César Mas: Boleros de Victrola

Cuando me aburría o me metía en sus conversaciones de adultos me daban una peseta y me mandaban a la Victrola.

“Eres igualito a Chichí” era el remate preferido de mi madre cada vez que un desplante mío le recordaba a su hermano mayor.

El llegar al amanecer con el tufo de alcoholes sin refinar y el dormir hacia entrada la tarde la remitía a la impronta de el único varón de la prole, el bohemio y carismático Chichí.

Yo solía contraatacar con una canción de Enrique Bonne que cantaba Pacho Alonso, aquella que decía “Billy the Kid fue bravo, porque no vino a Cuba, porque si llega y ve a Chichí, todo lo grande de su historia queda aquí”, y así desarmaba a mi madre que acababa haciéndome el coro y cantándola completa.

César Jesús Mas Pinelo, que así se llamaba mi tío, nació en Santa Clara el 16 de Junio de 1930 en la época en que mi abuelo, César Augusto Mas Hernández originario de Consolación del Sur como todos mis ancestros, dirigía una farmacia en la central Villa de Cayo Nuevo.

César Mas.

La familia materna estuvo dando tumbos por la cartografía nacional hasta que se instalaron definitivamente en Consolación del Sur en 1942.

Las primera imagen que me viene a la mente de mi tío Chichí es su potente geografía dormitando y roncando con silbidos en el piso de la sala de la calle Martí de Consolación y yo a su lado jugando con los tesoros que salían de su bolsillo, un enorme llavero, un reloj de guagüero de esos de piel y una fosforera tipo Zippo.

Luego, ya despierto, lo veía hurgar en las cazuelas de mi abuela, cosa prohibida para mí, para luego ensordecerme con su clamorosa voz en una melodía infinita que años mas tarde descubrí que se llamaba “vocalizaciones”.

Ya después era frecuente su estancia en mis cumpleaños y los de mi hermana, donde venía con mis cinco primos.
Se había casado muy joven con Gloria Bernal, y tuvo a César Carlos y Marta María. Después se casó con Violeta Chang, hermana del mítico travesti cubano Julio Chang conocido como ” Musmé”, y tuvo a mis tres primos chinos, Julio César, César Jesús (EPD) y Violeta.

Chichí fue la consagración del talento musical de mi familia materna, ensayada también por el inspirado autor Nestor Pinelo Cruz (de quien hablaré en otra ocasión).

A principios de los 50s vino a vivir a La Habana y la capital lo sedujo con su bohemia escalonada. Después de un turno en los talleres de mecánica de Naranjito o tras operar aquellas enormes grúas, era común el verlo arribar al Bar La Mascota, en Monte y Rastro y tras dos o tres tragos y sin que nadie se lo pidiera ponerse a cantar, primero como soliloquio autocomplaciente y luego para el pequeño corro que se iba formando.

En un momento el bar se abarrotaba, sus amigos del gremio de guagüeros hacían paradas solidarias y el dueño de La Mascota resongaba de alegría. Entonces llegaba el clímax; Granada de Ernesto Lecuona, Tabaco Verde de Eliseo Grenet y Júrame de la mexicana María Greever. Cuando cantaba aquello de… “quiéreme, quiéreme hasta la locura”, estiraba tenidamente la sílaba “cu” hasta que se le acababa el aire, segundos suficientes para impactar a la concurrencia que rompía en atronadora salva de aplausos.

Luego todo derivaba en propinas y convites, y era cíclico.

Tal vez en uno de esas refriegas vocales lo descubrió Carlos Faxa que estaba buscando voces para su cuarteto.

Así que, sin dejar las grúas, emprendió su carrera profesional combinando trinos con sus nuevos amigos, animando intermedios de programas televisivos y acompañando a figuras como Sarita Montiel y Rosita Fornés.

Su carisma, su hilarante temperamento y una voz profunda lo convirtieron en uno de los más socorridos animadores de la menesterosa farándula de los bares de medio pelo.

Pero fue creciendo, además de su buena voz la gente lo seguía por sus chistes certeros y las mujeres sucumbían con su pinta y sus declamaciones de Jose Ángel Buesa.

