Los bailarines chinos apenas giran pero acarician los movimientos, y esa cualidad encantó al público cubano, que aparenta ser pirotécnico; mas cuando tiene ante sí obras y ejecuciones de valores artísticos las reconoce y disfruta.
Pese a la barrera del idioma, danzantes chinos y cubanos dialogaron en perfecta sintonía gracias a la universalidad del lenguaje del ballet, en una gala compartida por las compañías nacionales de ambos países.
El pasado 17 de julio la directora del Ballet Nacional de China, Feng Ying, llegó a La Habana con siete integrantes de su institución a fin de intercambiar visiones artísticas y propiciar una colaboración con bailarines caribeños el 22 y 23 de julio, bajo un título sugerente: “Amistad”. Los presidentes de China y Cuba, Xi Jinping y Raúl Castro, respectivamente, reafirmaron el valor simbólico del encuentro cuando acudieron a la primera cita en el Teatro Nacional.
La china Zhang Jian asumió la esencia del Romanticismo en el segundo acto de “Giselle” con una delicadeza gestual que la ayudó a anular su peso corporal en manos del hábil partenaire cubano, Dani Hernández. A esta primera bailarina china le impresiona lo cerca que ha podido vivir del mar en La Habana, y dice que la experiencia le ayuda a estudiar mejor su arte.
El cuerpo de baile de wilis (almas en pena de doncellas que murieron antes de sus bodas) se comportó como un ejército con sed de venganza. En consecuencia, el espanto del personaje de Hilarión ante la muerte y el idilio entre Giselle y el duque Albretch, originaron una escena de cuentos de hadas.
En el pas de deux “Esmeralda” primó la gracia de los chinos Wang Ye y Su Ruichen, resaltada por una versión coreográfica dispuesta por el norteamericano Ben Stevenson para exhibir a la bailarina. Sin dudas, la composición está concebida con encanto y si la ejecutante, como esta joven, posee una técnica correcta, línea de pies elegante, saltos y extensiones, la obra reluce. A Ye dan ganas de exclamarle: ¡linda!, durante su paso por la escena, pues más que bailar salió a dar un paseo divertido y alegre.
Seis estupendos bailarines del Ballet Nacional de Cuba (BNC) ampliaron el vocabulario técnico de la función con “Danzantes”, coreografía de Alicia Alonso. Estheysis Menéndez, Dayesi Torriente, Gabriela Mesa, Roberto Vega, Luis Valle y Adrián Masvidal, se dieron el lujo de jugar con una variedad de saltos, giros y extensiones, patrimonio de una élite de jóvenes y evidencia del desarrollo metodológico de la Escuela Cubana de Ballet.
A diferencia de los cubanos, los chinos no tienen una escuela propia, en el ballet asumieron el método ruso como base y la directora Feng Ying valora la tradición como vital. Ella construyó una versión propia del clásico Cascanueces con símbolos más cercanos a su cultura y también contó que para la compañía se han creado obras de temática e ideales particulares de su país como “El rojo desinterés de las mujeres”.
Curiosamente, la pieza más singular de las presentadas en Cuba, “Sacrificio”, pertenece a la creación de un joven coreógrafo chino, Fei Bo. No apela a las zapatillas de puntas, ni las necesita, la sutileza de los movimientos, la contención, el contraste entre las líneas que dibuja Qiu Yunting con su cuerpo, apoyada por Zhang Yao, y la fluidez para expresar dolencia sentimental, permiten imaginar un futuro precioso si los chinos decidieran desarrollar una escuela de ballet.
La entrega de los artistas permitió hasta cierto punto compartir la espiritualidad de dos seres que se debaten entre el ser y no ser, el ideal y la realidad, lo imposible y lo inevitable, con una dosis de teatralidad exquisita.
De los visitantes, la artista de menor rango era Yunting, miembro del cuerpo de baile porque pasó a formar parte de la compañía nacional en 2012; sin embargo, demostró ser una promesa del ballet en su país. Ella, como el resto del elenco, exhibe en su currículo profesional varias medallas, en su caso tres de oro.
En sentido general, las mujeres mostraron hermosas líneas de piernas, extensiones y sentido de la teatralidad. No hacen nada en exceso y al mismo tiempo se mueven con elegancia y limpieza. A los varones en cambio les falta osadía y determinación en muchos pasos. Me niego a creer que no puedan lograr saltos más altos pues a veces los consiguen y en su cultura marcial hablar de medidas sería en vano, por eso creo que si tomaran más de China evolucionarían a otras formas, superiores a las del presente.
Un maestro cubano de la comunicación que trabaja en Beijing, Abel Rosales, me recordaba por estos días que en China copiar es una virtud, pero ojo, va siendo hora de que ese gigante empiece a modelar un producto más afín a sus concepciones, sin perder el respeto a lo tradicional en el ballet, tal y como hizo Cuba hace seis décadas. La pequeña muestra traída al Caribe demostró que potencial tienen de sobra para esto.
El pas de deux de “Don Quijote” cerró con broche de oro la gala mixta pues la primera bailarina cubana Viengsay Valdés junto al chino Ma Xiadong esparció alegría y no redujo un ápice de su temperamento latino, que pareció encantar al acompañante.
A criterio del artista asiático, los cubanos poseen la mejor técnica de giro del mundo. “¡Giran mucho!”, exclamó admirado pues, pese a ser esta su primera visita a Cuba, ha visto antes a bailarines de la isla en concursos internacionales.
Xiadong calificó de muy completa la experiencia de trabajo con Viengsay y detalló a OnCuba: “El idioma ha sido una barrera y tuve que aprender otra versión coreográfica, pero nos hablamos a veces con una mirada o un gesto, y al final logramos una comunicación feliz”.
De acuerdo con Valdés, en los primeros ensayos los danzantes extranjeros estaban agotados por el largo viaje y el calor fatigante, pero con el paso de los días ganaron fuerzas y Xiadong resultó un partenaire muy atento y receptivo.
La artista se sintió alagada por un mensaje de agradecimiento que recibió con membrete del Ballet Nacional de China. “Tu talento y profesionalismo nos deja una profunda impresión y nos brinda una bella memoria de nuestra estancia en Cuba, esperamos que podamos tener más cooperación en el futuro”, expresa la misiva.
Xiadong ostentó en algunos momentos grandes saltos, mientras la Valdés experimentaba con el virtuosismo; otra vez hizo gala de su dominio corporal en balances sostenidos sobre una punta de pie e intercaló giros de complejidad (fouettes a punta) con una sonrisa pasmosa. Viengsay sabe cómo entregar más y mejor, no en balde la crítica mundial ha comparado más de una vez sus actuaciones en Quijote con una lluvia de fuegos artificiales.
Así concluyó esta jornada de intercambio con muy gratas impresiones y la certeza de haber escrito con danza una página de gloria dentro de la historia de dos grandes compañías.
Genial, hubiera querido haberlo disfrutado, pero el articulo ayudo mucho; solo le falto la h a halagada….. me enamora Viengsay…