Un cineasta joven somete a un comité de evaluación su guion para comedia romántica. Empieza diciendo que su película es lo más noble del mundo, “no tiene nada de malo”, “es sobre una muchacha que se enamora”, “una muchacha que está en su casa escuchando música y viendo telenovelas de amor”,“ella ni siquiera trabaja”. Apenas dice eso, el propio cineasta asume que no es correcto que su protagonista no trabaje y corrige inmediatamente su “error”: “pero ella puede trabajar”, “en una fábrica o en un central azucarero”. Hasta que determina: “ella va trabajar. Y será útil a la sociedad”.
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Como un estribillo gastado, retumba la palabra censura en los oídos de los cineastas cubanos, si bien su eco es más fuerte, a veces, que su propia existencia. Pero Gabriel Alemán y Danilo C. París han apostado en uno de sus cortometrajes por recrear ese eco sin estridencia, con el tono sutil del humor.
Estos estudiantes de la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) que apenas sobrepasan los 20 años de edad y cursan el segundo año, prefirieron lanzarse al mainstream de la 16 Muestra Joven del ICAIC con una propuesta que “toca el tema”sin darle demasiadas vueltas a la circunstancia. Alejándose de los radares para evitar un “ruido en el sistema”, enfocan la acción de Autómatas (2016, 4K) desde el tono más opaco de la censura: la propia.
“Preferimos este tono humorístico porque a veces es mejor parodiar estos mecanismos que satanizarlos. Es muy delicado hablar de esto porque se corre el riesgo de caer en una crítica injusta y superficial, pero sí me parece que hay determinadas cuestiones que impiden el desarrollo de una obra de arte, por estar sujetos a las políticas de cada institución, ya sea el ICAIC, los Estudios Fílmicos del MININT, la FAMCA o Hollywood, pues no solo hablamos de Cuba”, explica Danilo ante la sentencia de Gabriel: “nosotros mismos fuimos víctimas de la autocensura”.
“Yo no he entrado a la industria, solo sabemos las cosas de oídas y, obviamente, ellos tienen una política fílmica, buscan defender sus intereses”, insiste Danilo. “Pero a veces limitan la creatividad. A veces esa presunta censura cala tan hondo en el artista que uno mismo termina autorregulándose, pensando en que no nos van a dejar poner algo, y vemos fantasmas incluso donde no los hay, como le sucede al protagonista de Autómatas. Sé que hay obras que cambian sus rumbos por no adecuarse al discurso de los medios o instituciones, lo que puede provocar soluciones mediocres”.
Autómatas se exhibe este viernes como parte de la Sección Bonus, en la cual, según expone el boletín número 0 del evento, “son agrupados algunos títulos que no fueron elegidos para el concurso –documentales como Iyanifa (Noel Rodríguez), Los Rolling Stones en Cuba (Lisandra Durán), Selección Natural (Cynthia Casañas)– pero suponen un reencuentro con realizadores en pleno desarrollo, que proponen temas relevantes en el contexto cubano. Estimables más allá de un criterio de calidad –siempre en disputa–, no podríamos dejarlos fuera a riesgo de descompletar el mapa de la producción joven”.
De estos dos estudiantes admiradores de artistas tan distintos como Stanley Kubrick y Woody Allen, es también la obra seleccionada por el jurado (Lester Hamlet, Maryulis A. Yero, Mario Guerra, Denise Guerra y Maykel Martínez) para competir en el Concurso Principal de la Muestra: El Cóndor, también filmado en 4K, donde aparecen Patricio Wood y Yissel Vargas. El cortometraje es uno de los 25 que compiten en su categoría.
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Como en todas las duplas, en esta uno de los miembros es más soñador que el otro; uno es más tímido y el otro más famoso. Sin embargo, funcionar como dúo es lo que ha llevado a estos jóvenes a debutar en la Muestra Joven ICAIC, que para esta edición, suma 40 obras (25 cortos, 10 documentales y 5 animaciones) en el Concurso Principal.
Danilo es bastante conocido en la pantalla cubana: “Fui desde los 9 años presentador de programas y, vengo igualmente del medio musical, pues mi papá es guitarrista y por ahí empecé. Gané una de las ediciones del Festival Cantándole al Sol y a través de la música incursioné en el audiovisual. Empecé a hacer televisión, pasé un taller de actuación y también hice durante mi etapa de secundaria los programas Para ser mejores y Quiero Saber, del canal educativo. Al mismo tiempo estuve conduciendo Alánimo y, desde el 2012 hago Conexión”.
