La obra de Servando Cabrera Moreno no cesa en su vitalidad. Apuesta y gana un sello irrepetible de seducción perpetua. Cuba está en su obra como el artista en su Isla; escudriña su historia, su gente, descubre los placeres intrínsecos en la belleza “oculta” del guajiro rudo, de los muchachos delicados, de los héroes.
Cabrera Moreno eternizó torsos acoplados, figuras que se entretejen, besos, abrazos. Exploró sin límites el cuerpo humano e hizo de él un paisaje sensual. El ser humano viril, hermoso, heroico permanece al centro de su obra en cada una de sus etapas pictóricas y nos lo devuelve erotizado, sin santurronerías ni vulgaridades.
Para André Bretón, Servando fue “la más bella pluma en el sombrero del surrealismo”. A pesar de que nadie podría constringir la obra de este versátil artista a un movimiento o tendencia únicos, un hilo conductor muy marcado sí tiene su obra: lo humano. El artista de la sensualidad, de las transparencias excelentes, las pinceladas libres, las precisas líneas del dibujo alcanza en el ciclo erótico que ocupará toda la década del 70, la cúspide de su obra.
Los tabúes, el conservadurismo, el rechazo al cambio, a lo “otro”, y la imposición de verdades a medias impidieron que en 1971 Servando pudiera exponer sus cuadros en el Museo Nacional de Bellas Artes. La censura significó para el artista el avance de lo que sería luego llamado “Quinquenio Gris”. La muestra fue prohibida y desmontada; de ahí en adelante las puertas de los espacios expositivos que habían acogido siete proyectos personales los diez años anteriores fueron totalmente cerradas. La creación servandina no cesó, no obstante, tuvo que pasar algún tiempo para que sus obras volvieran a aparecer públicamente.
Tales motivos y las ansias de este creador de conservar sus pinturas en las habitaciones y paredes de su casa, condicionaron el carácter inédito de la mayoría de sus dibujos. Hoy algunos salen a la luz en el Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno como parte de la jornada por el 90 aniversario de su natalicio. Epifanía del cuerpo se titula este conjunto de 34 piezas; una singular unión de cuerpos masculinos, gestos, sexos, besos, copulaciones, coitos grupales, descansos, rostros y reposos.
La primera sala agrupa obras del período de tránsito hacia el erotismo. Poco antes de los finales de la década del 60, el artista realiza grandes dibujos a tinta en los que ya se advierte el paso a esta temática posterior. En sus cuadros comienzan a ganar espacio grandes pubis y voluptuosos sexos en una imbricación con elementos de la naturaleza, frutos o figuras, algunas tan análogas y ambiguas que pudieran ser comunes a cualquier cuerpo, sin distinción de género.
Los demás espacios muestran el cuerpo en sus disímiles formas. No hay trampas del facilismo y la entrega panfletaria en Servando. La sensualidad y el erotismo de estos cuadros muestran una sutil e insinuante agudeza donde las fisonomías pretenden trascender la tela para acompañar al visitante, ya pasivo, ya fustigador, en su andar por las salas de Villa Lita.
Esta exhibición tiene como primicia tres trabajos pertenecientes a la serie La soledad de un autorretrato, comúnmente conocida como Cumpleaños: La antorcha, Como un veintiocho de mayo y Como cruje la vida. Servando realiza en 1977, en Europa, 54 dibujos, uno por cada aniversario cumplido hasta esa fecha, quizá como preludio de su muerte. Estas obras, muestra de la excelente técnica del dibujo, hacen brotar igualmente de la cartulina los sexos, los cuerpos torcidos y las estilizadas extremidades.
Tres son también los dibujos que se exponen, estos con un material pocas veces utilizado por el artista: el acrílico. Los muchachos de Tirso de Molina, Pepe el romano y Pedro Romero fueron realizados en España en 1978 y en ellos se combinan en un segundo plano elementos eróticos con los ya característicos rostros andróginos.
Todos estos dibujos pertenecen a la colección del Museo Biblioteca y a coleccionistas privados. En sus 58 años de vida Servando participó en 109 exposiciones colectivas y realizó 20 personales. Hoy es de los pintores que disfruta del a veces peligroso privilegio de la popularidad. Sus guerrilleros, habaneras, parejas de enamorados, familias y mujeres se unen a esta epifanía erótica para poblar de conjunto todo el catálogo de imágenes de Cabrera Moreno. Una memoria visual que se diversifica como su autor y la realidad misma.