Jock McDonald viene a Cuba a mirar el mar y las nubes. Si durante más de 25 años retrató campesinos soviéticos, chinos, y americanos, lo que ahora trae de vuelta al fotógrafo más famoso de San Francisco, Estados Unidos, es el elemento natural que desde su punto de vista conecta a todos los humanos. “Hay algo maravilloso en el agua – dice-, necesitamos ser más agradecidos hacia ella”.
Reconocido ampliamente como retratista, le interesa buscar más allá del físico, la silueta emocional de las personas. Robin Williams, Jessie Jackson, David Brower, Rosa Parks, son algunos de los grandes conocidos que ha inmortalizado. Al mismo tiempo, su trabajo publicitario para compañías como Apple, IBM, American Airlines, Kodak, o la revista Vogue, es reconocido por el recurrente e ingenioso mensaje de humor y misterio. Es miembro de la American Photographers Association y ha expuesto sus obras en todo el mundo.
Durante su reciente estancia en La Habana, que concluyó esta semana, McDonald conversó en exclusiva con OnCuba.
Ha visitado Cuba más de 60 veces, desde 1991. ¿Qué lo trajo aquí la primera vez?
Yo trabajaba en un proyecto en la Unión Soviética sobre el campo y los campesinos, en la época de la Guerra Fría. Los Estados Unidos y la Unión Soviética tenían fricciones, y yo quería ver cómo era aquel lugar. No quería escuchar la propaganda o leer periódicos. Así que viajé durante tres años a Rusia, Moldavia y Ucrania. Creo que lo que hace interesantes a esos países es que no pertenecen al Oeste, pero tampoco al Este, por eso son especiales.
Estuve allá y luego hice una exhibición en México, donde el Ministro de Cultura me dijo que yo lo que necesitaba entonces era venir a Cuba, para entender algunas ideas sobre lo que para mí era “el enemigo”, el Socialismo, el Comunismo, la gente de aquí. Así vine. Era el Período Especial, en 1991.
¿Cuál fue su impresión entonces y cuál es su opinión al compararla con lo que encuentra aquí ahora?
En aquel tiempo la gente era amigable, pero era un momento bastante difícil. Yo viajé por toda la isla durante dos semanas. No había gasolina, apenas comida, pero todavía los cubanos daban la impresión de tener recelo para comunicarse conmigo o al menos eran más cautos. Ahora no es lo mismo, claro, porque existe Internet, los teléfonos, y en 1991 los únicos turistas que venían aquí eran alemanes, creo.
Me ha impresionado siempre la inteligencia de los cubanos, por el modo en que lidian con las dificultades. Pienso que Cuba siempre ha sido un cruce de caminos: era donde los piratas buscaban agua, a donde venían los chinos y emigrantes de todos lados. Ahora ocurre lo mismo, pero lo más fascinante para mí es que, siendo un país pequeño, ocupa los primeros puestos en los deportes, Béisbol, boxeo, en arte, y en otras muchas categorías. Por eso me maravilla la tenacidad, el no rendirse. El problema en Estados Unidos, en mi opinión, es que es la vida es muy fácil. Así la gente se vuelve “floja”, no aprecia lo que tiene. Y la distancia menor entre la felicidad y la infelicidad es la falta de gratitud.
Te contaré una historia que me hizo llorar. Un día le regalé un lápiz nuevecito a un niño. Él lo tomó en sus manos y lo tocaba, le daba vueltas, deslumbrado, viendo cuán perfecto era. Podía ver en él su agradecimiento. Fue un momento precioso, porque eso es lo que hace la vida interesante: no es el lápiz, sino su apreciación. Y eso está aquí, todavía.
Muchos artistas y extranjeros vienen a La Habana ahora porque quieren ver Cuba “antes de que los americanos tomen la ciudad”, antes de que cambie su esencia. ¿Qué no se perdonaría usted perder de este país, en su trabajo fotográfico?
