No es extraño que Roberto Diago (La Habana, 1971) diga una frase tan lapidaria como “La fama no existe”. Diago se concentra, más que todo, en el esfuerzo diario: “Hay que trabajar todos los días. No puedo esperar a que una galería haga el trabajo por mí”. No solo su talento -sino también su disciplina- lo han llevado a ganar un nombre en la plástica cubana contemporánea.
Los guacales de Roberto Diago se hacen en su propia Casa-Estudio de Santos Suárez. La madera la consigue él. Los lienzos los consigue él. El trasiego en el portal y el patio de la casa es constante. Según el propio artista, solo dos habitaciones de la casa están dedicadas a vivir. Las demás son una especie de galería personal en cuyas paredes cuelgan algunas de sus obras más recientes, y otras no tan nuevas, que le han querido arrebatar de las manos los últimos coleccionistas que han venido a ver su trabajo.
Después del 17 de diciembre, en que Raúl Castro Y Barack Obama hicieran públicas sus conversaciones sobre la voluntad de restablecer los nexos rotos por más de 50 años, los medios más influyentes no han dejado de escribir elucubraciones sobre el arte cubano como posible nueva meca del arte mundial.
Montones de coleccionistas voraces vendrían a La Habana para comprar ahora los trabajos que en lo adelante valdrán el doble, o más. Los galeristas de ojo entrenado descubrirían artistas desconocidos hasta el momento. Más estadounidenses podrían viajar a Cuba con las últimas flexibilizaciones y se podría comerciar más con nuestro arte.
Luego del furor mediático, OnCuba conversa con Roberto Diago y con su galerista, el norteamericano Alberto Magnan (con un ojo especialmente entrenado en arte cubano y su propia galería en Nueva York, la Magnan Metz). A partir de esta entrevista múltiple con uno de los más sólidos valores en el mercado cubano y uno de los marchantes más avezados en nuestro arte, pretendemos perfilar la respuesta (aún incalculable) a varias preguntas que se plantean en este momento:
¿Qué nuevas oportunidades se abren para la venta de taller en Cuba, para los artistas menos conocidos, y para los que hace años están bien posicionados en el mercado?
¿Qué nuevos retos pone el escenario actual a la vilipendiada galería cubana, cuya ineficiencia generalizada aún le sigue impidiendo llevar a feliz término mucha de las ventas de los propios artistas que expone, si los artistas (al menos los que son sólidos valores en el mercado) no creen en ella y no la necesitan para cerrar sus propias ventas?
¿Cuánto debería cuidarse el arte cubano y sus creadores de la calidad de la obra, en un contexto en el que vender por vender no será precisamente una cosa difícil?
Se presume que habría una estampida del arte cubano en el mercado luego de los anuncios del 17D…
Alberto Magnan: Hay muchos coleccionistas americanos que no habían venido a Cuba, que lo están haciendo ahora que la situación está cambiando. Están buscando piezas buenas de gente que ya estaba en el mercado. Y también están buscando gente nueva. Lo otro es que, además de estar viniendo gente aquí, también se está vendiendo muy bien en los Estados Unidos.
Roberto Diago: Yo tengo mis dudas con eso, porque ya había un grupo de nosotros (artistas cubanos) que siempre expusimos en ferias en los Estados Unidos. La presencia era pequeña, pero era presencia. La Galería Habana participaba con un grupo de artistas en ferias y exposiciones relevantes.
Se hizo una exposición importante en el Brooklyn Museum, donde participamos un grupo de artistas cubanos y del Caribe contemporáneo. Es decir, que nos estaban viendo. Algunos artistas ya trabajábamos con galerías en Miami o en Nueva York. Ahora lo que está ocurriendo es una mayor afluencia.
Cuando yo comencé a trabajar con el director de la Galería Habana, Luis Miret, él me abrió muchos horizontes con nuevos coleccionistas en los Estados Unidos. Vinieron buenos coleccionistas que fueron pioneros para un gran grupo de nosotros: el Cónsul de Mónaco, Victoria Ryan Lobo. Y a través de ellos muchísimos otros coleccionistas llegaron y marcaron una pauta en esa galería.
Han llegado a Cuba coleccionistas de primer nivel. Si eso se incrementa, mejor para todos. Pero ya había un caminito, ya había una ventana abierta.
