“525 mil 600 minutos, ¿Cómo mides un año en la vida? Qué tal en amor”. Esa lección o consejo brinda Rent, la primera producción musical realizada en Cuba en colaboración con un equipo del prestigioso circuito de las artes escénicas estadounidense: Broadway. “Mídelos en amor, temporadas de amor”.
Para muchos espectadores eso fue la obra del joven escritor norteamericano Jonathan Larson quien –por ironías del destino- cantó a la vida plena pero no alcanzó a vivir lo suficiente para saborear el éxito del que se convertiría en uno de los musicales más interpretados en todo el planeta, ganador de un Pulitzer y cuatro premios Tony.
Desde su estreno en Cuba, el pasado 24 de diciembre, Rent devino una oferta cultural ineludible en la capital de la isla caribeña. Ahora que sus deliciosos coros se apagaron, quedan en el aire sus mensajes a merced de quienes queramos recordarlos y ojalá aplicarlos.
Un fin de semana sin Rent en La Habana fue triste, sobre todo porque pasó y la prensa cubana no supo corresponderle primero con la promoción que merecía y luego, mucho menos, con una crítica a su altura. Cuesta enfrentarse a una obra tan completa: actuaciones, música, voces, danza, un drama de risas y lágrimas con un profundo análisis social. Rent hizo historia en Cuba y también puso al descubierto debilidades y fortalezas al interior.
Entre las fortalezas vale reconocer el crecimiento a lo largo de los meses del grupo de actores cubanos inmersos en la producción, tras un muy acertado casting. Si los simples mortales sentimos nostalgia por Rent, cómo se sentirán los intérpretes de los diversos personajes en las 45 funciones dentro del Centro Cultural Bertolt Brecht, cuya sala Tito Junco pareció ajustarse cabal a la escenografía de la pieza. Sobre todo porque el equipo artístico debió entregarse desde mucho tiempo antes a los aprendizajes, a los numerosos ensayos con exigencias distintas para cada uno debido a las formaciones dispares.
Algunos provenían del mundo de la música sin mucha o ninguna experiencia en el teatro, otros procedían del ámbito de la actuación sin mucha o ninguna experiencia en el canto, y en Rent hay que cantar y actuar todo el tiempo.
“Cómo relatas la vida real si está cada vez más cercana a la ficción”, recuerda el guión de Larson y hasta hace poco la idea de un musical de esta estirpe en las tablas cubanas era impensable. Gracias a una colaboración entre el Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba y Nederlander Worldwide Entertainmet la puesta logró concretarse y, para mayor regocijo, empleó a un director asociado de acá, Reynier Rodríguez, que demostró ser muy capaz.
Hasta hace apenas un año nadie imaginaba en la cartelera de un teatro de Cuba una puesta íntegra de Broadway, mucho menos interpretada por jóvenes cubanos, en su mayoría desconocidos. Todos aprovecharon con notable pasión la oportunidad de probarse como actores, bailarines y cantantes. Además, en esta obra no hay uno o dos intérpretes principales, sino muchos y de personalidades diversas y problemas particulares, por tanto se hace imprescindible un acople de coro, bien logrado en escenas como La Vie Boheme, homenaje postmodernista al origen de Rent.
El argumento de la pieza partió de la famosa ópera La boheme de Giacomo Puccini, pero Jonathan Larson trasladó a sus personajes a un vecindario pobre de Nueva York, a fines de la década de 1980, e imprimió al guión las inquietudes propias de esa época de rock, drogas y fin de milenio.
Aquellos espectadores con una cultura de la sociedad y la música de ese tiempo, comprenderán mejor el valor de lo expuesto por la pieza estrenada en 1996, cuando era un tabú hablar de una muerte por SIDA, y de homosexuales y bisexuales. De hecho, todavía para algunos sigue siendo un prejuicio y Rent rompe esquemas, defiende ante todo el amor sin barreras de género u otras, alaba la vida, la amistad, la comprensión, y expone la inseguridad social y económica del pedazo de Nueva York que casi nunca aparece en las películas.
Los personajes tratan de vivir sus deseos al máximo porque “no hay más que hoy, no hay más que aquí” y nadie tiene un centavo para pagar el alquiler (rent). Afuera es Noche Buena y un coro se encarga de aclarar: pero no aquí.
Rent no relata nada nuevo pero lo que cuenta aún resulta escandaloso al punto que no todos los países y públicos tolerarían su puesta. Aún existen personas que no soportan ver estrenar un contrato de amor entre un negro y alguien de piel más clara, y además, dos hombres. Si a eso añadimos un par de carismáticas lesbianas, una de ellas con clara estampa de mujeriega y protagonista de un performance de crítica a los imperios culturales, una bailarina de club nocturno drogadicta y un roquero deprimido, varios de ellos enfermos de SIDA y todos cantando a coro: “Viva la vida bohemia…”
Pero el egoísmo, la segregación racial o de género, la discriminación sexual y la social, no tienen lugar en Rent. El padre de Jonathan Larson al recibir la noticia del estreno de la obra en Cuba envió un mensaje de satisfacción y presentó la pieza como una historia sobre el poder de una comunidad, la inclusión, la pasión, sobre estar “presentes” en nuestras vidas, apreciar cada momento y destacó la importancia de poder escoger el amor sobre el miedo y el odio.
Merecen muchos aplausos las caracterizaciones de Luis Alberto Aguirre como Ángel (un travesti simpático y de gran corazón), Laritza Pulido en la piel de Joanne (tan real su fuerza, sus celos), Zammys Jimenez y Yaité Ruiz en Maureen (con admirables caracterizaciones propias), Reynier Morales en Tom Collins (con sorprendente potencia de voz), Josep Rafael Puentes y Mario Alain Sardiñas maduraron en Roger y Mark, respectivamente, Joanna Gómez en Mimi, Arianna Delgado en la madre de Mark y Claudia Mulet en Alexi Darling, la madre de Roger y otros. Mulet también ofreció una Mimi vigorosa y enamorada la noche del 28 de marzo, muestra del claro dominio sobre la pieza del colectivo en general.
Las escenas de Joanne como el “Tango Maureen” (junto a Mark), “Vamos bien” y “O me aceptas o vete”, esta última compartida con su pareja escénica Maureen, fueron de lo más logrado de la obra, al igual que el desdoblamiento de Ángel, el travesti enfermo de SIDA que no se cansa de repartir amor.
Nadie duda que “525 mil 600 minutos” pasará a la historia como un coro o eco antológico. Rent estuvo en cartelera hasta el 29 de marzo, acompañada por una banda de pianistas, guitarristas, un bajista y un baterista, que aportaron organicidad a la puesta.
Broadway llegó a Cuba con mensajes de respeto, tolerancia, cariño y retos para jóvenes artistas que crecieron sin muchos referentes de un musical, pues la manifestación lleva décadas deprimida aquí. Ojalá sea Rent un punto de despegue hacia lo contemporáneo y una puerta de regreso a una tradición, además de un paso para futuros abrazos. Ojalá esta despedida sea solo momentánea, de Broadway y de Rent.
Muy buen articulo. Y coincido en que es necesario se recupere el Teatro Musical. Tener la oportunidad de presenciar una Obra Musical conjuntamente con actores de Broadway, creanme fue muy buena oportunidad.
Yo creo que Rent…teatralmente hablando…fue mucho más:
http://www.cubahora.cu/cultura/cuerpo-y-musicalidad-en-rent-la-simbiosis-alcanzada-i
http://www.cubahora.cu/cultura/cuerpo-y-musicalidad-en-rent-la-simbiosis-alcanzada-ii