En medio del silencio de la sala, cara a cara y con apenas unos metros de separación, Milicias campesinas y Molote, mantienen un diálogo desde hace años. ¿De sordos? O un debate. ¿De contrarios? Sea lo que sea, no son pura memoria. Actúan y no es una ucronía.
Expresionistas en diverso grado y estilo, ambos óleos de Servando Cabrera Moreno (La Habana 1923-1981) son genialidades que hablan de una transición de la épica colectiva a la psicosis política y de cómo un hombre encadenado emocionalmente a tales extremos lo registra en su subjetividad creativa.
Metamorfosis
“Los artistas son visionarios”, reclama la curadora Teresa Toranzo y explica la metamorfosis visual de un autor que trata de representar, inmerso y participante, el torbellino de una revolución que más temprano que tarde y aun siéndole fiel, en cuerpo y alma (exponiendo en Washington en 1959 no dudó en tomar un avión hacia La Habana) también cargará contra el creador en un gesto saturnino.
Miembro sobrio, pero no vergonzante de las llamadas disidencias sexuales para las que se destinaron campos de reeducación y trabajo forzoso, el autor de Homenaje a la soledad, de 1970, escapó de ser internado en un hecho que todavía hoy levanta algunas suspicacias sobre quién o quienes lo protegieron y evitaron que lo convirtieran en un paria.
Pintado en 1961, Milicias campesinas está tatuado en la retina de generaciones de cubanos. Es una de las ilustraciones que, reproducida por miles, aparece en los libros de texto de la enseñanza primaria y recrea las vigorosas fuerzas civiles con que la revolución se defendió por décadas del asedio estadounidense.
Molote, de 1966, es un imponente lienzo de 171 x 352 centímetros concebido un año después de que su autor fuera despedido como profesor de la ENA, Escuela Nacional de Arte, tácitamente por su condición de homosexual, y se prohibiera a sus antiguos alumnos visitarlo en su casa.
La pieza, según Toranzo, “refleja un momento de confusión y de cambio en la vida de Servando, después de regresar de París, donde conoció la obra del holandés de Willem de Kooning. Enfrenta indecisiones e incertidumbres y una realidad que lo está afectando cuando se respiran aires homofóbicos”.
Son las emanaciones machistas, prejuiciosas y represivas de una época que, paradójicamente, corre pareja a la revolución sexual en Occidente, y que en la isla conectaron —extremismos empáticos— con el diseño de la llamada moral socialista, tan o más pacata en muchos aspectos que la que pretendía superar.
Nada personal. Todo epocal
“No creo que fuera nada personal contra Servando. Entonces se consideraba que un homosexual no era una persona adecuada al frente de un aula. Fue una etapa de exclusión”, considera la experta.
Toranzo hace notar la multiplicidad de miradas en Molote, direccionalmente divergentes, y lo contrapone a la seguridad monolítica de Milicias campesinas, y su desafiante gesto frente a una realidad sobrada en peligros existenciales para la nación y su proyecto emancipatorio.
“Son dos poéticas asumidas conscientemente”, resume la experta sobre tal dicotomía.
Para esta ex curadora de Arte Cubano y de Arte Asiático del Museo Nacional y, actualmente, directora del Registro Nacional de Bienes Culturales, es un hecho la irradiación servantina hacia las nuevas camadas de artistas cubanos. Uno muy empalmado con esa herencia es Niels Reyes (Santa Clara, 1977), conocido como el pintor de los rostros. Sus piezas ocupan una inmensa y contrastante geografía que va de Egipto a Brasil, pasando por galerías europeas y estadounidenses.
“Tanto en Servando como en Niels los rostros son un pretexto para un discurso sobre la realidad, que en el caso del segundo calza con el tema migratorio y las fracturas familiares que muchas veces trae consigo”, aprecia Toranzo.