Es decir, Roberto Diago cree que las negociaciones no tendrán un gran impacto en los artistas ya legitimados, sino que en realidad quienes se beneficiarán más serán presuntamente los artistas nuevos, que hacen ahora un arte más underground y aún venden poco y barato, porque comienzan a abrirse paso…
Roberto Diago: Puede que sí, que se descubran nuevos artistas, pero mira, hay una realidad, todos no pueden estar equivocados: en la lista están los mismos. Porque te encuentras un artista que acaba de salir de la escuela, que está haciendo cosas interesantes, pero hay que ver durante qué tiempo hace cosas interesantes y si nada más es ese momento y no otro.
Hay compañeros míos -es una pena- que tenían una obra interesante y ahora muchos ni se dedican a eso, no les interesa. Es una cosa del día a día.
Por ejemplo, los carpinteros que trabajan aquí ahora son los que están haciendo mis guacales. Parecerá una tontería, pero en Cuba no lo es, porque si ellos no me hacen los guacales, no puede salir la obra.
En Cuba se han perdido muchas ventas en galerías, por no tener guacales. Se ha hecho la venta, y luego la parte de exportar la obra se ha convertido en un problema, porque no han tenido madera, porque no han tenido pleibo.
¿Está diciendo que la galería cubana no funciona?
Roberto Diago: Es que no es autónoma, y tiene que serlo. Debe tener una serie de cosas que hoy no tiene. Algunos galeristas hacen un mal trabajo. Otros hacen un buen trabajo. Está bien, el país tiene dificultades económicas, pero nada tienen que ver estas dificultades con que no toquen la puerta de mi casa. Si no vienen y no se sientan conmigo, no saben lo que yo estoy haciendo. ¿Por qué los galeristas foráneos vienen semanalmente?
Quizás los galeristas cubanos le prestan atención al tipo de arte con que la institución simpatiza y que le interesa promocionar…
Roberto Diago: Un buen galerista tiene una carpeta con los artistas de la galería, y otra carpeta con otros artistas. Por lo menos conoce. En ocasiones los clientes vienen buscando artistas que no trabajan con esa galería. Pero el galerista los conoce.
Tú como crítico te puedes identificar con un movimiento artístico más que con otro, pero no quiere decir que no conozcas los otros. El galerista tiene que ir a las galerías y ver lo que se está haciendo. Es la única manera de enterarse.
En un momento en que yo tuve un “boom económico” con Miret, muchos me preguntaban: «Diago, ¿cuál es el misterio?». Yo respondía: «Sencillo: Miret viene a mi casa siempre, está viendo mi trabajo, y así podemos dialogar, crear estrategias». Si un galerista está sentado en el buró (cosa que pasa mucho en Cuba) no sabe lo que está pasando en la calle, no se relacionan con nadie, entonces no puede vender nada, no puede tener una idea de nada.
Hay que trabajar, porque la gente a lo que viene es a ver artes visuales. No a escuchar tu historia ni tus problemas. Viene a ver lo que tú haces. Si tú eres un artista que no expone, que no trabaja con sistematicidad, si no estás en los medios, pues nadie te ve, y ese es tu problema. Ahora, cuando tú eres consecuente, expones, te relacionas…
Como todo en la vida. A uno le pueden dar los pinceles de Leonardo Da Vinci, las trinchas de Miguel Ángel, que si no trabaja todos los días, es por gusto. Lo primero es trabajar, y que la obra sea buena. Creo que es un 2 por ciento de talento, y un 98 por ciento de taller.
¿Usted no ve venir eso, que la galería cubana resuelva sus dificultades internas?
Roberto Diago: Ya yo no me preocupo por eso. Me preocupo por mi trabajo, por cuidar de mí mismo. Si nadie cuida de mí, cuido yo. No puedes pedirle a la institución lo que no tiene. ¿Para qué?
¿Cómo un artista cubano consigue la materia prima para trabajar?
Roberto Diago: Por ejemplo, ahora mismo acaba de llegarme un lino que da una textura específica, y que vino de Estado Unidos, porque aquí no lo hay. Entonces tengo que buscar una persona que vaya, pagarle el viaje para que me lo traiga, y entonces yo poder trabajar. Si no, no lo hago.