Así que, sin dejar las grúas, animó las noches del Palermo, del Sierra, de Las Vegas, del Nacional, del Pachín y del Quibú.

A partir de 1959, en ese período raro que fue para los artistas el triunfo de la Revolución, entró en la compañía de ceremonia de la motorizada y se destacó haciendo acrobacias en su Northon, pero duró poco, su espíritu bohemio y libertario poco tenían que ver con el orden militar, y en el 61 volvió a la música y empezó a conducir como guagüero oficial la ruta 62 Habana Guanabo.

Fue en un verano a mediados de los 60s y estaba yo en el trabajo de mi padre, en el Ministerio de Minería, Combustibles y Metalurgia, cuando estaba en Empedrado y Aguiar, y ahí se apareció mi tío y le pidió prestado el carro, un Ford Anglia de dos puertas. Mi papá se lo dio con la condición de que me llevara a dar un paseo.

Mi tío, un poco contrariado por semejante ñapa, tuvo a bien dejarme en casa de sus suegros, los padres de Violeta, chinos, chinos que hablaban mal el español. Tengo la sensación de que fueron horas en aquella casita pequeñita y oscura. Por supuesto que le conté a mi papá lo del asiático paseo. Así que cuando volvió a pedir el carro tuvo que hilar fino y llevarme a su pesar.

Fuimos a una Bodega en la Calzada de Luyanó. Había quedado con sus amigos para “tomarse la tarde”, como dicen en el campo.

“Los amigos” eran Rodolfo y René integrantes del dúo cómico musical Los Tadeos. Ellos fueron los intérpretes de éxitos como “Los hermanos Pinzones” ( los que eran unos “marineros” que vinieron con Colón que era un viejo “bucanero”), “Cubanito”(el que tiene pelos en el pecho) y sobre todo “El Gago Billetero”, del que les canté el estribillo “esto que…, esto que…., esto que a mi me sucede, esto que…, esto que…, esto que no puedo hablar”.

Les pareció muy gracioso tener un fan de 5 años así que me aceptaron enseguida como mascota oficial. Me sentaron en una banqueta y me pusieron una coca cola fría mientras ellos tomaban “Jaibol” (Haigh ball) en versión cubana, Bacardí con Canada Dry.

Cuando me aburría o me metía en sus conversaciones de adultos me daban una peseta y me mandaban a la Victrola. Yo ya sabía de letras y números así que A5 “Contigo Besos Salvajes” por Ñico Membiela, B2 “Negrura” por Rolando Laserie, C1 “El Cuartico” por Panchito Riset y mi preferida, nunca olvidaré el A4, “Discos y Licor” por José Tejedor y Luis Oviedo.

Lo repetimos varias veces. Yo era parte del equipo de bohemios de la bodega de Concha y Luyanó.
Los Tadeos fueron defenestrados cuando en el programa radial de Tota y Pepe hicieron un chiste a costa de la “Gratuidad de los Funerales”. Nunca más actuaron en Cuba.

Los Tadeos - El Gago Billetero

Mi prima Marta María se fue a España en noviembre del 68. Mi tía Violeta y mis primos chinos tomaron el carmino del Norte. Chichí se casó con Irma la enfermera y se fue a vivir al Cotorro. Siguió espantándole el silencio al micrófono en el Guanabo Club, haciendo chistes verdes y políticos y desgranando boleros de oro, de plata y de mierda. Se fue en el 80 por el Mariel. Mi primo César también intentó irse por el Mariel, pero lo retuvieron en Cuba en contra de su voluntad hasta 1991.

Los boleros de victrolas los llevo pegados cual calcomanía difusa en mi alma bohemia.

Recuerdo a mi madre citada por la directora Berta a María Cabrales, mi escuela primaria. Siempre he tenido problemas con lo que canto.

Mamá, dónde aprendió esa canción el niño? Echó a perder el Matutino
—¿Qué canción? preguntó mi madre asustada.
—Esa de… “tráeme una copa cantinero que yo me quiero emborrachar”. No es muy apropiada para un niño de 6 años.
Ay, la influencia de mi hermano.
Esa noche ensayé hasta el cansancio “Barquito de Papel”.

Boleros de Victrola.

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