¿En qué medida el cine digital y las nuevas tecnologías audiovisuales han favorecido o afectado al arte y la industria cinematográficos? ¿Cómo repercuten esos elementos en la estética del cine de autor? Estas interrogantes impulsaron el panel presidido por el jurado FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) que durante las jornadas del 35 Festival de Cine de La Habana le tomó el pulso al audiovisual latinoamericano de la actual era digital. El debate se orientó en torno a dos facetas principales, la exhibición de los filmes y los efectos previos que el uso de las tecnologías genera durante el proceso productivo.
Ivonete Pinto, representante brasileña y presidenta del tribunal inició el diálogo y puso sobre el tapete algunas de las problemáticas a las que se enfrentan las salas de cine de su país. Comentó que no hay una correlación entre los 203 millones de habitantes brasileños y las 2800 salas cinematográficas existentes, de las que solo se encuentran digitalizadas el 40% debido al alto costo que implica tener acceso a esas nuevas tecnologías.
Para Pinto, habría que tener en cuenta además que en Brasil se producen anualmente 400 festivales de cine y buena parte de los filmes que se distribuyen durante los eventos están precisamente en formato digital; con lo cual no solo se limita el número de locales a los que se tiene acceso, sino también se producen fallos de sonido e imagen en los pocos locales que, aunque con los recursos, tampoco gozan de la salud necesaria para la proyección ininterrumpida de las películas.
En México, el fenómeno se reviste de otras complejidades. Al decir de Ernesto Diezmartínez, también integrante del jurado, la azteca nación cuenta con 5303 salas, 440 complejos cinematográficos y otros locales en su mayoría digitalizados.
Sin embargo, en este proceso de desarrollo tecnológico también han evolucionado las maneras de acceder a las cintas. Según el crítico, en Internet pueden hallarse generalmente los filmes y descargarlos ilegal e incluso legalmente, antes de ser estrenados; lo cual, por supuesto, transforma y pone en crisis la razón de ser de los cines y el propio acto de socialización que implica ir a ellos para consumir un producto audiovisual, desventaja principal con la que coincide también Hors Dieter Wieczorek, representante de Francia.
A los ojos de Diezmartínez, este proceso por el que atraviesa el cine actual puede analogarse al que experimentara el séptimo arte a finales de la década del 20 y principios del 30, cuando irrumpen las películas sonoras. Y en el andén de las facetas más luminosas de aquel cambio tecnológico, el crítico menciona las posibilidades de experimentación que las nuevas tecnologías brindan a los realizadores, entre las cuales habría que mencionar el deslinde entre los límites del cine de acción real y el de animación.
José Luis Losa puso el dedo sobre la dimensión ideológica que a su juicio acompaña todo uso de las tecnologías. Desde su experiencia como hijo de España, comentó que el proceso de digitalización, tal como en México, se expandió por todas las salas de la nación, y que favoreció sobre todo a las industrias niponas y norteamericanas que lo subvencionaron.
Sin embargo, a los tres años España entró en una profunda crisis que provocó el cierre de buena parte de estos locales, y como consecuencia, el reforzamiento del control de la distribución y exhibición de los Estados Unidos.
Esto a su vez ha acarreado la segregación del cine de autor. No obstante y paradójicamente, los realizadores independientes en un acto de rebeldía una “guerra de guerrilla” utilizan esos mismos medios, la propia tecnología para ir ganando terreno e imponerse poco a poco en el mercado. “Lo digital a contracorriente le ha metido un gol al cine que responde a los intereses del sistema”, aquí radica otra zona luminosa del uso de las nuevas tecnologías.
Por su parte, el representante cubano este año, en el jurado de FIPRESCI, el crítico Justo Planas insertó temas medulares de la realidad audiovisual cubana. Planas refiere que el uso de las nuevas tecnologías ha permitido la existencia de una de las publicaciones digitales más interesantes sobre cine en la isla, el blog La pupila insomne de Juan Antonio García Borrero: por “los diálogos que genera, la capacidad convocatoria que tiene y el aprovechamiento que hace de la interactividad de Internet”.
Al mismo tiempo, apuntó lo eficaz que ha resultado la utilización del crowfounding para realizadores como Jorge Molina y Miguel Coyula, quienes han podido encontrar respaldo económico para algunas de sus películas; o para noveles creadores como Víctor Alfonso Cedeño, cienfueguero y autor de El club de los berracos, y, en opinión de Planas, “mejor heredero hoy del cine de Juan Padrón”.
La otra cara de la moneda no estuvo tampoco ausente en su intervención. Especial énfasis hizo el especialista cubano en las nuevas funciones que debe cumplir la crítica cinematográfica en esta era digital, pues el público nacional se encuentra expuesto a una gran cantidad de información que se comercializa en el mercado negro, y necesita hoy más que nunca una entidad mediadora que le brinde las herramientas para juzgar qué consumir y qué no de esos filmes que se adquieren en soporte digital.