Tengo que hablar con un carpintero que me avise cuando le entre la madera seca que necesito para mis bastidores. Si veo latones, aunque no los vaya a usar en el momento, los acopio también. Por eso siempre tengo el patio lleno de cacharros y todo lo necesario para mi trabajo.
O sea, que lleva la parte administrativa a la par con la parte creativa…
Roberto Diago: Sí, es un todo. No lo separo, porque tengo que saber con qué recursos cuento para hacer lo que quiero. Ese es uno de los grandes problemas aquí. Muchos creadores quieren hacer a veces cosas que no pueden hacer, porque no tienen un local apropiado para guardar la pieza o para realizarla incluso.
La materia prima a veces no la tienes, y esos son proyectos que se te pudren. Y no es lo mismo una cosa que tú piensas en 2015, hacerla cuando los materiales aparezcan en 2020, porque ya no te interesa.
Eso les pasa mucho a los directores de cine en Cuba. Cuando está el presupuesto para la película, ya Cuba cambió, cambió tu idea, cambió el contexto, no tiene el mismo efecto que iba a tener en aquel momento. Lo mismo pasa con las artes plásticas.
Después de los anuncios del 17D, ¿qué ha pasado con usted y su obra?
Roberto Diago: A mí me sigue llamando muchísima gente. Y yo estoy en una etapa personal en la que solo atiendo a quien puedo. O pinto, o me vuelvo un relacionista público. Porque puedes empezar a ser más para la gente que para ti y yo no soy una estrella de rock. Lo que yo quiero es trabajar. Y tratar de que no me desvirtúen en lo más mínimo la cantidad de coleccionistas y personas que vienen.
Alberto Magnan: Es muy importante lo que Diago está haciendo ahora, que es salir del país y volver. Genn Ligen es un artista negro muy bueno y poderoso en los Estados Unidos. Yo quisiera que Glenn y Roberto se conocieran, porque su obra es muy parecida, pero al mismo tiempo muy diferente.
Esas son cosas importantes que creo que van a suceder ahora. Quizás estos artistas vengan a ver lo que está sucediendo aquí. Me gusta que los artistas cubanos salgan y conozcan lo que pasa afuera, porque puede haber un artista que no salga de su país en toda su vida, y no sabe que hay otro en Estados Unidos o en Europa haciendo lo mismo.
¿No se puede crear aisladamente, entonces?
Alberto Magnan: Hay que estar viendo todo. Por eso nosotros hicimos un show en 2009 que se llamaba Chelsea visita La Habana, para traer una parte de lo que está pasando en Chelsea, que es el centro mundial del arte. Para que la gente viera similitudes, diferencias, para que los artistas tomaran ideas.
Se ha dicho también que cuando el arte cubano deje de ser ese “fruto prohibido” y se pueda acceder fácilmente a él, la gente podría perder interés…
Alberto Magnan: Puede pasar si se trata de artistas no conocidos. No creo que suceda con los artistas serios, que son respetados por museos, curadores, etc. Lo que yo no quiero que pase es que los artistas hagan obras solo para vender, porque aquí va a venir mucha gente y van a vender. Quiero que los artistas se tomen su tiempo y hagan las obras lo mejor posible. Es responsabilidad de los artistas que la calidad de su obra se quede al mismo nivel en que están o estén en un nivel superior, cuando vengan los compradores.
Diago, el contexto en que se expone la obra muchas veces influye en su éxito. ¿Cuál es el lugar, el contexto ideal para una obra suya?
Roberto Diago: Siempre que la obra se venda es bueno. Pero en este momento deseo que la obra esté conmigo. Estoy como una madre con niños. Estoy loco por ver los cuadros y las instalaciones al lado mío, tenerlos un tiempo, porque ya después no los veo más. Es mi criterio personal.
Hay quien quiere que la obra esté por ahí, que esté en lugares que legitimen. Ya a mis 44 años, estoy disfrutándome yo un poco. Viajo menos. Expongo menos. Cuando era un muchacho viajaba por toda Europa, recorriendo, buscando, mirando, aprendiendo. Ahora lo que me interesa es trabajar, hacer mi obra, que al final es lo que queda.
El Arte que crea Roberto Diago es una genialidad pero tiene algo muy peculiar solo despues de hablar con el entendernos la profundida de su obra.