La curadora, muy recordada por haber organizado en 2014 400 años después: Samuráis en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, exposición de ukiyo-e (grabados tradicionales japoneses), insta a los coleccionistas privados y públicos de la obra servantina, localizados en Cuba o fuera de ella, a que visibilicen las piezas en tenencia en el año del centenario de Cabrera Moreno.
“Su obra no ha llegado al mercado del arte con el posicionamiento que nos gustaría que tuviera”, deploró la máster en ciencia.
Villa Lita: el oculto reino servantino
“Es una institución que está cerrada hace más de ocho años por detalles como luces y sistemas de alarma y que hubiésemos querido que estuviera abierta para celebrar el centenario de Servando”. En una soleada mañana de junio, Rosemary Rodríguez (La Habana, 1984) , se lamenta del marasmo “por asuntos financieros”, pero está dispuesta a contar a OnCuba todo lo que sabe del artista, que ha copado sus esfuerzos de investigadora durante casi toda su vida de graduada de Historia del Arte.
Rodríguez, junto a Teresa Toranzo, formó el dueto curatorial que en cuatro años de trabajo concretó, con el decisivo concurso de la fundación Los Carbonell, la exposición en Bellas Artes por los cien años del gran creador, que bajo el título La memoria de los borrados, que cierra sus puertas el lunes 4 de septiembre, después de haber sido inaugurada el 8 de junio de 2023.
La conversación con la subdirectora del Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno y coautora, junto a Neida Peñalver, de un hermoso libro ilustrado sobre las habaneras y guajiros del maestro, transcurre en una de las terrazas laterales de Villa Lita, una casona de aires eclécticos adquirida en 1922 por el matrimonio italiano de Emanuela Salmoiraghi y Pandini, conocida como Lita, y José Pennino y Barbato.
La vista es bucólica. Domina las copas de los árboles de la calle Paseo hasta más allá de otra arteria, Línea, llamada la avenida de los teatros en un toque de exageración.
De dónde provienen las piezas y colecciones que se atesoran aquí. Hay una leyenda urbana que premia a Alfredo Guevara (La Habana, 1925-2013) como el gran mecenas que prohijó todo esto…
No. Una gran parte de la colección de Alfredo, que se fue desmembrando luego de su muerte, fue a parar a los fondos del Icaic. Las obras que atesoramos en el almacén eran propiedad del propio Servando en el año en que falleció (1981 ) y que decidió guardar para él por los motivos que fuesen: apego, deseo de coleccionismo, o tal vez porque fueron las obras que nunca regaló o no las pudo vender o simplemente porque el azar de la vida quiso que él las tuviera.
Ahora, es un hecho que muchas de estas piezas llegaron a nuestro poder gracias a las gestiones de Alfredo, que salvaguardó la colección y gestionó su compra por el Estado. No olvidemos que Servando y Alfredo fueron grandes amigos.
Pero han hecho adquisiciones posteriores…
El 95 % de la colección que tiene el museo se nutre de lo que te referí. Obviamente, en nuestra gestión de movimiento hemos adquirido obras a través de compras, recibido donaciones o transferencias de otras instituciones en calidad de préstamo intemporal.
También tenemos la colección libresca de Servando, un fondo bibliográfico inmenso, al que no tiene acceso todo el público, salvo investigadores. Igualmente poseemos fondos de la biblioteca personal de Amelia Peláez, y una biblioteca de arte en buena medida donada por amigos y coleccionistas cercanos a Servando.
¿Servando tuvo herederos?
No. Nunca se casó. Su hermana tampoco tuvo hijos y lamentablemente en la familia luego del fallecimiento de Servando, cada uno de los miembros fueron muriendo en la misma década de los 80. Sólo quedó vivo el esposo de la hermana, quien a su vez se suicida y entonces solo sobrevivió la familia del cuñado de Servando. Como no eran descendientes directos del artista, el Estado entró en negociaciones para adquirir la colección que estaba en la casa donde murió Servando, en 68 entre 17 y 19, en Playa.
¿Esa familia sigue viviendo allí?
