Desde otra óptica, exposición curada por María Lucía Bernal Delgado, presenta al espectador un diálogo visual entre algunas obras de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes con las reinterpretaciones de un grupo de fotógrafos contemporáneos cubanos. Se trata de una muestra desplegada en el Palacio de Lombillo, en La Habana Vieja, donde el discurso curatorial ha sacado a la luz diez piezas clásicas de la historia del arte nacional para que igual número de artistas del lente gestaran sus apropiaciones.
Especialista del referido Museo durante un tiempo, la recién nombrada directora de Galería Habana hizo una selección que responde al contrapunteo entre las actuales versiones fotográficas y los originales patrimoniales. Los artistas elegidos fueron Raúl Cañibano, José Julián Martí, Néstor Martí, Leysis Quesada, Ossain Raggi, Harold Vázquez, May Reguera, Glenda Salazar, Ira Kononenko y Alain Cabrera. Los seis primeros son fotógrafos artísticos con obras consagradas, los demás pertenecen a generaciones recientes y tienen un camino por recorrer.
Mis comentarios sobre algunas de estas versiones fotográficas, servirán para ilustrar el eje axial de la exposición. Con su pieza “The cowboy”, de la serie El rodeo (2010), Leysis Quesada dialoga con “El gallero”, de Víctor Patricio Landaluze, una obra decimonónica sin fecha exacta registrada. La versión es atendible y da una idea del tiempo transcurrido entre el original y su apropiación moderna, así como del sentido costumbrista que anima a ambas obras.
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Néstor Martí se acerca a un verdadero clásico del arte cubano del siglo pasado, “La anunciación” (1963-64), de Antonia Eiriz, y con su obra “Juego de sombras” (2011) trata de recrear la carga de horror que posee la pieza de la relevante pintora cubana, una artista rompedora en todo el sentido de la palabra, que creó una obra tan breve como capital en el arte cubano post 1959. Néstor apela a una sombra animada para centrar su imagen goyesca en la que la niña está bajo el impacto de lo que la acosa.
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A mi juicio, con la pieza “La Caridad” (2021), de May Reguera, se produce la más arriesgada y lograda de las interpretaciones. La fotografía de una mujer con su bebé cargado en pleno proceso de lactancia (la madre y modelo principal de la imagen, la propia artista, muestra un seno al descubierto), dialoga con el óleo “La Virgen de la Caridad” (1946), de Roberto Diago, quien dejó una obra cardinal de la pintura cubana de mediados del siglo XX. La versión de Reguera es fuerte, expresiva y da una idea de cómo ver, de otra manera, al icono religioso, ahora más moderno y terrenal.
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He dejado para el final la fotografía digital, sin título, de 1999, con la que Raúl Cañibano se acerca a “Campesinos felices”, óleo de denuncia social que Carlos Enríquez pintara en 1938, empleando la ironía (realmente se trata de campesinos famélicos que viven en la inopia), con el declarado propósito de alertar sobre la situación de miseria y abandono que existía en los campos cubanos a finales del primer tercio del siglo XX. Enríquez fue un artista comprometido con los problemas políticos y sociales de su tiempo y tanto en su pintura como en su literatura hizo constantes obras de denuncia. Cañibano fotografía a una madre campesina cubana, con sus dos hijos pequeños, que demuestra lo mucho que hay que hacer todavía en materia de desarrollo económico y social en Cuba, más aún a su interior rural. Cañibano es un artista muy agudo, que expone con honestidad sus criterios a través del arte y de obras de fuerte sentido sociológico. Original y versión fotográfica extienden su diálogo por una buena cantidad de años en la realidad insular; original y versión fotográfica que nos ponen a pensar.
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Esta pequeña muestra de solo diez piezas, tiene su valor cardinal en el diálogo que establece entre arte clásico y fotografía actual, una conversación visual interesante, que exhibe vitalidad, espíritu crítico y pertinencia dentro de los vastos caminos del arte visual actual. Puede ser apreciada como un fértil intercambio entre manifestaciones plásticas, pero también entre miradas separadas por años de sucesos políticos y sociales que condicionan su columna vertebral como narrativa. Las cartelas de cada pieza muestran las obras originales y sus datos.
Instalada en el hermoso caserón colonial Palacio de Lombillo, en la habanera Plaza de la Catedral, Desde otra óptica se revela como una manera diferente de acercar obras capitales de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes a públicos que aún no han visitado a la magna institución y que, ¿por qué no?, quizá después de ver la muestra se decidan hacerlo.