Gabriel tuvo inicios similares: “Desde que era pequeño empecé a estudiar música y fui parte de un grupo. En un momento nos involucramos en el proceso de realización de un disco y me gustó mucho la experiencia del sonido. Por otra parte, no quería estudiar algo que me llevara a estar tras un buró, pues tenía la imagen de mis padres, ambos doctores en Matemática, y entonces busqué información sobre alguna escuela donde pudiera estudiar sonido. Así descubrí la FAMCA, me preparé y entré a la escuela”.
“Mi hermano Daniel Alemán ha trabajado en la posproducción de videos de Alejandro Pérez y, una vez que entré a la FAMCA me uní a él para hacer posproducción. A partir de ahí me enamoré de las imágenes, de la fotografía”, dice Gabriel.
¿Cómo surge el dúo creativo?
Gabriel: Yo creo que fue algo muy espontáneo. Aunque, te soy sincero, nunca pensé que fuéramos a crear juntos y a llevarnos tan bien
Danilo: Gabriel siempre lo refutaba todo en el aula y eso no me gustaba mucho, pero luego vimos que teníamos muchas cosas en común: los mismos referentes estéticos, inquietudes e influencias comunes, así como una forma de narrar muy similar.
Luego vino el taller de script con la profesora Patricia Santa Coloma, como parte de un semestre, e hicimos un poquito de trampa porque yo siempre estuve enfocado en la escritura de guiones y Gabriel en la fotografía. Entonces hice el guion mío y el que le correspondía a Gabriel y lo presentamos. Gabriel haría la fotografía. Claro, yo hago los guiones pero basados en ideas de los dos. Luego pensamos juntos las soluciones y la visualidad. Por eso decidimos codirigirlos.
¿Y qué expectativas tienen con esta muestra en la que debutan como los más jóvenes?
Danilo: Las expectativas están cumplidas. Estos dos cortos parten de un taller, de un ejercicio de clases y creo que los hicimos con mucha bomba y ganas de trabajar. Me parece que El Cóndor resultó un cortometraje con una factura mayor de lo que teníamos concebido. Luego pensamos en la Muestra, pero no al revés. Nunca pensamos en hacer cortos para la muestra, sino que una vez terminados, quisimos presentarlos. El solo hecho de que uno de ellos haya sido seleccionado para concursar, ya es un logro.
Gabriel: Le pusimos interés porque creíamos que era una buena historia pero no era la idea hacerlo para la muestra. Nuestra mayor expectativa es que se exhiba, y ambos se van a exhibir, uno dentro de la competencia y el otro como parte de la sección Bonus.
Ambos cortos han sido inscritos y escogidos por el CineFest de Los Ángeles. Esa fue otra sorpresa, sobre todo porque se trata de nuestros primeros trabajos, no tenemos filmografía previa.
¿Qué ha significado para su trabajo contar con actores como Patricio Wood?
Gabriel: Son actuaciones muy especiales. Habría que buscar cuántos directores, en su primer trabajo, cuentan con apoyo de estas grandes figuras. Y sin actores, no hay ficción. Fue un privilegio.
Danilo: Por eso agradecemos mucho el apoyo de nuestros profesores en cuanto a la dirección de actores, al trabajo sobre los guiones, porque hay detalles que hacen grandes diferencias.
Es como en la saga de Padura. ¿Por qué es tan bueno Padura? ¿Por qué gusta tanto Mario Conde? Porque el personaje es humano, por esos detalles que lo hacen humano y no perfecto: es un policía que se emborracha. En determinados dramatizados, no se puede montar un policía tomando bebidas alcohólicas y, si un guion está pensado así, hay que modificarlo.
Nosotros somos conscientes de que, como artistas, tenemos una responsabilidad social y que, lo que ponemos en pantalla, puede generar actitudes en un espectador, pero soy completamente enemigo de adoctrinar con cine a las personas, mostrarles el comportamiento que deben tener o cómo tienen que hacer las cosas.
Gabriel: Tal vez por eso nosotros en el corto Autómatas no mostramos al censor como un “tipo fula”, sino que se veía afable, hasta generaba empatía.