Sí. Por cosas de la vida, el artista Rigoberto Mena tuvo su estudio allí durante mucho tiempo y ahora hay como tres artistas jóvenes que trabajan en el lugar donde Servando pintaba, de modo que ese espacio todavía rinde culto al ejercicio de la creación.
¿Cuál fue la causa de muerte?
Servando era cardiópata. En 1967 sufre el primero de los infartos. A partir de entonces, entra en un largo período de tratamiento y se aferra tanto a la vida que tal vez eso explique lo prolífero de su producción (llegó a pintar casi 300 obras en un año). En el 81 es víctima de un segundo infarto, que no pudo rebasar y fallece, fulminado, el 30 de septiembre.
Viajes
Antes y después de su paso docente por la ENA, Servando hizo varios viajes. Me refiero al período revolucionario. Algunos en comitivas, pero otros personales. Cómo lograba los segundos, en un país en el que viajar en los 60 y los 70 estaba reservado al funcionariado o en el caso de los artistas o intelectuales bajo la venia estatal.
Servando era muy amigo de Marta Jiménez, la viuda de Fructuoso Rodríguez [líder del Directorio Revolucionario, asesinado en 1957]. De hecho, la pintó [Flores dulces para Marta Jiménez, óleo sobre tela, 1972]. Ella poseía una gran colección de Servando, que está guardada aquí en el museo tal como fue su última voluntad y que consta en su testamento. Marta Jiménez trabajó durante mucho tiempo en la Confederación Helvética y por supuesto con su vínculo con la diplomacia ayudó muchísimo a Servando a viajar a Europa entera. Además Servando fue comisario de exposiciones, junto a Raúl Oliva y Graciela Pogolotti, en los años 60. No olvidemos tampoco que Servando era de familia española directa y decía que España para él era un lugar privilegiado, sobre todo Andalucía.
¿Sería exagerado decir que hay un período sevillano en su pintura?
No. Decía que era la ciudad que más se parecía la Habana Vieja de su infancia y por ello la pintada todos los años. Sospecho que tuvo que enamorarse allí, platónica o carnalmente. Tal vez nunca lo sabremos. Mi sueño de curadora es llevar la colección de Sevilla que pintó Servando a la propia Sevilla.
¿Cómo se traducían los viajes al extranjero de Servando en sus lienzos? ¿Ejercían sobre su creación un efecto rebote?
Sí. Por supuesto. Pero no es lo que yo pueda pensar, sino lo que él declaró. Cuando él estudia en el Art Students League, de Nueva York, y luego en el 49 en la Grande Chaumière de París, él dice que no tiene nada que ofrecerle al mundo, que ya todo lo bueno estaba creado. Ese nivel de humildad que los creadores poco tienen, que Servando sí lo tuvo, explica el afán de experimentación y de búsqueda. Eso lo llevó primero a ese dominio del dibujo, que mostraba desde sus días estudiantiles en San Alejandro, y luego el estudio constante del color. Si vas a la obra de los 50, que es muy mirosiana, lo mejor que pudiera tener es la base del estudio del color que luego Servando demostrará en esas transparencias eróticas de los años 70. Incluso él reconoce que es deudor de las etapas cromáticas picassianas. Lo confiesa sin ambages: los copié y a Miró casi que lo calqué. Y luego obtiene la primera mención del premio internacional de dibujo Joan Miró. Después Tomás Sánchez ha sido el único cubano que ha ganado el premio.
Servando abstracto
Pese a ser formidable, la fase abstracta es la menos favorecida o trascendente de Servando… El común ni se entera de su incursión en esa corriente…
El abstraccionismo en Servando tiene dos momentos. Uno conocido como sus óleos Zonazul y Verdegris, más apegado a Picasso, donde se fusionan figuras y fondos y hay mucho vínculo entre un color y otro y también se detecta la influencia de Amelia Peláez y de la herrería colonial cubana; y un segundo momento, en la primera mitad de los 50, que es Miró a pulso, con todo este movimiento de pinceladas circulares y más sueltas tan propias del artista catalán.
