Quienes conocemos a ese flacucho alérgico a la Gillete, que algunos llaman Charly, otros Carlos Manuel, y yo orgullosamente Tocayo, sabíamos que de un momento a otro ganaría un premio literario serio. Porque le gustará mucho el periodismo, pero Carlos Manuel Álvarez Rodríguez nació para hacer literatura…
Desperté hoy con la noticia de que su cuaderno “La tarde de los sucesos definitivos” se llevó el Premio Calendario de la Asociación Hermanos Saínz, y me alegré mucho. No solo por los 3.000 pesos que se llevó, con publicación incluida, sino porque intuyo que cada vez se hablará más de él, y algún día no será preciso tener acceso a Internet para leerlo…
Aunque aún es estudiante, Carlitos lleva tiempo colaborando con publicaciones digitales y en Cubadebate tuvo el honor de ganarse sus primeros detractores. Ahora es columnista de OnCuba, donde nos advierte desafiante: “Esta boca es mía”…
Algunos podrían señalarle el pecado de la extensión, o de pasar del totalitarismo a la duda en sus afirmaciones, o de recordarnos que le gusta la pelota, enamorar mujeres con poesías, o combinar la lectura de sublimes metatrancas con crónicas de sus socios. Pero tiene el mérito de saber decir lo que quiere…
Precisamente la fluidez de su prosa convenció al jurado de Narrativa, integrado por Alberto Garrandés, Legna Rodríguez y Mercedes Melo Pereira, de concederle este premio, codiciado como todo aquel que implique reconocimiento, publicación y un salve monetario…
Yo, para que negarlo, me declaré hace rato fan incondicional de sus artículos. Como mismo él tuvo el desparpajo cierta vez de compararme con Juan Orlando Pérez, Michel Contreras y Yamil Díaz, podría arriesgarme a decir que Cárdenas tuvo a Virgilio Piñera, pero ahora tiene a Carlos Manuel. Espero que no se lo crea, porque entonces se jodió todo…
Lo primero suyo que leí fue una solitaria nota final para mis clases sobre Pablo de la Torriente: no recuerdo el texto, pero sí recuerdo que me impactó tanto que le dí 5 puntos a pesar de sus ausencias reiteradas. Años después me confesó su vergüenza por aquella calificación, y comenzó a leerme por pena, como si me debiera algo. Me dijo -pedazo de loco- que yo le había dado una soberana lección… como si estuvieran los tiempos para pasarle raya roja al talento.
Volvimos a encontrarnos en 2011, yo en Vietnam y él en Facultalandia, ese surrealista reino donde Julio García Luis sigue siendo el Dequi un año después de su muerte. Comenzó un cruce de e-mails donde hablábamos de todo, desde las influencias hasta las preferencias. Yo me fajaba con sus críticos en los foros de Cubadebate, él me reclamaba una compilación de mis crónicas, con prólogo suyo, faltara más, y así…
Por lo pronto, y como no tiene celular o teléfono donde localizarlo, y seguro dilapidará parte del premio pagándole unas birras a sus socios en El Diablo Tún Tún, comparto con ustedes un fragmento suyo sobre las ronchas que levantan sus artículos, extraído de ese epistolario nuestro que atesoro para cuando seamos famosos, y los académicos se maten por estudiarlo y escribir tesis y libracos sobre nuestras respectivas obras…
“Uno tampoco es infalible, y a veces titubea. Uno siempre anda buscando, tratando, humildemente, de romper esquemas, de reinventarse en cada palabra o en cada línea, y a veces me pregunto si voy o no por el camino correcto. Pero eso es normal, esa lucha es conmigo, ahí no interviene ningún lector, ni ningún letrado, ni ningún imbécil de los que sale a ofender. Hasta Faulkner, imagínate tú, decía que ningún escritor se puede sentir seguro, que siempre hay miedo, que el que esté totalmente seguro y no dude y no se cuestione lo que está haciendo, es un perfecto imbécil. En verdad Faulkner lo dijo mucho mejor, más preciso y elegante, pero esa más o menos es la idea… Casi nadie hace una crítica justa, imparcial, sobre la base de los hechos. El tipo que no entiende se insulta y cuidao, allá va a comerte. Eso demuestra todo el troglodita que anda merodeando por la red, y todo lo enfermos de literalidad que estamos los cubanos, o buena parte de ellos, porque la pose de anarquista criticón indolente hacia su país tampoco va conmigo”.
Por lo pronto, felicidades Tocayo… y que vengan más…