La obra de Mabel Poblet funciona como un inventario de experiencias, tanto personales como colectivas. Se torna autorreferencial y su imagen emerge una y otra vez, junto a recuerdos, de su Cienfuegos natal y su familia.
“Me retroalimento de todo lo que vivo, de cada sitio que visito, de personas que conozco y creo que ese es el epicentro de mi trabajo, las nuevas experiencias con los otros”, expresó a OnCuba.
Asume la creación artística como un vicio y sus temáticas van desde el dolor a la alegría, transitando por los más diversos conflictos y sentimientos humanos. La factura de sus piezas es muy importante para la artista, pues estas se perciben impecables si importar el soporte en que fueron concebidas.
“Para mí el arte es como el propio vicio, como: ‘sin esto no puedo vivir’. No puedo levantarme sin pensar en una idea, sin pensar en una obra, o cómo la voy a solucionar”, afirma entre risas la creadora cuya obra reciente sorprende al público en la presente Bienal de la Habana en diversos espacios.
¿En qué etapa creativa te encuentras?
He estado interesada desde hace un tiempo por los efectos y las relaciones que establece el sujeto con la ciudad. Las dinámicas urbanas como catalizadores de experiencias, que inciden en nuestros estados de ánimos, crean o transforman sensaciones marcan mis líneas de interés. La manera en la que el ciudadano o el visitante convive y experimenta la ciudad, así como genera experiencias sensoriales a partir de los estímulos del día a día me es en sumo sensible. Entonces en el intento de acercarme a estas relaciones, he necesitado transformar los soportes también. Esos estímulos que activa el sonido de la ciudad, me ha interesado incorporarlos en algunas piezas y de ahí nace la serie Buoyancy, por ejemplo.
¿Qué propones en tu estudio cuyas puertas abres a la Bienal?
En el estudio he querido condensar una parte representativa de toda mi obra. Desde las primeras series Hoy mi voz tiene sonido y Desapariencia de mi etapa de formación hasta las obras en las que estoy inmersa ahora mismo. Realmente no creo que haya algo novedoso, en el sentido literal, pues siento gran conexión al interior de mi trabajo y creo que los motivos e intereses son similares, solo que he necesitado encontrar nuevas maneras de expresarlos, más acordes con mis inquietudes y mis experiencias actuales.
¿En qué consisten formal y conceptualmente las otras obras que expones en el evento?
Esa relación del individuo con la ciudad, la manera en que la vive y la experimenta fue lo que me inspiro para hacer la obra “Jungla” que se encuentra en la exposición “Nuevas luces para una ciudad” en el Hotel Manzana Kempinski. Es también lo que persigo con la serie Diario de viaje, que llevo realizando desde hace tiempo, pero no me parece aun que ha terminado, encuentro otros medios para dialogar sobre el viaje, desde sus diversas aristas (geográfica, espiritual, emocional, etcétera.)
¿Qué significa para tu obra y para ti como artista participar en esta edición de la Bienal?
La Bienal es siempre un espacio de visibilización importante. Es el momento en el que los públicos cubano y extranjero se acercan más al arte, por lo que es un espacio para que conozcan un poco más de cerca mi obra.
Planes, perspectivas inmediatas, proyectos…
Sin dudas la Bienal supone un gran agotamiento en todos los sentidos, es un momento en el que el ritmo aumenta muchísimo y después de esta etapa tan intensa creo que necesito desacelerar un poco. No obstante, seguiré trabajando y más centrada en algunos proyectos para fines de año que he tenido que pausar durante este evento