¿No se detuvo profusamente en la identidad afrocubana como otros pintores contemporáneos suyos?
Él decía que le interesaba más reflejar lo cubano en su obra a través del movimiento
sensual de los cuerpos que se movían como una palmera al viento y también afirmaba que la forma de caminar del cubano era exclusiva, que era imposible verla en cualquier otro lugar.
Un pintor con ideales
En su etapa épica, de los 60, y luego, una década después, cuando se enfoca en los perfiles de guerrilleros, incluido el Che Guevara, ¿se aproxima Servando, tal vez no deliberadamente, al realismo socialista?
Puede haber una deuda, pero no es explícita. Se puede advertir un principio de hacer algo similar, de que hay un conocimiento utilizado, pero que no empasta directamente con la experiencia del realismo socialista europeo.
Ahora bien, es un artista políticamente sensitivo, desde los años 50, cuando en la España franquista dibuja a tipos populares, a gente de a pie, y luego acompaña en la Ciénaga de Zapata la filmación El Mégano (1955) por jóvenes socialistas, entre ellos Gutiérrez Alea, García Espinosa, Massip, y el propio Alfredo Guevara… Once años después cayó en desgracia, al ser separado de la docencia, pero nunca abdicó de sus ideales y dio un portazo y se largó. Estaba Cuba por encima de las miserias de otros, ¿cierto?
Él dijo que pese a haber viajado muchísimo y de ser incomprendido, era un artista que decidió vivir y crear en Cuba, pero es increíble cómo lo mismo que ponderó en su pintura fue lo mismo que lo censuró. Muchas veces las etapas son la gente, más que los procesos.
El 71
¿Qué tuvo que suceder para que abortaran la gran exposición retrospectiva del 71 en el Museo Nacional cuando todo estaba a punto?
Ese mismo año pasaron cosas graves. En enero retiraron la edición de El Caimán Barbudo con ilustraciones suyas. Incluso, años después, vuelven a censurar ilustraciones que hizo Servando, esta vez para la revista Revolución y Cultura, donde la obra El Matorral fue retirada primero de la portada y luego de los pliegues centrales de la revista. Por supuesto, siempre hubo personas que salvaron algún que otro ejemplar del Caimán y esos son los que se exponen ahora en Bellas Artes.
¿Quién era el director de El Caimán?
Armando Quesada.
Tristemente célebre por inquisidor, junto a Luis Pavón y Jorge —Papito— Serguera, y otros, incluso algunos escritores de renombre, que ejercieron políticas de exclusión en los 60 y 70.
Y luego tienes a una artista y funcionaria como Marta Arjona, gran conservadora del patrimonio de la nación, quien fue amiga de Servando en su momento, pero luego se convirtió en una de las mayores y peores detractoras de los lienzos eróticos que serían exhibidos en Bellas Artes. Definitivamente no era lo que ellos querían mostrar.
¿Qué pruebas documentales dejó aquel desencuentro? ¿Existen datos probatorios?
La mayoría de las obras que estuvieron en el año 71 en Bellas Artes tienen una constancia escrita de registro de inventario de entrada a la sala del Museo Nacional. Descubrir eso nos da mucho placer, observar tal marca en un bastidor con un marco que tiene esa nota histórica… conmueve.
Homosexually socrático
Servando, seguro en sí mismo, coherente, era un homosexual activo, salido del closet, pero no estentóreo, “de carroza” o “una tremenda loca”, como estigmatizan algunos a los gays manifiestamente amanerados. ¿Su personalidad era contenida, discreta?
En nuestras investigaciones no hemos hallado testimonios que hablen de un Servando con una vida sexual extremadamente pública. Nos ha costado mucho trabajo y tiempo dar con una persona que diga “sí, yo fui su pareja”, “sí, yo fui su amante”, “sí, teníamos una relación intensa”. Muy pocas veces ha sucedido. Incluso conocimos a Evidio Perdomo, para quien Servando fue como un padre, pues lo albergó en su casa mientras cursaba la carrera de Historia del Arte. Perdomo ha reiterado que no fue su amante, aunque sirvió de modelo para uno de sus cuadros.
