Reynerio Tamayo nunca conoció a José Fernández. Tampoco lo vio lanzar en el ardiente calor del estadio de Los Marlins. Pero eso no impidió que sintiera su repentina muerte y le dedicara su homenaje personal. Ha creado tres obras que recrean la estatura deportiva de una de las estrellas de las Grandes Ligas.
Tamayo le regaló una de las obras a la madre del lanzador cubano cuando la conoció en Miami. Ella, en agradecimiento, le obsequió una camisa de béisbol usada por su hijo José.
“Me dolió mucho su muerte. Cuando llegué a Estados Unidos por primera vez y fui a ver el juego de los Marlins él ya había lanzado. Era un deportista muy querido y muy carismático. El anuncio de su presencia llenaba por sí solo el estadio”, recuerda el artista en su estudio en el municipio habanero de Playa.
Reynerio Tamayo es uno de los pintores que no se puede dejar de mencionar dentro de la generación de los 90 en Cuba, un segmento de creadores que ganó su lugar en el ámbito artístico cubano tras la emigración de un considerable grupo de la vanguardia de las artes plásticas de los años 80.
En la estética de Tamayo conviven el choteo, el humor gráfico, expresiones del cubano común y su temprana afición a la pelota, especialmente en su época de esplendor. “Recuerdo que en tercer año de la Escuela Nacional de Artes Plásticas hice una exposición sobre el béisbol en la galería 23 y 12”, recuerda Tamayo.
El pintor tiene una memoria de oro. Puede nombrar con precisión de ajedrecista todos los grandes nombres de la pelota cubana y de las grandes ligas. Su pasión por el béisbol la heredó de su padre. Tamayo continúo la tradición familiar y desde adolescente miraba los partidos junto a amigos en las escuelas de arte y armaban sus propias peñas que, recuerda, se ponían al rojo vivo.
Tamayo se estableció durante una larga temporada en España antes de regresar a Cuba para seguir desarrollando su obra. Hace responsable al realizador y defensor del béisbol cubano Ian Padrón, de que se convirtiera definitivamente en una especie de “nerd” de este deporte.
“Cuando regresé de España, Ian estaba en un estudio al lado del mío y me invita a que haga el diseño de la placa del Salón de la Fama del Béisbol Cubano, que después fueron entregadas a varios peloteros. De ahí mantuve el impulso y empecé a desarrollar una serie de obras sobre peloteros cubanos. Hice una exposición durante el primer clásico del béisbol en la Galería de Fresa y Chocolate, con un grupo de amigos. Luego se la llevaron para Manhattan y ahí seguí motivado con este tema”, explica Tamayo.
El pintor agradece al béisbol buena parte de su realización profesional y sobre todo de su felicidad. “Este tipo de trabajo me ha servido para viajar y conocer grandes jugadores. El actual presidente de El Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown, me ha ayudado mucho. Todas estas experiencias han sido de las cosas más lindas que me han pasado en la vida y todo gracias al béisbol. He trabajado estas temáticas durante casi cinco años y tengo más de 70 obras relacionados con ese deporte”.
En el estudio de Tamayo uno se puede encontrar pinturas sobre de leyendas del béisbol como el cubano Martín Dihigo, Cristóbal Torriente, Tany Pérez, Luis Tiant, José Fernández, José de La Caridad Méndez, entre otros.
Pero en los últimos meses en el pequeño apartamento han aparecido de a poco una serie de obras sobre habaneros reconocidos que centrarán una exposición sobre los 500 años de La Habana el próximo 15 de noviembre.
Para la exposición, que cuenta con el apoyo del curador de arte Yadier Pérez, Tamayo ha dibujado su propia versión de personajes que han trascendido en diferentes esferas de la sociedad.
Con la singularidad de su universo estético el creador ha recreado las figuras de José Martí, Dulce María Loynaz, Kid Chocolate, Alicia Alonso, Juan Formell, Tomás Gutiérrez Alea, José Raúl Capablanca, Ernesto Lecuona, Bola de Nieve, Eusebio Leal, entre otras hasta llegar a la cifra de 23 “Habaneros Ilustres”.
