Nueva York salió a las calles a despedirla cuando murió, a los 76 años. Las fotos de aquel día son memorables. Miles de personas en las esquinas rendían tributo a Celia Cruz y escoltaban el cortejo hacia la funeraria. La ciudad aún recuerda cómo decenas de admiradores de “La Reina” cantaban y bailaban sus canciones antes que sus restos fuesen enterrados en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, condado de Nueva York, durante una ceremonia privada.
Hoy en el mismo barrio donde descansa “la Reina” fue nombrada una calle con su nombre. Decir que con este simbólico homenaje Celia regresa a una de las ciudades que la vio consagrarse sería faltarle a la memoria, porque ciertamente ella nunca se fue de esa ciudad. Su obra y su legado son parte de la más arraigada herencia latina de Nueva York, donde se puede escuchar habitualmente su música y tropezarse a cualquier transeúnte que, tras percatarse que uno es cubano, te menciona inmediatamente su nombre.
La ceremonia tuvo los atributos que sostienen esa fuerza delirante de su música. La tarde fue una fiesta que descansó en la alegría y el júbilo de los asistentes, entre los que se encontraron admiradores, amigos y personas muy cercanas a su carrera. Omer Pardillo Cid, albacea de Celia, ha sido uno de los principales artífices de que hoy una calle del Bronx se reconozca con el nombre de Celia Cruz.
“La memoria de Celia nunca se ha apartado de esta ciudad porque su música suena a diario en cualquier rincón de la Babel de hierro; fue tanto lo que sembró aquí con su música que es eterna. No existió Celia Cruz sin su Nueva York ni Nueva York sin Celia. Cada vez que aterrizaba en el aeropuerto JFK de sus largas giras por el mundo decía: ‘Gracias DIOS por traernos a Casa NY’”.
Omer explica cómo fue el proceso que culminó con este nuevo homenaje a “La Reina”: “Se hace una petición y se explica ante una comisión que dirige el departamento de parques y calles y entonces se va a la comisión y lo aprueban. Eso sí, tiene que tratarse alguien que tenga relevancia para la ciudad y haya hechos cosas de beneficencia a favor del pueblo, cosa que Celia siempre hizo”.
La obra de Celia tiene su base en las raíces de la música cubana, pero ha sido tomada como referencia por la cultura latina. No es de extrañar entonces que sea uno de los grandes símbolos para artistas de la región y uno de los referentes más trascedentes de la historia de la música popular.
Omer, quien estuvo al lado de Celia durante décadas, explica que en este homenaje las personas también salieron a defender el júbilo que irradia su música. “Los asistentes al acto acogieron con gran alegría este momento. Se sentía la eterna alegría que Celia siempre radiaba a cada latino que siente que ella forma parte de sus triunfos en esta ciudad”.
Sus palabras están ampliamente sostenidas por esa realidad diligente que ha visto la permanencia del legado de la cubana, no solo en Nueva York, sino en otras ciudades estadounidenses. Hace unos 3 años recuerdo que me subí a un bus cerca de la sede de Las Naciones Unidas y desde ahí se podía escuchar la sabrosura de su música. Crucé unas palabras con las personas que escuchaban la melodía y me confirmaron que habían nacido en Nueva York, que no entendían nada de lo que cantaba Celia, pero que su voz y su andanada de ritmos se les metía en el cuerpo con una contagiosa fuerza. En las paredes de los barrios de mayoría latina también se veía, en al lado de los grafitis, imágenes con el rostro de la cantante y con su frase de guerra: “Azúcarrr”.
“Uno de los rasgos que más siempre le marcó a Celia es que en esta ciudad están todas las nacionalidades y todo el mundo vive en una concordia y respeto mutuo a otras culturas. NY es muy cosmopolita y eso le encantaba”, comenta Omer a OnCuba, mientras espera un vuelo hacia Los Ángeles.
Celia Cruz salió de Cuba en 1960 junto a La Sonora Matancera hacia México. Se asentó luego en Estados Unidos y nunca pudo regresar a la Isla, donde sus canciones, a pesar de la censura, se han escuchado históricamente en las fiestas o en celebraciones familiares. Su vida estuvo llena de hitos que se relacionan directamente con las cumbres más altas de la música latina y universal. El concierto que ofreció en en Zaire con la orquesta Fania All Stars antes de la pelea entre los boxeadores Muhammad Ali y George Foreman, en 1974, fue uno de esos momentos en que Celia no solo puso en la geometría íntima del mundo el nombre de Cuba; sino también el de la cultura latina.
Omer recuerda que Nueva York acogió a Celia para siempre en noviembre de 1960. “Desde ese momento convirtió a NY en su casa y su música formó parte de la sonoridad de esta ciudad, así que hoy la tiene eterna con una calle en su nombre”.