[“Era muy recto de carácter, muy metódico, exigente y un poco peleón. No tenía taller, se levantaba a las 7:00 a.m. y por la mañana, con luz natural, pintaba en la terraza obras en óleo y tela; se bañaba y almorzaba, dormía la siesta hasta las 3:00 p.m. y por la tarde hacía dibujos, que guardaba en una carpeta de madera”, narró Perdomo para el libro El abrazo de los sentidos, de la propia Rosemary Rodríguez junto a Claudia González Machado].
Tenía su círculo socrático de estudiantes, del cual los pupilos siempre han hablado maravillas…
Era un hombre de gran humanismo, con el que sobrepasaba las adversidades y las mezquindades hacia su persona. Y tenía una gran vocación para el magisterio. A su casa iban muchos alumnos suyos y ajenos luego de su cesantía de la ENA.
Flavio Garciandía (quien por cierto lo pintó), Tomás Sánchez, Villa Soberón, Jorge Braulio y otros que no eran directamente sus alumnos, como Nelson Domínguez, Eduardo Roca Choco y García Peña, entre otros. Allí, por primera vez, escuchaban a Los Beatles o a la Fitzgerald y un montón de música que tal vez en Cuba en ese momento estaba proscrita. Pero además tomaban contacto con lo que Servando traía de sus viajes: buena literatura, piezas de arte popular y, por supuesto, útiles e insumos para las artes plásticas…
¡Nada menos que en la Cuba de los 70!
Los estudiantes lo veneraban. No era propiamente un mecenas, pero sí ejercía un liderazgo generacional.
En la rumorología de la época se hablaba de que el círculo de alumnos a domicilio era, además, un elenco orgiástico del artista…
Hay muchos mitos alrededor de la personalidad de Servando. Justo recuerdo lo que acabas de decir, que se reunía con un montón de personas con pelo largo en su casa y hacían orgías. No lo creo.
Tal vez sus lienzos homoeróticos espoleaban esas leyendas.
Él decía que tenía pasión por lo humano y esa pasión sobrepasaba cualquier discurso básicamente sexual o sensual que ya él venía perfilando desde los años 50.
Para tu ojo entrenado, ¿quién habla más alto en Servando: el pintor o el dibujante?
El pintor, independientemente de que sus dibujos tienen una maestría
increíble y que tal vez te des cuenta de que no alzó el bolígrafo en toda una línea. He trabajado con restauradores a los que les cuesta muchísimo lograr el tono específico con el que Servando manchaba el cuadro de manera abstracta.
¿Profilaxis?
¿Crees que de alguna forma la exposición La memoria de los borrados evitaría en un futuro nuevos borrados?
Las incomprensiones y los intolerantes siempre van a existir. Esa maldita circunstancia
del agua por todas partes nos impide tal vez ser mucho más abiertos y entender que no somos el centro de algo y que hace falta mucha comprensión y conocimiento de lo que hace el otro para decidir aprobar o rechazar. Aún va a existir incomprensión, pero este tipo de exposiciones derriba muchos muros absurdos y abre muchas puertas.
El mecenas que vino de Panamá
En esta historia hay muchos apasionados, instituciones cubanas que prestaron su colaboración y un incombustible mecenas: Nivaldo Carbonell.
“Es impresionante Servando, con esos trazos que no te dejan saber cuándo él interrumpe la línea. Era un maestro y yo por lo que primero me enamoro de su obra es por la maestría de sus dibujos”, dice a OnCuba Carbonell en el piso 9 del Icaic, Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, donde pueden admirarse piezas del gran artista, entre ellas El beso y El Moncada, en un salón de conferencias rebautizado con el nombre de Servando Cabrera Moreno y en cuya galería gráfica aparece el pintor, muy amigo de notables directores cubanos de cine. Aún se disfruta el cartel que hiciera en 1979 para Retrato de Teresa, de Pastor Vega. Aquí, la actriz, Daysi Granados, está plasmada de perfil con un ojo azorado, porque al ver las tribulaciones por la que pasa la protagonista en virtud del patriarcado, el autor la concibe como “una yegua espantá”, según su propia y simpática definición.
