Tomas Piard fue un cineasta que no hizo concesiones. Se colocaba detrás de las cámaras como si fuera un método de supervivencia y una forma llevar al punto límite lo que se puede entender como libertad de expresión en el ámbito cinematográfico.
Influido por las estéticas del surrealismo, Piard pertenecía a esa clase de cineastas que se pudieran considerar de “culto”. Su obra era sobre todo para aquellos que se enfrentan al cine para tratar de descifrar las incógnitas más recónditas de la vida y disfrutan la dureza y los conflictos espirituales que puede conllevar ese proceso, ese intercambio entre el cineasta y los espectadores, entre su forma de interpretar los aspectos más herméticos de la vida y la realidad.
Piard era un realizador que vivía con sus propias reglas, con su propio tiempo y a partir de ahí ejercía un oficio al que ingresó en la década del 70 y que asumió, como dijimos, en una profesión de fe. Fue testigo de las épocas más tremendas y complejas del cine cubano y desde su singularidad supo encontrar las fórmulas para dirigir filmes que ayudaron a expandir las temáticas conceptuales y los horizontes artísticos del cine nacional.
En su expediente creativo vemos a un cineasta que nunca pudo desprenderse de sus influencias. El viajero inmóvil, una de sus últimas cintas, es una prueba extremadamente fiel de ello. Ese espíritu lezamiano que acompañó desde siempre la mirada con la que observó la realidad se evidenció completamente en este filme en el que recuerda al autor de Paradiso desde una concepción muy personal.
La película, con una atmósfera teatral llena de alegorías, recónditas alusiones personales y metáforas existenciales —como buena parte del cine de Piard— no estaba hecha para la compresión fácil, ni para la crítica al uso.
El viajero inmóvil fue sencillamente el tributo del cineasta al centenario de Lezama y quizá también la revelación total de toda esa intricada estética que definió su cine durante décadas.
Esta cinta, como ninguna otra en su filmografía, fue un disparo visual que azotó la serpiente de la polémica.
Hubo muchos que lo criticaron, que la calificaron de una obra menor, que afirmaron que el cineasta se había perdido en un laberinto donde extravió el camino de salida, mientras otros sintieron como suyo este tributo a Lezama y no se guardaron aplausos para este cineasta que asumía cada filme como si tratara de escribir Paradiso.
Y ya se sabe el dolor que esa férrea disciplina puede acarrear sobre el espíritu.
Habanero de nacimiento, Piard fue un cubano universal. Una especie de hombre del renacimiento para el cine nacional. Incursionó además en el teatro (Si vas a comer, espera por Virgilio), en la televisión, se adentró en el mundo de la museología, el arte oriental y la psicología..
Con una de las cinematografías más amplias del cine cubano, fue el descubridor de varios actores que luego harían época. Filmó Ecos, el primer largometraje de ficción en Cuba dirigido de manera amateur y protagonizado por un joven Cesar Évora; luego dirigió Boceto en el que le dio la oportunidad a Jorge Perrugoría, quien más tarde alcanzó planos estelares en Fresa y Chocolate junto a Vladimir Cruz.
En su filmografía aparecen titulos como Ítaca, Trocadero,162, bajos, Los desastres de la Guerra y La ciudad, su última película.
Sobre esta película respondió a OnCuba en enero de 2015.
¿Por qué eligió el título La ciudad para discursar sobre la emigración en este largometraje?
La ciudad es el resumen de nuestra Isla que en estos momentos se encuentra en proceso de transformación. La película se desarrolla hoy día, es muy actual y versa también sobre el proceso de restauración del espíritu del cubano. El cubano se ha deteriorado humanamente, aunque duela decirlo, siento que se ha denigrado psicológicamente y en muchos aspectos más, porque la parte material ha influido muy negativamente en los seres humanos, en sus valores y en su espiritualidad.
La emigración ha sido un fenómeno que nos ha tocado a muchos cubanos y ha sido abordado en nuestros medios en reiteradas ocasiones. ¿Qué aristas novedosas propone con esta cinta?
Hablo del problema religioso. De lo duro que resultó para los católicos vivir en Cuba hace unos años. Creer en la Virgen del Cobre era un delito, ese fue el motivo de que expulsaran a una muchacha de la universidad y ahora se le realizan peregrinaciones a la virgen y la pasean por todo el país como la patrona de Cuba que siempre ha sido. La primera historia es de mujeres, toco problemas muy íntimos como este referente a la fe y a lo que se renunciaba por defender las creencias religiosas en aquellos momentos. Durante años en que tú no viviste los que somos mucho mayores vivimos cosas que hoy día no suceden. Nos tuvimos que enfrentar a muchos hechos terribles que hoy parece que quisieran borrar de un palmazo. En la secundaria, en el preuniversitario y en la universidad el que pensaba diferente era discriminado, el que tenía otra ideología y creencias religiosas eras expulsado de la enseñanza y al final no te quedaba más alternativa que abandonar el país. No hay una sola familia cubana que esté completa, a todas les falta un integrante que emigró, todas están desgraciadamente fracturadas. Por ponerte mi ejemplo, hace muy poco me reencontré con unas primas mías muy queridas que emigraron en mi infancia y nunca más supe de ella. Tenían veintitantos cuando se fueron y ahora puedo comunicarme nuevamente con ella que ya tiene ochenta años. El diálogo entre nosotros no puede ser normal porque pesan todos esos años de ausencia y de silencio. El filme trata sobre eso. También trata sobre la idea de irse de Cuba que acompaña a las nuevas generaciones. Muchos jóvenes están pensando de qué forma emigrar, se gradúan y se van. Lo he vivido siendo profesor en la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA). Otra arista interesante que expone la película es la imposibilidad de amar debido a la distancia, a los amores que no tienen futuro y que se truncan debido a la emigración.