El Vedado, una ruptura con el urbanismo del siglo XIX en Cuba

Foto: Néstor Martí

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El Vedado nació casi al comienzo de la segunda mitad del siglo xix, cuando los continuos y sistemáticos ensanches de la ciudad mostraban una Habana extendida y poblada más allá de sus viejas murallas, es decir, hasta donde lo que se conoce como la calle Belascoaín. La indiscutible novedad del diseño de El Vedado contrastaría con el urbanismo decimonónico, ya entonces consolidado en la ciudad.

El primer proyecto de reparto (bautizado El Carmelo) se presentó a las autoridades de la ciudad en 1859. Se trazó sobre una hacienda muy próxima a la desembocadura del río Almendares. Al año siguiente, y siguiendo los mismos postulados, se continuó con la parcelación de otra finca colindante, conocida como El Vedado, denominación derivada de las restricciones (productivas o constructivas) establecidas en la faja costera por razones de defensa. Finalmente, ambas urbanizaciones, así como otras aledañas –posteriores– quedarían unificadas bajo el título único de El Vedado.

Otra primicia fue el método práctico de nombrar las calles con letras y números. Por una de las principales pasaba la popular “maquinita”, transporte público inicialmente movido a vapor y, hacia finales del siglo, por corriente eléctrica. Ese recorrido por la calle Nueve (de ahí que fuera llamada Línea), culminaba en el extremo más occidental del área, en la Estación del Carmelo.

1.1 Calle línea

Los portales y jardines delanteros, exigidos en el proyecto urbano, favorecieron la coherencia de la imagen resultante, a lo que contribuyó la excelente arquitectura insertada en sus manzanas, independientemente de la variedad tipológica, expresión formal y jerarquía de las edificaciones.

Las primeras décadas de la barriada fueron de lenta actividad constructiva, como consecuencia de los conflictos bélicos y de la inseguridad que sufría el país. No obstante, algunas familias de cierto rango social comenzaron a establecerse en el prometedor sitio, conviviendo al inicio con algunos ranchos de pescadores y caseríos de canteros y areneros. Aprovechaban la ventaja que representaba el bajo precio de las parcelas para quienes construyeran en plazos breves. Dada la cercanía del mar, algunas edificaciones tuvieron carácter de veraneo, y se habilitaron incipientes instalaciones de hospedaje y construcciones sencillas, asociados a las pocetas de baño abiertas en la costa rocosa.

2. Línea y Paseo

Además de las escasas viviendas de aquellos primeros tiempos, fueron populares algunas instalaciones de servicio, como el restaurante Arana, muy próximo al río y al torreón de La Chorrera, donde se servía el popular plato conocido como “arroz con pollo a la chorrera”, y el Hotel Trotcha, en la calle Calzada (del cual aún quedan restos de su fachada), reconocido como el sitio de encuentro por excelencia de las más importantes personalidades y visitantes de la época.

A inicios del siglo xx, durante la instauración de la República, la actividad constructiva experimenta un notable impulso: un grupo de desmovilizados del ejercito libertador, beneficiados con indemnizaciones, invierten allí sus recursos levantando espléndidas residencias. Entre ellos, los generales Enrique Loynaz del Castillo, Emilio Núñez, Juan Rius Rivera, el Coronel Domingo Méndez Capote, el Teniente Coronel Aurelio Hevia, entre otros.[1] A la vez, comienzan a establecerse: profesionales de altos ingresos, comerciantes, inmigrantes europeos, y norteamericanos vinculados al gobierno interventor, algunos de los cuales permanecieron luego, estimulados por la creciente actividad económica del país.

Foto: Néstor Martí
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La expresión neoclásica, prevaleciente en los tratamientos arquitectónicos de estas espaciosas y confortables primeras residencias, y la esmerada factura en la construcción resultaron decisivas en sus atractivos. Por lo general, eran casas de una planta, y sus esquemas compositivos mantuvieron una lógica relación con la arquitectura tradicional de otras áreas de la ciudad. Una parte de ellas continuó las reglas de la medianería (uso compartido del muro o pared entre dos casas), dando lugar a hileras o tiras de viviendas contiguas en algunos tramos de calle (por ejemplo: calle 15, entre Paseo y A, y Calzada, entre D y E), con sus imprescindibles portales y jardines. Otras aprovecharon la posibilidad de aislarse hacia el centro de la parcela y rodearse de pasillos y patios enjardinados, lo cual les permitía descartar el patio interior y garantizar la ventilación por las áreas perimetrales. La casa quinta, desarrollada mucho antes en El Cerro, aportó un modelo en ese sentido. En menor medida, algunas edificaciones reflejaron soluciones constructivas ajenas a nuestras condiciones climáticas, derivadas de las influencias norteamericanas que ya se hacían sentir.

Foto: Néstor Martí
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De las primeras residencias de El Vedado se conservan en pie valiosos ejemplares, especialmente en los tramos más occidentales de las calles por donde comenzó el florecimiento del barrio: Calzada, Quinta, Línea, Quince, Diecisiete. La mayoría en lucha permanente contra el deterioro, mientras que otras (en particular las de madera) han desaparecido, apenas queda par de ejemplos, una es la casa situada en 21 y D.

Foto: Néstor Martí
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El repertorio de El Vedado fue cambiando. Muchas casas se ampliaron o modificaron en correspondencia con las circunstancias socioeconómicas de cada momento. Otra parte fue sustituida por edificaciones más contemporáneas. Al natural deterioro del tiempo, y a la sostenida falta de mantenimiento, se suman nuevos peligros, tales como los intereses especulativos, los desafortunados cambios de uso, las descontroladas acciones constructivas, entre otros. Ante los cambios que experimenta hoy el país, la asesoría técnica resulta indispensable, para que cada intervención a un inmueble suponga –como se observa ya, en algunos casos– la deseada recuperación. El reto es preservar la variedad y la riqueza de este conjunto de edificaciones de alto valor patrimonial construidas en un barrio que, al nacer, alteró para bien la tradición seguida hasta entonces en el urbanismo cubano.

Foto: Néstor Martí
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[1] En Llilian Llanes Godoy: El Vedado de Generales y Doctores, Selvi Ediciones, Valencia, España, 2013.

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