Mujer, latina y artista. Ana Mendieta tenía pocas cartas para triunfar en la pujante escena neoyorquina de los 80; aún así, se labró una prometedora carrera artística que truncó su trágica muerte. Ahora, una pequeña exposición la recuerda en Madrid.
“Tropic-Ana”, en la Galería NoguerasBlanchard de Madrid hasta el 18 de febrero, lleva el trabajo de Mendieta a España casi tres décadas después de su última exposición (1997). La selección de obras es del artista cubano Wilfredo Prieto, que ha elegido una veintena de dibujos y películas para esta muestra. Muchos de ellos ven la luz por primera vez.
Desligar la obra y el recuerdo de Ana Mendieta (La Habana, 1948 – Nueva York, 1978) de la manera en que murió es dificil, pero tanto su familia —su sobrina gestiona su legado— como el comisario de la muestra, prefieren que se hable menos de su muerte y más de su obra.
Mendieta, casada con el famoso escultor Carl Andre, se precipitó por la ventana de su casa –en un piso 34– el 8 de septiembre de 1985 en Nueva York, tras una fuerte discusión con su marido. Andre —al que el Reina Sofía dedicó una exposición en 2015– fue acusado de asesinato, pero finalmente fue absuelto.
Desde aquel acontecimiento, no han sido pocas las veces que Andre ha tenido que hacer frente a protestas con motivo de sus exposiciones.
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En 2016, un grupo de mujeres se manifestó frente a la Tate con el lema “¿Dónde coño está Ana Mendieta?”, para protestar porque la institución, que tiene obra de ambos, exponía solo la de Andre y tiene almacenada la de Mendieta. No ha sido la única protesta, ni parece la última.
A la luz de este trágico indicente, la obra de Medieta adquirió un nuevo significado. La artista cubanoamericana usaba su cuerpo en performances para reflexionar sobre la identidad —la suya como mujer e inmigrante—, la violencia y la conexión con la naturaleza.
En “Rape Scene” representó el escenario de una violación; en “Siluetas”, su cuerpo semienterrado desaparece en la naturaleza, y en otras imágenes -fotografías y vídeos- aparece con sangre brotando de su cabeza o con el cuerpo ensangrentado y deformado.
Está considerada una de las primeras voces del arte feminista, conceptual y del land-art, pero su sobrina Raquel Cecilia Mendieta rechaza cualquier etiqueta, tampoco quiere hablar de su muerte, y de hecho, está harta de que se hable tanto sobre ello.
“Me gusta más que se hable de su trabajo que de cómo murió, así debería ser. Todo el mundo muere, es parte de la vida”, subraya la sobrina de la artista en una entrevista con Efe.
También rechaza todas las etiquetas que, a posteriori, han puesto a sus trabajos: “Ana no quería que le pusieran etiquetas, no pensaba en sí misma en terminos de feminismo”.
Por eso, está encantada con la exposición que ha comisariado el artista Wilfredo Prieto, porque muestra la obra de su tía a través de una óptica puramente artística, alejado de su trágica muerte.
Prieto (Cuba, 1978) quedó impactado con la obra de Mendieta a los 19 años, cuando visitó las cuevas de Escaleras de Jaruco (Cuba), donde la artista dibujó una serie de siluetas femeninas.
“Ver un artista que había salido del mainstream del mercado del arte, para hacer algo solo que parece solo para ella misma, cambió por completo mi manera de ver el arte”, explica a Efe.
El artista cubano cree que la obra de Mendieta, inscrita en el arte conceptual de los 80 –una escena dominada por hombres–, “no ha sido comprendida en su plenitud”. Apuesta por “revisarla y releerla, más allá de la publicidad de los medios de comunicación”.
La exposición que ahora se inaugura en Madrid va justo en esa dirección. Está compuesta mayoritariamente por dibujos preparatorios (de sus últimos años) y videos (de sus primeros trabajos).
En una grabación, aparece una silueta hecha con flores, maderas y tierra que Mendieta mete en una barca en un río, y filma hasta que desaparece.
En los dibujos, varias figuras femeninas, maternales, se desdibujan y se combinan con otras más orgánicas.
Su legado, defiende el artista cubano, propone “otra manera de pensar el arte”, alejado de los circuitos comerciales y del ‘show’ que habitualmente lo caracteriza: “Ana tiene una vigencia increible”, defiende.
“Ana era como una héroina para él, eso me intrigó y me entusiasmó desde el principio”, asegura Raquel Cecilia Mendieta, que prepara una exposición en México de su obra y el año que viene espera tener listo un documental sobre su vida.
La galería ha pintado las paredes de negro para acoger esta muestra y crear un ambiente íntimo. Son solo una veintena de obras, pero son suficiente para demostra la fuerza de su obra.
“Ana era bajita, pero tenía un carácter fuerte y una personalidad arrolladora, cuando entraba en una habitación todo el mundo lo notaba”, recuerda su sobrina, que confía en que su trabajo destaque por encima del mito que los medios han creado.