Como parte del proyecto Acera Sur (AS), inserto en la XV Bienal de La Habana, el artista Nelson Villalobos da por estos días los toques finales a un mural de grandes dimensiones (100 x 15 m.) en la calle habanera de Campanario, segmento comprendido entre San Lázaro y Malecón.
Acera Sur es el nombre que se le ha dado este año al proyecto Detrás del Muro, que, en 2012, durante la 11.ª Bienal de La Habana, lanzara el animador cultural Juan Delgado, prematuramente desaparecido, y que ha estado dominado por el noble concepto de sacar el arte de las instalaciones tradicionales para confrontarlo con el paseante ocasional.
AS se extiende desde el Parque Maceo hasta el Castillo de San Salvador de la Punta, y en él han participado artistas de diversos países. Los trabajos de emplazamiento a lo largo de este tramo del Malecón habanero terminarán el 28 de febrero, fecha de clausura de la Bienal.
En esta ocasión, Villalobos revisita un tema que le es caro: el mar, y ese muro que marca el finisterre cubano.
A pesar de que su infancia y primera juventud se desarrollaron en los pueblos de Cumanayagua y Topes de Collantes, pertenecientes al sistema montañoso de Guamuhaya, lejos de la porción del golfo de México que baña las costas de La Habana, su mundo afectivo tiene un ancla en el malecón de la capital cubana.
Es uno de los escenarios fundamentales, según sus propias palabras, de los años más plenos de su vida, cuando estudiaba artes en la Escuela Nacional de Arte y luego en el Instituto Superior de Arte (1975-1983).
Antes había realizado tres murales en España, entre los que se destaca el producido en 1997 para la Reunión Mundial de la Pesca en Vigo, Galicia, de 20 x 4.5 metros, pintado sobre diez paneles entelados. Esa obra explora y reinterpreta el vínculo de los gallegos con el mar, más desde una perspectiva simbólica que realista. Hoy puede apreciarse, dividido en dos partes, en la zona franca de Vigo, donde Citroën tiene su planta de fabricación de automóviles, y en el ayuntamiento de esa ciudad.
El otro mural notable es el creado para el Museo del Mar de Galicia (2020), también en Vigo (2 x 10 m.), y con el cual el artista pretendió hacer un contrapunto entre el Océano Atlántico y el mar Caribe, la Ría de Vigo y la Bahía de La Habana, “el mar que nos separa y nos une”, según ha expresado.
Sobre este mural, creado en tiempo de pandemia, el artista ha dicho: “Me encerré en mi taller y me puse a trabajar en una obra que condensara a Vigo. En ella se dibuja un recorrido por las Islas Cíes, el propio Museo del Mar, la catedral habanera, el apóstol Santiago, José Martí… Es una obra que revela al emigrante que soy…” (1)
Ahora, los presupuestos de la pieza en proceso son parecidos y diversos. Está, por supuesto, el mar, que lo hila todo entre cubanos, y más cuando se vive, como es el caso de Villalobos, entre dos ciudades-puertos (Vigo y La Habana), que es como decir “entre dos mundos”.
Aparecen nuevamente figuras recurrentes en su trabajo, como esas enormes y enigmáticas cabezas que escrutan el cielo, y el polisémico personaje de Pinocho, que, según me dijo, representa para él el prodigio de la trasmutación de lo inanimado en animado, el modo del cual se vale el arte para insuflarle vida a lo inerte.
Confiesa Villalobos que para este mural —aún sin nombre— partió de una idea general y no de un boceto perfectamente estructurado. Cada día se sube en el andamio a interrogarse y a resolver los problemas que el devenir de la superficie le plantea. Es un canto a la alegría, me dijo, a la inocencia pura del acto de crear. Y pinta, infatigable, expuesto a las veleidades climáticas de la isla en esta época del año, cuando lo mismo cae el sol a plomo que el viento frío del norte, cargado de salitre, impertinente, nubla la visión y entumece las manos.
El nuevo mural se realiza en una zona urbana que ha sido igualmente maltratada por la desidia y el paso del tiempo. Las edificaciones de la calle San Lázaro, desde Infanta hasta Prado, están, en un volumen considerable, prácticamente en ruinas. Incluso la pared que le concedieron al artista para elaborar su obra acusa problemas de humedad, lo que hace pensar que este empeño concreto sufrirá un veloz deterioro.
Nelson Villalobos lo sabe. Pero aun así sigue aplicando pintura sobre el muro como si el resultado de tantos días de alegre fatiga fuera a durar por siempre. Es su forma de retribuir lo que el “diván habanero” le ha dado a lo largo de los años, ya expresado en la expo de 2018 En el malecón, Sala Villena de la Plaza de Armas.
Villalobos (Cumanayagua, 1956) ha desarrollado su obra a través de diferentes técnicas y géneros, entre los que cabe destacar la escultura, el grabado, el ensamblaje, el mural, la instalación y la pintura.
En El misterio del eco (Centro Wifredo Lam, 2022), muestra antológica y retrospectiva, reunió cien obras que lo terminaron de fijar como una figura de primer nivel dentro del arte contemporáneo cubano. Este regalo al pueblo capitalino y a la ciudad nutricia que lo ha acogido como hijo ilustre es un gesto que todos debemos agradecer.
Nota:
1. “Villalobos une a Vigo y Cuba por mar”. Faro de Vigo, 29/5/2020.