Graduado de Medicina en Cuba y director de la empresa Bio-Lab Internacional, con sede en Panamá, este promotor y marchante de las artes plásticas cubanas es el presidente de la Fundación Los Carbonell, propietaria de unas de las colecciones más variadas, cotizadas y rompedoras de arte cubano contemporáneo.
La plataforma de dicha fundación es la NG Art Gallery. Enclavada en la capital istmeña, lleva las iniciales de Nivaldo y su hija, la experta en arte Gabriela Carbonell. Desde hace algunos años el empresario-mecenas colecciona arte cubano y en su poder reúne una parte estimable de la producción de Servando, Portocarrero, Fabelo y Mendive, entre otros clásicos. Luego ha ido adquiriendo piezas de Adonis Flores, los hermanos Capote y un pelotón de jóvenes que entran en lo que Carbonell gusta llamar Generación Post-it, nombre del salón anual de firmas recién llegadas al escenario siempre bullente de las artes plásticas de la isla.
Para el centenario de Cabrera Moreno, la Fundación Los Carbonell montó en mayo una exposición en su propia galería titulada Desde mi isla, “una inmersión por todas las etapas creativas del autor cubano: la académica, la abstracta, del realismo social, la épica, el expresionismo y el erotismo”, según las notas del catálogo escritas por la curadora Teresa Toranzo.
Igualmente, la institución cultural panameña respaldó la producción de un par de documentales sobre la vida del autor de Flor de carne, dibujo con el que Servando obtuvo primera mención en el VIII Premio Internacional de Dibujo Joan Miró, en 1969. Se trata de Los cercanos días del amor, de Yosiris López-Silvero, y La hora azul, de Claudio Peláez Sordo, ambos realizadores cubanos. A su vez, la fundación sufragó un enciclopédico libro, en edición de lujo, titulado La hora azul, Servando Cabrera Moreno, de 480 páginas y textos del crítico y curador cubano Gerardo Mosquera; además del catálogo de la exposición La memoria de los borrados, donde se exhiben más de una decena de piezas pertenecientes a la colección Carbonell, traídas desde Panamá; entre ellas, la deliciosa Siesta en Santiago, de 1948.
Fuera de Cuba, la colección Carbonell es la mayor dotada en obras de Servando. Cuentan con cerca de 150, además de atesorar más de 400 fotos del pintor, la paleta estudiantil que usaba en San Alejandro, periódicos referenciales, boletos de tren, su paso por la Bienal de Venecia del 52, y otros objetos personales.
¿Cómo han enfrentado las posibles falsificaciones?
Como muchos otros artistas de gran valor, Servando ha sido blanco de falsificaciones desde hace muchos años. En lo particular, la fundación no adquiere ninguna obra si no está certificada por el comité de expertos del museo biblioteca Servando Cabrera, de La Habana. Para mí es crucial la opinión de ellos, pese a que no cuentan con tecnologías de punta para autenticar una obra de arte. Por otra parte, al ser Servando un artista muy organizado, se valen de sus libretas de anotaciones, en las que consignaba el título de la obra, el año, la técnica empleada y el nombre del propietario.
En su condición de médico, ¿qué le concita la genialidad anatómica que se aprecia en los lienzos de Servando?
Realmente hizo un estudio monumental, como diría Gerardo Mosquera, del cuerpo humano y sin duda fue un amante de la anatomía humana, con obras precoces ya en los años 40. Sus dibujos de aquella época sobre papel son increíbles y anuncian su ciclo erótico tan deslumbrante.