Los americanos nunca tomarán la ciudad. Esa es una idea algo loca, que otorga demasiado poder a los Estados Unidos. Yo pasé 25 años fotografiando la gente del campo en la Unión Soviética, en China, en Norteamérica, en México, en el mundo. Y aprendí muchas cosas, aunque como tema artístico, no vendía. Era un éxito, pero no atraía demasiado interés de la gente. Así que paré de tomar fotos durante un año, cuatro años atrás. Necesitaba tomar un descanso de ese trabajo. Empecé a pensar entonces en qué es lo común entre los seres humanos de todo el planeta, que era en definitiva lo que había estado buscando en el campo. Entendí que el hilo conductor más básico y esencial entre todos es el agua. Es la madre originaria, necesitamos beberla, llueve, se evapora, estamos dentro de ese ciclo, que nos conecta. Eso es lo que me ha llevado a tomar fotos de nuevo: mirar el mar, las nubes, buscar ese ciclo y mostrarlo de manera gráfica. A mí me interesa hacer fotografía única, de autor, por eso decidí hacer solo una foto de cada tema, impresas a gran formato, 2×2 metros. Lo que persigo es la idea de controlar la naturaleza, aunque el título del trabajo es “Constructing Nature”.
¿Qué le parece la luz de Cuba?
Es muy cubana, siempre cambiante. De pronto llueve, luego sale el sol, hace calor, frío, nunca es estática. Es más que una metáfora sobre los cubanos, una parábola. La luz cubana es como la miel: deliciosa, dorada, dulce. Estuve aquí cuando el huracán Charly, pude apreciar bien sus cambios. Fue terrible, pero en tres días casi todo había vuelto a la normalidad, sin demasiado drama. Arreglaron la electricidad, apartaron los animales muertos de las carreteras, cortaron los árboles, despejaron los caminos.
Es interesante que en este trabajo más reciente solo emplea el color, cuando su obra artística anterior fue siempre en blanco y negro. ¿Es que solo se puede mirar a Cuba en colores?
Existe el criterio de que el color distrae. Pienso que antes era yo quien estaba distraído. El color ahora me parece fantástico. Una foto en blanco y negro inmediatamente da la impresión de haber sido tomada antes, es lo que yo llamo el sentido histórico del blanco y negro. Una foto a color, es como una foto en blanco y negro, intentando asemejarse más a la luz real. Y por supuesto, Cuba es en colores.
En los últimos 10 años ha viajado a la isla acompañado por estadounidenses, para hacer fotos aquí. ¿Qué puede aportar Cuba a quienes la miran con los ojos de los Estados Unidos?
Al principio solo venía con una persona, alguien especial, que quisiera ver por sí misma, más allá de la propaganda. Veníamos y hacíamos cosas simples, como sentarnos en el malecón, recostarnos en el muro, respirar.
Por otra parte, la tecnología estadounidense no funcionaba aquí, ni los teléfonos, ni Internet. Creo que el cambio positivo solo ocurre de una manera: de persona a persona. Ese siempre mi objetivo, igual que cuando viajaba a la Unión Soviética, a donde también llevaba a otros amigos.
Siempre quise ver lo que otros veían. Muchos de los otros fotógrafos sentían simplemente curiosidad. Pero hay una idea muy interesante y es que, la razón por la que yo viajo es para ver con los ojos de un niño otra vez: dejar ir todas las ideas preconcebidas, ser fresco. Esa es una manera muy poderosa de ser humano, en la vida en general, que me interesa mucho. Yo viajo como una manera de ver.
Creo que Cuba ha sido muy mal comprendida como cultura, como lugar, su gente. Hay que entender que no se trata solo de la política, eso es apenas una parte. Pero en los Estados Unidos Socialismo es confundido con Comunismo. Y eso es ignorancia. Pero no juzgo a nadie, solo digo “aquí está, no es como tú piensas”. Eso es lo que he estado haciendo, intento superar un gran malentendido.
Genial entrevista!!
Muy buena entrevista!