uno en la cubierta del libro.
Pero eso no es todo: Mary Stanley Low publicó en la revista Orígenes. Su texto, “El Grupo ‘H’”, aparece en el último número, en 1956. En una nota, explican los editores de la revista: “Con este ensayo de la Sra. Mary Low, participante también del santiaguero grupo ‘H’, comenzamos una serie de evocaciones de movimientos, grupos o tendencias de nuestro pasado literario, en relación con las generaciones más cercanas. Las opiniones que expresen sus autores, corresponden a sus personales criterios, no necesariamente compartidos por la dirección de ORÍGENES”.
Es una pena que la revista no se siguiera publicando pues, sin dudas, hubieran rescatado muchas historias que se han quedado “en las oscuras manos del olvido”. El artículo es interesantísimo y debería reproducirse y darse a conocer completo. Comienza así, Stanley Low, su texto:
Por los años veinte, en Santiago de Cuba ―no por entonces, una ciudad universitaria cerrada con los broches de oro de varios “night clubs”, sino la antigua ciudad de Velázquez, polvorienta y espléndida bajo su sueño centenario―, un grupo de jóvenes ardientes y desconocidos resolvieron dar nuevas formas y nuevas fauces al espíritu cubano. Su amplio gesto de aventura lo iba a comprender todo: literatura, acción, ideas. Un instinto lúcido y combativo, un ingobernable hastío de lo manido y lo falso, los había reunido con el propósito de salvar al país de su incuria, de su languidez y su retraso cultural. Sus pocos años y su aislamiento no les parecían obstáculo para esa formidable empresa. Al contrario, arrogantes como quien tiene la bola del mundo de juguete, se aprestaron a escalar las mayores cimas, con su fe y su talento como único equipaje.
Pienso que los poemas de Mary Stanley Low, de gran fuerza y lirismo, se deberían conocer en nuestro país, y que debería incorporarse su nombre al Diccionario de la Literatura Cubana, por derecho propio.
Reproduzco debajo dos poemas del libro Alquimia del recuerdo (Editorial Classic, Edición limitada de 300 ejemplares, La Habana, 1946). En su dedicatoria, escribe Stanley Low: “Neneno: como mago supiste / expresar en oro y llama / tu vida breve, / transmutándote luego / por la secreta alquimia del recuerdo / en horizonte ambivalente, / corazón esencial de toda cosa”.
Mary Stanley Low nació en Londres, en 1912, y murió en Miami, en 2007.
MI SER ESENCIAL
Mi ser esencial late
con el ritmo de mares antiguos,
arrastra quimeras de plata
y el peso blanco del jamás.
Mi ser esencial clava
una lanza en el horizonte,
se quiebra sobre las piedras
y renace sin querer;
conoce los caballos del cielo,
corre con lunas sin freno,
duerme su amargo descanso
entre los recuerdos y los olvidos.
Mañana no es para mí,
ayer no retrocede;
mi ser esencial juega
con los aires de un tiempo imposible.
TÚ VIVES EN MÍ
Tú vives en mí:
algunos gestos tuyos
me han sido devueltos, regalos de tu ausencia,
dulces ahora de tanta lejanía,
pálidos de nostalgia
como el canto de un país de entonces;
gestos que untan de tu presencia mi manera de ser
y pintan como joyas las sencillas actitudes de mis días.
Tú hablas en mí:
el acento de mi voz, cual lluvia,
se hunde en tus oscuros y palpitantes tonos,
en tu aliento manchado de deseo,
en las hondas y ardientes aguas de tus palabras.
Tú voz sube en mí
como una marea de lunas morenas
y me parece oír
rastros de música grave.
Tú piensas en mí:
como la ruta de un meteoro de sangre
cruzas mi horizonte entre sueños —
fuga y fuego y fulgor—
y tu pensamiento surge desde el fondo
de los mares olvidados,
brotando a la superficie como una extremada flor
entre mis manos sorprendidas por su caricia.
Notas
El título de este texto se lo tomé prestado a mi padre. Su prólogo al libro de Jean Rhys, El vasto mar de los sargazos es “Una inglesa no muy británica: Jean Rhys y su ancho mar”.
(1) Ver Cuaderno rojo de Barcelona (Red Spanish Notebook), libro de testimonios sobre los primeros meses de revolución en la España de 1936, publicado conjuntamente con su compañero, Juan Breá.