Si alguien sabía cómo adueñarse de un escenario esa era Elena Burke. Desde siempre lo supo, incluso, antes de cantar en solitario. Cuando Elena salía a escena eran ella y la música o la música y ella, o una sola cosa, porque al final creo que eran indivisibles.
Si alguien podía en este mundo tan lleno de impostaciones y mediocridades, ser la voz del FEELING, así con mayúsculas, esa era la suya. Tan rotunda, tan cierta, tan sincera.
La señora sentimiento la llamaban. Lo cierto es que fue una mujer que cogió a la vida por el cuello, se la bebió de un trago y luego cantaba sin tapujos sus victorias y derrotas. O más bien dialogaba, como si se tratara de una vieja amiga a la que íbamos a ver cuando queríamos poner la vida en orden -crasso error-. El orden nunca fue motivo de canciones, ni fue un inquilino a gusto en el corazón. Elena siempre lo supo por eso cantaba con desfachatez inmensa “Pido permiso”, cuando en realidad estaba declarando que iba a vivir su vida como le diera la gana.
Creo que el 9 de junio de 2002 cuando se quedó en silencio para siempre pensó que la vida le pasaba factura por la cantidad de veces que le faltó el respeto sin miramientos. Quiero pensar que se fue en paz con la vida vivida, los amores amados, las canciones cantadas.