La gran exposición Cuatrocientos años de arte mexicano en las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, que se exhibe hasta el 30 de marzo en el edificio de arte universal de la más emblemática institución de las artes visuales en Cuba, ha atraído desde su inauguración el 19 de enero a cientos de espectadores, seducidos por la variedad de una colección y el renombre de las figuras que acoge.
Curada por Yanet Berto y Margarita González Lorente, agrupa casi un centenar de piezas, muchas de ellas poco vistas, pues no integran la muestra permanente del Museo. González Lorente, especialista de arte contemporáneo, afirma que el objetivo es honrar el gran aporte del arte mexicano a la cultura universal. La entrevistamos.
¿Qué caracteriza la colección de arte mexicano del Museo Nacional de Bellas Artes?
Es una de las colecciones más extensas del Museo. Comprende desde el siglo XVII hasta el siglo XXI, con obras representativas de varios formatos, estilos y escuelas. Para la exposición, como se plantea desde el título, escogimos cuatro siglos, del XVII al XX.
Se trata de dos conjuntos de piezas: las de los tres primeros siglos, que se distinguen en el panorama de las artes en Latinoamérica (México siempre fue epicentro de la cultura en la región), y las del siglo XX, expresión de un fuerte movimiento pictórico, que ha devenido referente universal. Por supuesto, debimos hacer una selección y exhibimos aquí unas noventa piezas.
¿Cómo se articula la exposición? ¿Cuáles son los géneros o estilos que definen la coherencia del conjunto?
Hemos resaltado el género del retrato, que es un tema histórico en el arte. El retrato nos permite contar con enlaces puntuales entre las etapas, garantiza la continuidad. También exhibimos paisajes, un género muy trabajado por numerosos artistas, ya sea el urbano o el rural. Y así llegamos hasta la abstracción del siglo XX. Es interesante apreciar la gran presencia, casi dominante, de la religión en las obras de los primeros siglos.
De hecho, es interesante el tránsito del tema religioso al arte francamente comprometido con la política y las cuestiones sociales del siglo XX.
Es la maravilla del arte mexicano, que es ámbito de numerosas confluencias, marcadas por el impacto del contexto político y social.
Teníamos el desafío de encontrar una línea de conexión entre los siglos XIX y XX, que fue un tránsito de claras rupturas formales y conceptuales. Y la respuesta nos la ofreció un artista inmenso, Diego Rivera. Y otra vez el retrato, que conecta épocas. Fuimos de los retratistas del XIX a la obra singularísima del gran maestro Rivera.
De cualquier forma, era difícil. El siglo XX marcó ese gran cambio en la visualidad por las disímiles condicionantes políticas, sociales y económicas. Pero Rivera tendió el puente.
Ya en ese conjunto del siglo XX, que es la colección que usted atiende, hay figuras de gran trascendencia, de proyección universal. Podría decirse que está la mayoría de los titanes del arte mexicano…
Es uno de los grandes atractivos de la muestra. Contamos, por ejemplo, con los tres grandes muralistas: Rivera, José David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Fueron artistas que abrieron nuevos caminos para el arte mexicano… y al hacerlo trascendieron las fronteras de su país. Son figuras esenciales del arte latinoamericano y universal. Obviamente, no hicieron solo grandes murales. Aquí exhibimos pinturas, dibujos y grabados, que explicitan claves de sus respectivas poéticas. Tengo que decirlo: es un lujo reunir piezas de estos maestros.
Y el caso de Rivera es especial, al menos para mí. Sus obras son fascinantes. Estamos hablando de un artista sin par, quizá el pilar principal de esa gran corriente del arte mexicano.
Siqueiros fue también un imprescindible, desde la multiplicidad de su obra y la profundidad de su indagación estética. Y de Orozco tengo que destacar una pieza maravillosa, “El maguey”, en la que confluyen muchos elementos definitorios de la cultura mexicana.
El acervo de esa nación es inmenso; es tanta la riqueza espiritual, tan marcada la pujanza de esa cultura, de esas culturas, que el arte tiene que estar a la altura. Y estos tres grandes dejaron un legado indiscutible.
Pero son más que tres…
Aquí está también la obra de José Luis Cuevas, un dibujante excepcional. Y de Rufino Tamayo, quien fue parte del movimiento muralista. Destaco a Leopoldo Méndez, quien para no pocos críticos e historiadores del arte es uno de los más grandes grabadores mexicanos de la primera mitad del siglo XX… Hay quien dice que es el mejor, pero no vamos a entrar en esas clasificaciones absolutas. Y está Miguel Covarrubias, un artista relevante, quizá menos conocido. Covarrubias hizo investigaciones en la museología, fue escritor, un hombre de gran cultura. Con él, de hecho, cerramos la exposición.
Hay más a disposición del público: Miguel Felguérez, considerado uno de los iniciadores del arte digital en México. Y no porque los deje para el final son menos importantes: José Guadalupe Posada y Antonio Banegas Arroyo.
Es interesante aquí el el trabajo de colaboración. Banegas fue un gran impresor y marcó mucho la labor de Posada. Las piezas que exhibimos son muy graciosas, hay mucho sarcasmo, mucha ironía… Es evidente esa picaresca que caracteriza la cultura popular mexicana.
¿Por qué es tan importante el arte mexicano en el contexto de América Latina?
México es uno de los principales centros culturales de la América toda, en todas las manifestaciones del arte. Es un gran país, de historia riquísima. Y es un país pródigo en artistas. De hecho, en la muestra no están todos los artistas mexicanos que integran la colección de nuestro Museo. Siempre he dicho que una exposición es incluyente y excluyente, porque tienes un espacio finito para poder exhibir las piezas.
Pero más allá de la cantidad, la importancia del arte mexicano se explica por la solidez de su planteamiento. Ha sido un arte muy apegado al devenir de su nación y, al mismo tiempo, cuestiona, reinventa y honra esa realidad. Y ha sido siempre muy fiel a la gran herencia espiritual del pueblo.