En una ocasión, Rocío García me dijo:
“Todo lo que impida la libertad de expresión y de elección en las relaciones interpersonales y sexuales, entre seres adultos, es también un tema político, pues son las políticas de instituciones creadas por la sociedad, ya sean partidos políticos o religiones, las que han generado pautas y protocolos de actitud que fijan taras y convencionalismos extremos.”
Andaba por entonces queriendo entender la dinámica de su laboratorio personal, las fuentes temáticas y las estrategias representativas de una obra que entonces, y aún hoy, me parecía fascinante, por trasgresora y visualmente eficiente. Dado a pasar por el intelecto aquello que me emociona, tenía la impresión de haber llegado tarde a cada una de sus piezas, que tienen un alto componente narrativo. Era como si lo que veía fuera un fragmento de un discurso mayor, cuyos antecedentes me había perdido. Rara manera esa de tratar de “entender”: no escrutar lo que se expone a la vista, sino elucubrar de dónde vine y hacia dónde va el relato.
Recuerdo que Rocío aplacó mi desazón con las siguientes palabras: “La pintura no es un método cíclico, pintar es un laberinto no siempre descifrable. He ahí su misteriosa belleza.”
Un laberinto no siempre descifrable. Esa es la clave. En pocas palabras: no hay que saberlo todo. Basta acercarse al misterio, paladearlo, y experimentar el temor a adentrarnos en un mundo hostil por desconocido, las relaciones cuir (“queer”), o sea, el ámbito de relaciones que se dan entre personas no heterosexuales y no cisgénero. Un universo que aún hoy, en pleno siglo XXI, es relegado al ámbito de lo marginal.
Ahora Rocío García vuelve a exponer en La Habana. El Apartamento, una de las galerías alternativas (no oficiales) de mayor prestigio en Cuba, acoge la muestra “El gran chef (alias Patica de Pollo)”, compuesta por nueve piezas pictóricas de tamaño apreciable.
En este caso, la mirada de la artista no se centra en los estereotipos sociales: el policía, el marino, la geisha, el bartender… Personajes todos de la noche que dotan sus relaciones interpersonales de una violencia machista de la cual ellos mismos son víctimas históricas. El eterno rol de víctima que se trastoca en victimario para luego asumir nuevamente su condición de ser vejado, aplastado, humillado.
Los personajes que se exhiben en esta ocasión carecen de cabeza, e igual están sometidos a situaciones de extrema crueldad: hacinamiento, tortura, sujeción a normas sociales que les permiten moverse en aparente libertad (Los patinadores) cuando no son más que esclavos de sus circunstancias.
En la escena familiar (La sopa), quien cocina tiene una hoz en la mano. El personaje que espera por el plato fuma sin tener boca, mientras observa un material en el televisor donde aparecen seres igualmente sin cabeza. Ahí hay un nudo de sentido de riquísimos matices, una escena con alto contenido simbólico.
Quien golpea y quien recibe los golpes, carecen de cabeza. También los reclusos y su guardián, armado, asimismo, de una hoz y un hacha. ¿Esos seres sin rostro ni cerebro, cosificados como masa, son la materia prima de la sopa? ¿Quién puede saberlo?
Llaman la atención dos obras: Saturnino I y Saturnino II. Son primeros planos de cabezas que no podemos apreciar plenamente. En una, por la lengua del personaje asciende, rumbo a la boca, una multitud de seres. En la otra, Saturnino se apresta a engullir un corazón. Como es fácil de entender, el nombre de esta figura no es fortuito. Remite al mito de Saturno, aquel dios griego que devora a sus hijos para que no usurpen, mediante el crimen, un poder que, a su vez, él había anteriormente usurpado.
Hay un texto, elaborado por la artista, que debiera servir al espectador como posible brújula antes de adentrarse en la fronda simbólica de estas piezas. Reza así:
“La esclavitud… la sexual? o la otra? vaya, tú crees que de verdad eres libre? Kafka dijo que…Ñooo la cola del pollo hoy si está violenta!! si tengo que hacerla otra vez me suicido. Dónde estará ese tipo? Jamón de pavo? Yo nunca he comido eso, los perritos sí, por eso somos tan mansos. Respira brother!! qué te pasa tú? te quedaste dormido? dale asere métele a la sopa para que se te quite la resaca….” 1
Hasta finales de junio tienen los habaneros para confrontarse con la obra reciente de esta artista singularísima. Su trabajo, inquietante, siempre invita a pensar. Iré de nuevo a ver los cuadros de Rocío. Tantas veces como sea necesario. No para “entender”, sino para participar con ella en el agudo debate que propone. Estos años difíciles también producen arte. ¿Quién se atreve a dudarlo?
Cuándo: del 7 de abril al 30 de junio, de 10:00 am a 5:00 p.m.
Dónde: El Apartamento, H esquina a 15. No. 313, apto. 3. El Vedado, La Habana.
Cuánto: Gratis
Nota:
1 Se ha respetado la peculiar redacción original del párrafo.