Esta es la primera vez que en Cuba nace una exposición de paternidad compartida entre una entidad estatal, como lo es el Museo Nacional de Bellas Artes, y una privada, como lo es la Fundación Carbonell… ¿Ha sido exitoso el parto?
Me parece crucial, porque es algo que está pasando en el mundo hace rato. Muchos museos no pueden costear la manutención de sus colecciones por sí solos, ni en los países ricos. Por tanto, para solventar eso existen muchas asociaciones público-privadas para la conservación de las obras. Es muy fácil adquirir una obra, pero mantenerla es difícil y costosa, de manera que para mí esta experiencia colaborativa que hemos venido haciendo desde hace algunos años me parece genial y muy necesaria. Además, tenemos que dar a conocer el impresionante patrimonio cultural que posee Cuba. El arte no es para acaparar, el arte es para exhibirlo.
¿Dónde usted buscaría las claves de la resiliencia de Servando ante la hostilidad que enfrentó?
En que nunca fue un resentido, pese a lo que sufrió. Siempre fue un apasionado de la vida y siempre optó por Cuba.
Un bisoño curador frente a las hermosas anatomías del escándalo
En 1983 Roberto Cobas tenía 25 años. Recién había estrenado su vida profesional como curador en el Museo Nacional de Bellas Artes. Hace cuarenta años, Cuba era todavía un territorio mucho más machista, prejuicioso, cerril e intolerante de lo que puede serlo hoy día. Ese era el contexto en que Cobas Amate asumió realizar una delicada operación de equilibrios: una exposición homenaje por los 60 años de Servando Cabrera Moreno, que era el pretexto inmejorable para un acto de desagravio post mortem en la institución en la que doce años atrás había sido desmontada, a última hora, la gran retrospectiva del artista. Servando fue humillado por los comisarios culturales de entonces, que vieron perversiones donde había arte en los lienzos a exhibir. Más que una breve entrevista, este apartado con Cobas Amate, en el escenario de los hechos y frente a las hermosas anatomías del escándalo, se torna un examen de conciencia de un hombre honesto que revisa su pasado.
¿Qué diferencia usted aprecia entre la exposición del 83 y esta de 2023, cuando han pasado cuatro décadas entre una y otra?
Recuerdo que se inauguró la víspera del cumpleaños 60 de Servando y era una exposición que el museo le debía al artista, toda vez que en el año 71, cuando estaban creadas todas las condiciones para hacer la más grande exposición a Servando que haya tenido lugar, fue cancelada y los cuadros devueltos al autor y a los almacenes del museo y las instituciones y coleccionistas que había prestado las piezas. Las razones de la cancelación no te las puedo decir porque yo no estaba en ese momento en el museo y creo que el museo no tuvo que ver directamente con esa remoción tomada por la burocracia cultural del país, que no estaba preparada para exhibir sobre todo la obra erótica y homoerótica de Servando. La exposición del 83 contó con 87 obras, un número mayor que esta del 23, debido a que había un espacio más generoso del que se dispone hoy para esta muestra.
Visto a través del tiempo, aquella exposición del 83, que recorrió casi todas las etapas creativas de Servando, tiene una debilidad que se patentiza frente a esta exposición, excelentemente concebida por sus curadoras, y es que no se exhibió la obra erótica y homoerótica del autor. El único cuadro de ese género que se puso entonces fue Saludos eternos para Sevilla, de 1971, siendo dicho género la veta principal, el mayor aporte de Servando al arte plástico y a la cultura cubana. Por tanto fue totalmente insuficiente.
¿El hecho de que una sola obra erótica estuviera en la exposición del 83 puede haber significado que los ecos de la malograda exposición del 71 aún resonaban sobre la curaduría del 83?
He pensado mucho sobre aquella exposición y la comparo con esta. Más que censura, fue autocensura, que suele ser la peor de las censuras. Fue suponer que evitaba así el episodio del año 71 y se volviera cancelar la exposición.
¿Ud. asume que se autocensuró?
