Leonel López-Nussa (La Habana, 1916-2004): Dibujante, pintor, grabador, ilustrador, narrador, periodista y crítico de arte. Maestro que supo llevar en paralelo la pluma, el pincel y la gubia, y crear una familia que se incluye dentro de lo más representativo del panorama contemporáneo de la música cubana.
Hace apenas dos años, en 2016, se conmemoró en Cuba el centenario de Ele Nussa: así firmaba –entre los años 70 y 80– Leonel López-Nussa sus agudas críticas, reseñas y comentarios en las páginas de la revista Bohemia. Sus escritos lúcidos, punzantes y amenos no solo testimoniaban lo que acontecía en la Isla en materia de artes plásticas –en esas décadas el término artes visuales apenas se había acuñado–, sino también en otras latitudes.
Sus textos, de gran hondura, podían ser comprendidos por el lector medio sin dejar a un lado el argumento sólido y, en ocasiones, cierta dosis de ironía y acidez. Poseedor de un alto sentido ético, siempre decía lo que pensaba, de ahí que muchas de sus críticas no fueran bien recibidas. El Premio Nacional de Artes Plásticas, Pedro de Oraá, ha dicho con acierto que las críticas de López-Nussa “alentaron contra viento y marea, y por muchos años, un ámbito casi desértico del pensamiento en esa especialidad, al punto de que su impronta, luego de su retiro de la práctica periodística, es aún recordada”.
López-Nussa colocó el dibujo en un sitial de privilegio. En 1964 publicó El dibujo, libro en el que plasmó sus ideas con respecto a la línea. Ese texto, vital para la comprensión del dibujo en el desarrollo de un pintor, fue reeditado en 2010 por la Editorial Letras Cubanas.
No por casualidad, en 1983, el artista de la plástica y poeta Fayad Jamís aseguró que “[…] su pintura, que ha abordado los más diversos temas desde aquellas series de mambises, pasando por sus músicos incontables y su larga serie de homenaje a Picasso, es siempre original, fresca y hermosa. La obra plástica de López-Nussa constituye un ejemplo de rigor dibujístico”.
En 1975 realizó una interesantísima serie de litografías que tituló “Breve historia del magisterio en Cuba”: hermoso, cercano y sentido homenaje a su madre –Laura Carrión–, maestra rural que trabajó en los campos de la occidental Pinar del Río. En esa serie, la palabra sube a la obra y se inserta con comodidad –algo que han hecho muchos otros artistas–, pero López-Nussa utiliza la letra con marcado matiz de denuncia.
Entre 1974 y 1976 enfocó aún más su mirada en el mundo de las sonoridades y, de ese acercamiento, surgieron dos extensas series: “Músicas” (72 piezas) y “Guitarras” (22 piezas), e igualmente concibió otras –aunque menos numerosas– como “Músicos cubanos”, “Orquestas”, “Orquestas de mujeres”, y una gran cantidad de dibujos, apuntes y óleos de diferentes formatos, el mayor fue Orquesta típica, que aparece en el libro Memoria del siglo XX cubano.
En esa década produjo una serie de litografías, denominada “Poeta en actos”, en la que la palabra vuelve a tener un perceptible protagonismo. El ideario martiano tampoco escapó de su mirada; de ahí una serie de grabados que tiene como soporte los versos sencillos y coloca al Apóstol inmerso en el campo cubano. El refranero español es una zona también tocada por el artista: coplas y dichos populares llenos de gracia aparecen acompañados de una línea limpia, y muestran el dibujo sin trampas que lo caracterizó.
Leonel tuvo contacto estrecho con la cultura mexicana. De esa relación nació una extensa serie de obras y viñetas que asimilan el decir popular –Gato viejo, caza guayabitas–, e incorporan los particulares iconos de la muerte tan connotados en ese país.
Otra de las relaciones de López-Nussa con la esfera editorial –puntualmente con la ilustración– fue gracias a la revista Signos, editada por el entonces Consejo Nacional de Cultura, en 1974, y dirigida por su gran amigo el escritor y artista de la plástica Samuel Feijóo, con quien compartió el gusto por lo popular.
“Siempre me he considerado como un guajiro y tal vez por eso, cuando conocí a Samuel Feijóo en La Habana, nos hicimos íntimos amigos”, declaró en una ocasión López-Nussa quien continuó, por muchos años, apegado a la letra impresa y a la ilustración: todo ese rico universo se mostró en dos exposiciones a propósito de su centenario: ‘La pintura respetuosa’, en la que se hizo hincapié en la abstracción de los años iniciales, la nueva figuración, el surrealismo, el pop art y su atracción por el cubismo y el arte occidental, avalados por sus largos períodos vividos en México, Estados Unidos y Europa. Y, por supuesto, el erotismo, siempre presente en su obra (desde el año 1950 hasta el 2000).
La muestra “La pintura respetuosa” comprendió algunos de sus trabajos difundidos en diversas publicaciones, fotos, libros, ilustraciones, objetos personales, dibujos de pequeño formato y obras de la colección de grabados perteneciente a los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.
La música, tema profundamente explotado y explorado por este singular creador se mantuvo por décadas como centro de su quehacer. Nunca abandonó ni a los músicos ni a los instrumentos y eso, creo, es un gesto de absoluta fidelidad.
“Fue un gran amante de la música: se educó en un contexto musical, su hermana era músico y en un conservatorio de Estados Unidos, conoció a mi madre (Wanda Lekszycka) quien tocaba piano. Era un atento escuchador, poseía una excelente colección de discos y en su estudio, auxiliado por un viejo tocadiscos, disfrutaba de la música clásica y del jazz. Pero, por las ventanas entraban las sonoridades populares cubanas: ese es el ambiente creativo que lo envolvió; creo que uno de sus méritos es el haber interpretado el mundo sonoro y llevarlo a la plástica. Entre otros temas, la música siempre ha estado presente en su obra desde inicios de la década de los años 40 hasta el 2000”, dijo en entrevista a OnCuba Krysia López-Nussa, hija del creador, quien se ha encargado de preservar, conservar y promover la obra de su padre.
Quizás la iconografía asociada a la música se encuentra entre lo más promocionado de su quehacer pictórico, pero no puede desconocerse que, si algo caracterizó a este raigalmente imprescindible maestro, fue el abanico de especialidades y soportes en los que se movió e incursionó con verdadero acierto.