Sin miedo. Hágalo así: Vaya, desande las calles cubanas y entre a cualquier negocio que le parezca bonito. Sí, bonito. Pregunte quien lo diseñó. Es probable que, en la mayoría de los casos, la respuesta sea un “yo mismo” que lo deje estupefacto porque todo se ve bien, armónico… hasta que descubre una barrera arquitectónica, o que no visualiza bien los productos, o que es imposible caminar sin tropezar con las mesas o con el mostrador.
No se detenga. Camine otras partes de la ciudad. Busque lo llamativo, lo que parece “de lujo” sin serlo, lo que es elegante sin exageraciones tropicales. Pregunte quien lo diseñó. Es probable que, en cualquier caso, le respondan que un diseñador, o alguna de las agencias fundadas en la Isla desde que en 2011 el Estado amplió el trabajo por cuentapropia y autorizó la licencia de Decorador y diseñador de interiores.
Hasta entonces muy poca gente en Cuba daba importancia a esa rama del arte que, desde los años 90, se enfocaba en las obras para el turismo. Para los negocios más pequeños se reservaban las sugerencias sobre los colores a utilizar y algunas recomendaciones para las terminaciones, pero no se incluía el diseño de muebles, falsos techos, texturas, ni otros elementos decorativos, como explica el arquitecto Yunior Vázquez Rodríguez en la Revista Nacional de Arquitectura e Ingeniería.
La tendencia era a ornamentar los interiores una vez terminado el proyecto, sin tener en cuenta el concepto original. De hecho, por la norma cubana NC 674-6 del 2009 ni en el sector estatal los proyectistas están obligados a realizar el servicio de diseño, a menos que este sea contratado por los inversionistas. Las razones son mayormente económicas, aunque no pocas veces se debe al desinterés o al desconocimiento de quienes invierten.
En 2001, hace ya 14 años, Mabel Matamoros Tuma, Profesora Titular de la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior Politécnico José A. Echeverría, y una suerte de “gurú” en estos temas publicaba: “Aún hoy, el diseño de interiores se considera un lujo del cual se puede prescindir, salvo en determinadas obras llamadas “especiales”. Este enfoque, que influye negativamente en la organización del trabajo profesional, mutila a la arquitectura, porque le niega la posibilidad de resolver con eficiencia, una parte importante de los problemas relativos a los espacios interiores que se generan como resultado de su acción”.
Ahora, con el aumento de los servicios privados la composición formal y espacial de algunas viviendas –tradicionalmente rígidas y poco flexibles- ha cambiado. Primero imitando las tendencias importadas al archipiélago por las revistas de moda y luego mediante la contratación de la fuerza especializada, muchos hogares/negocios modificaron su visualidad.
Para quien busque asesoría en este tipo de servicio, el catálogo de diseñadores más actualizado existente en Cuba es un Registro con más de dos mil 181 profesionales elaborado en 2014 por la Oficina Nacional de Diseño (ONDi).
Roberto Torres Barbán, director de Imagen y Promoción de esa entidad adscrita al Ministerio de Industrias, comenta que con él se busca legitimar el diseño como garante de calidad, innovación y desarrollo en el país, por lo cual “se afianza como una rigurosa base de datos, que a manera de tarjeta de presentación, acerca los recursos humanos a quienes los necesitan”. El 95 por ciento de esa fuerza son graduados del Instituto Superior de Diseño con quienes pueden conectarse las diferentes empresas nacionales y también -ilustra Torres Barbán- los empresarios extranjeros interesados en la Isla. El Registro estructura un ranking de diseñadores que jerarquiza y ofrece información sobre el trabajo de estos creativos.
Otra forma de acceder al servicio del diseño de interiores es a través de páginas web de clasificados, donde los propietarios de las agencias emergentes postean sus anuncios. Ecoimagen es una de las pequeñas empresas que es posible contactar por esa vía. Se trata del emprendimiento de un joven matrimonio enfocado en “crear soluciones” para quienes aspiran a fundar nuevos negocios o reformar y ambientar los existentes. “Sí, lo hacemos”, es su slogan y también la más usual de sus respuestas ante el clásico “¿se puede?”.