Para Tamayo se trata de rendir su propio tributo a personas que han pasado a la historia de la ciudad y de Cuba por su obra. “Se trata de personas que han sido muy relevantes, incluso también en la muestra también hay personajes del pasado. Son seres con un legado muy importante en la vida de todos y que se han convertido en símbolos que de alguna manera nos representan. Es como un honor que quiero rendirles al dedicarles una pieza. Son personas que han engrandecido el sentimiento y el espíritu de una ciudad”.
La serie es la puerta de entrada a la exposición “Edén Habana” en la que también aparecen cubanos comunes y corrientes que forman parten de la compleja escenografía de la ciudad. La Habana estará representada además por símbolos arquitectónicos como las Escuelas Nacionales de Arte.
¿Por qué decide abordar la ciudad desde figuras notables mientras otros artistas optan por la crítica a sus problemas?
No hay una fórmula para hablar sobre una realidad. Cada cual la interpreta a su manera. Yo me voy más hacia la posibilidad que brinda el humor. Estos personajes han dejado una huella por su actividad y su dedicación y uno tiene que homenajear eso. Se trata sencillamente de la manera en que yo veo a esos personajes.
Algunos nombres en su propuesta son desconocidos para muchas personas, sobre todo jóvenes. ¿Cree que esto les reste interés dentro de la exposición?
Es hora de rescatar estas figuras. No puedes construir el futuro ni el presente sin conocer el pasado. Es un rescate también de personas que están en todos los ámbitos de la sociedad y algunas en el ámbito del deporte hicieron grande a Cuba y a La Habana y causaron felicidad en mucha gente. Ellos formaron parte de la vida de nuestros abuelos o padres y nosotros venimos de ese legado.
En su obra se percibe un compromiso con la ciudad. ¿Qué cambiaría de La Habana si pudiera hacerlo?
Hay muchas cosas que me preocupan de la ciudad. La gente siempre piensa en lo constructivo, en ponerla bonita. Me gustaría una ciudad más dinámica, más hermosa y limpia, con un transporte eficiente. Que la gente viva en hogares cómodos y tenga mayores posibilidades. Son temas por los que debemos luchar todos para que las cosas sean normales en todos los sentidos.
¿Cree que en Cuba exista un mercado del arte?
En Cuba no hay mercado del arte por miles de razones. El mercado del arte viene de un sistema muy poderoso que mueve muchísimo dinero. Es un sistema piramidal el que intervienen las casas de subasta, galerías, ferias de arte, museos, dealers y termina en los coleccionistas.
En las grandes ligas del arte están insertados sobre todo los artistas anglosajones. Por ejemplo la obra de los artistas cubanos de la vanguardia tiene la mayoría de las veces un valor inferior en el mercado que otros de su generación de otros países con una obra muchas veces de menos calidad.
En Cuba debe haber un coleccionismo mayor pero la compleja situación económica no permite que casi ningún cubano pueda comprar arte.
Reynerio Tamayo, como la mayoría de los artistas visuales, responde a una estricta disciplina. De lunes a viernes se encierra en el estudio para darle vida a todo lo que surca los pasillos de su mente. Sin embargo, el pintor no se considera un lobo solitario. Lo suyo, dice, es vivir todo el proceso del disfrute que significa hacer al límite lo que le gusta. Y lo explica:
“El teatro necesita público, necesita visualizarse. Los músicos están en colectivo y los cineastas también. A la hora de crear las personas piensan que los artistas visuales se sienten solos, pero uno está gozando porque está entregado a algo que le gusta muchísimo. Un artista puede participar en varias exposiciones colectivas al año aunque no tiene que estar físicamente. Las interrogantes de su mundo interior están en los cuadros ,que son los mejores delatores de los artistas visuales. Los cuadros siguen hablando por ti, aunque hayas muerto”.