Asumo que se fue más allá de lo prudente en no exhibir lo que ahora pudo apreciarse en esta muestra formidable: el arte erótico y homoerótico, que es un testimonio excepcional que llega más lejos de lo que hicieron autores como Carlos Enríquez o Umberto Peña; tal vez por lo que más se recuerda en el presente y se recordará en el futuro de toda la obra servantina. Entonces creo que nos faltó valor para enfrentar las consecuencias. No se le hizo total justicia en la muestra del 83. Así es la vida, así es la vida.
Aunque Servando no es el pionero en Cuba de la corriente homoerótica…
Estimo que como él la trabaja, con el desenfado con que lo hace, eso lo convierte, realmente, en un pionero. El lesbianismo fue abordado por Carlos Enríquez, pero el tema de la sexualidad entre dos hombres es un aporte excepcional de Servando.
¿Erotismo temerario o porno culturizado?
Algunos espectadores y amantes de la obra de Servando especulan que su erotismo a veces cruza la frontera de lo porno. ¿Cómo reacciona a esa conjetura?
Si se contempla su obra desprejuiciadamente, todo está insinuado. En estos cuadros que se exponen no hay una representación clásica pornográfica, sino es un estudio de la anatomía humana y son uniones distintas de torsos y extremidades, pero el contenido explícito es poco frecuente en su obra, aunque también se encuentra. Lo que prima son las insinuaciones, la elegancia formal extrema, y lo que se ve aquí es un regocijo para Servando, donde quiera que su espíritu pueda estar, de que su obra sea admirada por el público tal como él la concibió, sin tapujos, sin medias tintas, sin sustituir unas obras por otras, buscando suavizar el impacto visual.
¿Nadie se ha escandalizado viendo ahora estas obras?
No. Nadie se ha escandalizado, ni publicado algo contrario a la exposición. Las opiniones han sido muy positivas.
¿En medio de la homofobia de los 60 y 70, además de escritores, artistas de diversos géneros, hubo otros creadores de la plástica que padecieron ostracismo por su condición gay?
Sí. Servando no fue el único victimizado. El pintor Raúl Martínez fue separado del claustro de la escuela de artes plásticas por ser homosexual. Martínez hizo su cuatro Isla 70 para el Salón 70 y dejó de trabajar hasta el año 78, en que retomó los pinceles. Umberto Peña detuvo su producción de grabados en el año 71 y decidió trabajar en Casa de las Américas como diseñador gráfico. Los tres y otros también fueron víctimas de de una ola de conservadurismo en la cultura cubana.
Aunque le tapiaron los accesos al Museo Nacional, donde había expuesto en el 61, y ya antes en el 56, Servando continuó exponiendo en Galería Habana. Por ejemplo, ahí está su muestra personal Habanera, tú, del 75. Y después de ser despedido como profesor de la ENA, en el 65, también en Galería Habana monta Pinturas y dibujos, en 1966; y un año después aparece con una individual en las ciudades de Sopot y Lublin, en Polonia. Eso confirma que su estigma de artista maldito gozaba de ciertas ponderaciones del poder…
La historia de Servando es compleja. Pese a las prohibiciones impuestas por corrientes retrógradas, Servando viajó, vendió sus obras, impartió clases en su casa a la vista de todos. O sea, no se invadió o controló su espacio íntimo. Incluso pudo viajar y hacerse de una gran colección de arte popular de los países que visitó. Pero indudablemente fue un artista que sufrió censura- eso presumiblemente dañó su salud —y su obra fue ocultada durante mucho tiempo en una época que felizmente ha quedado superada.
Un gallo de pelea
Y ahora la gran pregunta. Poseyendo el talento y las conexiones con galerías y facilidades de viaje que tenía, ¿por qué Servando nunca renunció a Cuba, por qué regresaba siempre?
Porque finalmente Servando logró hacer lo que él quería hacer en condiciones hostiles. Logró imponerse con valentía y civismo y ser profeta en su tierra. Eso nadie lo pudo impedir.