Roy Barthelemy Rodríguez, uno de sus fundadores y diseñador del restaurante Chu Chu Wah en La Habana Vieja, explica que para ejercer no solo cuentan con la licencia de decorador y diseñador de interiores, sino con la de fotógrafo, artesano, grabador-cifrador de objetos, y plasticador de libros. Todo por garantizar la mayor legalidad.
Por lo general, señala, los clientes cubanos solicitan un diseño general de sus negocios… pero no desde cero, donde haya que subcontratar arquitectos y mucha otra fuerza de trabajo. “Lo usual es que los espacios estén creados y se nos llame para encargos pequeños, sin embargo al llegar a los lugares nos percatamos de que necesitan asesoramiento en cuanto a identidad visual o cómo trasmitir lo que desean. Pero en La Habana los clientes no están muy identificados con la importancia del diseño, hay muchas personas que no saben lo que quieren, que ni siquiera tienen el nombre de sus proyectos cuando se nos acercan… y existe timidez en cuanto a pagar porque no se entiende lo mucho que cuesta proyectar y la inversión que se necesita para realizarlo después”, comenta el joven.
El diseño de interiores de una cafetería sencilla “de 4×4”, en Ecoimagen oscila alrededor de los dos mil pesos cubanos. “Todo depende del espacio”, dice Barthelemy y agrega: “Al negociar con los clientes les demostramos que si nos piden un cartel, o lo que sea, le hacemos las propuestas necesarias, pero si contratan el servicio de diseño completo le puede salir más barato. Apostamos por los objetos reutilizables, los materiales ecológicos, el papel manufacturado… así garantizamos opciones, creatividad y mucha personalización”.
“Diseñar un negocio no es un lujo”, nos dice Osvel Argudín Gómez, profesor de Diseño de interiores en el Instituto Superior de Diseño (ISDi) para quien uno de los principales beneficios es el estudio del uso y la función de los espacios, lo cual tiene en cuenta detalles constructivos, componentes tecnológicos (redes hidrosanitarias, eléctricas, de iluminación, acústico…) y la estética.
Desde el despegue de los negocios privados en La Habana —argumenta el especialista— algunos pequeños empresarios buscan una mejor visualidad a fin de prevalecer frente a la competencia. Los restaurantes son los que más se han apropiado del diseño de interiores. Ahora la población aprecia en estos sitios una calidad diferente y asume que puede pasar en ellos un rato agradable, acogida por un gusto estético al que no está acostumbrada.
“La Academia no se ha insertado directamente, pero nuestros graduados están presentes en ese nicho de mercado y se han visto muy buenas ejecuciones, por ejemplo, en el restaurante Sibó que está en L y 25, el Bar Encuentro, o La Chuchería y el 3D Café”, puntualiza.
¿Un buen diseño de interiores garantiza o ayuda a obtener un buen negocio?, inquiere nuestro equipo antes de retirarse de la meca del diseño en Cuba. “Por supuesto –responde Argudín Gómez- porque garantiza que funcione bien el lugar, economizar los recursos para desarrollar el proyecto y una estética que se diferencie de otros sitios. Garantiza, en definitiva, ser original”.
Lo invitamos a leer nuestra nueva revista, dedicada a bienes raíces: Oncuba Real Estate.
Muy buen articulo. Saludos a todos los colegas diseñadores cubanos. Esperando algún dia realizar un proyecto en nuestra tierra.
Navegando en internet se pueden ver revistas de diseño de todas partes del mundo. Los cubanos, como los chinos, copiamos de todo y no pagamos derecho de autor. A veces crea problemas. Una cafetería en Miramar tuvo de nombre Dulce Habana -imagínate, Dolce Gabbana ganó un pleito jurídico por la similitud fonética y la Dulce Habana, tuvo que modificar su nombre. Pero no siempre es así.
Excelente artículo, aunque es importante destacar que el diseño de interiores no es una rama del arte, desde la revolución industrial en el Siglo XVIII, salvando la era Victoriana, el diseño industrial del cual forma parte el diseño de interiores no se considera una rama del arte. Mucho menos después del surgimiento del Bauhaus en 1919.